El obispo de Inírida analiza el Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía Mons. Joselito Carreño: “Menos estructuras que nos paralizan entre cuatro paredes y más encuentro con el ser humano”
“Con el Sínodo se va a visibilizar la manera de ser Iglesia en el corazón de la Amazonía, visibilizar esa manera sencilla, humilde, descomplicada, desestructurada, no aferrada al poder, sino al servicio y a la disponibilidad constante”
"Menos ropajes y menos cosas que de repente nos distancian, nos diferencian de las personas y más simplicidad en nuestra manera de vivir, de relacionarnos y de estar presentes en el corazón de la sociedad"
| Luis Miguel Modino
El Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía, dado a conocer el pasado mes de junio, está siendo objeto de estudio por parte de la Iglesia de la Amazonía, especialmente por sus obispos, que todos ellos serán padres sinodales. Hablando sobre el documento, el obispo colombiano destaca como fundamental el tema de la inculturación y la interculturalidad, que lleve a un diálogo y haga superar métodos de misión desde la imposición de parámetros llegados de fuera.
Monseñor Joselito ve en el kairós, “el momento de la salvación, de la liberación”, destacando la importancia de amazonizarse, de “que nos dejemos cautivar por esta realidad que está en peligro”, de vivir la misión como actitud transversal, con “menos estructuras que nos paralizan, que nos meten entre cuatro paredes y más encuentro con el ser humano, con cada persona, con todas las personas, en los diferentes ambientes en que ellos se encuentran”.
“Con el Sínodo se va a visibilizar la manera de ser Iglesia en el corazón de la Amazonía, visibilizar esa manera sencilla, humilde, descomplicada, desestructurada, no aferrada al poder, sino al servicio y a la disponibilidad constante”, afirma el obispo de Puerto Inírida, quien ve fundamental el apoyo de toda la Iglesia en la evangelización de la Amazonía, teniendo como objetivo final un cada vez mayor empoderamiento de los pueblos locales.
Son varios temas a tratar, a ser profundizados, de tal manera que nos lleven a encontrar nuevos caminos para la ecología integral y para la presencia de la Iglesia cristiana católica en la Amazonía. Pienso que uno de los fundamentales es el de la inculturación y el de la interculturización. Ese es uno de los principales porque en primer lugar el bioma amazónico es sujeto de derechos, y cuidar y acompañar todo el proceso de salvaguarda, de protección, de atención de todo el tema amazónico ya es una obra evangelizadora.
Pero las personas, desde el punto de vista de nuestra fe en Dios Uno y Trino, la persona es como la corona de la Creación. Lo expresa la revelación bíblica, especialmente el Salmo 8, cuando habla, “¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies”. El ser humano es la corona, el corazón de toda la Creación, y es por medio del ser humano que el Señor acompaña y cuida de toda la Creación.
El tema de la inculturación está relacionado con los seres humanos que la habitan, con las comunidades allí presentes, los pueblos, los casi tres millones de indígenas que habitan la Amazonía, como los demás pueblos que la habitan, unos treinta y cinco millones. La inculturación tiene que ser ese diálogo entre cada una de las culturas, porque son muchas, entre el corazón del Evangelio con el corazón de cada cultura, ir a lo esencial, ir al centro. La inculturación no son cosas superfluas o no son expresiones puramente externas, sino que tiene que salir, como dice Jesús en el Evangelio, de la abundancia del corazón.
No podemos quedarnos en las ramas sin ir a la raíz, al corazón, a la esencia. Por eso, la inculturación en este contexto de la Amazonía, es un diálogo que debe realizarse entre la espiritualidad cristiana y la espiritualidad ancestral, es un diálogo que debe establecerse entre esas dos espiritualidades. Ese es un trabajo para místicos, el trabajo de la inculturación no lo puede hacer cualquier persona, tiene que ser un trabajo realizado por personas de fe, de mucha fe, personas que se han adentrado a vivir una espiritualidad en su esencia, en las exigencias más auténticas que Jesús, el Hijo de Dios vivo, nos reveló, nos comunicó con su propia vida y con su enseñanza y con todas las exigencias que nos presentó para el discipulado misionero.
El vivir esa experiencia espiritual, sólo la persona que está imbuida o inmersa en ese proceso puede establecer ese diálogo, en primer lugar con los caciques, que son los líderes espirituales de los pueblos indígenas, las personas que más profundamente están conectados con la realidad espiritual ancestral. Con ellos son los primeros con quienes hay que establecer ese diálogo intercultural, la cultura del misionero, del evangelizador, con la cultura y la vivencia espiritual, en este caso, de las comunidades, de los pueblos, representados en primer lugar por los caciques y también por los pajes y las personas que de alguna manera cargan más hondamente la experiencia espiritual de los pueblos indígenas.
Ese es un diálogo a largo plazo, pero que debe establecerse, y a medida que se va ahondando en ello es donde sale a flote toda esa escuela de valores, todos esos valores que so convergentes de la espiritualidad ancestral con la espiritualidad cristiana, para fortalecernos, para establecer como una especie de matrimonio, una especie de comunión entre esas dos espiritualidades, que deben ser una sola, a fusionarlas desde un proceso de diálogo, de encuentro, de enriquecimiento mutuo, de en primer lugar encontrar todo lo que nos es común, de amasarlo juntos como una sola realidad, llegando a encontrar los valores que están en la espiritualidad ancestral de los pueblos, que están en el Evangelio pero habían sido promovidos de la manera que deberían estar siendo promovidos desde su inicio.
Con la espiritualidad cristiana abrazar esos valores ancestrales que allí están, que los debe acoger y de esa manera enriquecer la espiritualidad cristiana y la experiencia de fe. En el diálogo ellos también poder unirse a la posibilidad de encuentro de valores nuevos de la fe cristiana, que no están en la espiritualidad ancestral, pero que son valores que van a enriquecer la espiritualidad ancestral de los pueblos indígenas. Que ellos también puedan acogerlo y de esa manera enriquecer esa espiritualidad.
A la vez el proceso de depuración de la cultura desde la espiritualidad cristiana, de algunos valores que son inamovibles, son perennes en nuestra espiritualidad cristiana, pero que hay unos contravalores en la cultura ancestral. Entonces la necesidad de depurarlos y de acoger los valores del Evangelio. Desde el punto de vista de la espiritualidad de los pueblos indígenas, ver como algunos de ellos depuran la presentación del corazón del Evangelio al que va a evangelizar, por ejemplo el individualismo, que es muy de la cultura occidental, dejarse depurar por el valor de la comunitariedad, del sentido de la comunidad, de la fraternidad, que está tan vivo y tan real en los pueblos indígenas.
El propio Instrumento de Trabajo, en el número 39, habla sobre la necesidad de aprender a partir del diálogo entre la espiritualidad cristiana y los credos y religiones amazónicos. ¿Existe realmente esa actitud en la misión de la Iglesia hoy en día en la Amazonía?
Yo diría que debe haber casos especiales, yo no podría juzgar uno a uno los casos, pero sí consideraría que la tendencia nuestra muestra que hemos estado dejándonos influenciar por una cultura demasiado pragmática, que lleva más a la parte de la acción, de un desarrollo como muy mal enfocado. Existen elementos que llevan a que veamos las cosas como muy superficialmente. Que haya un proceso serio todavía no he escuchado experiencias, aunque sí sé que las hay, no he escuchado de personas que lo hagan de una manera consciente, sistemática.
Alguien compartía ahora en un encuentro en Brasil sobre unas religiosas que estuvieron cincuenta años con un pueblo indígena e hicieron un acompañamiento interesantísimo a esas comunidades, que llegaron a un punto en que ya se estableció ese diálogo bien profundo, de corazón a corazón, de las dos espiritualidades. Experiencias como esas las hay, yo creo que son varias, pero desafortunadamente no es el común denominador, no es la realidad predominante, a donde debe llevar este nuevo camino que nos está exigiendo la presencia evangelizadora de la Iglesia en la Amazonía, hacer el camino de una manera más comprometida, más generosa, más sistemática, más auténtica. En esa línea de ese diálogo, de esa inculturación, plantear ese diálogo de corazón a corazón, como un camino de santidad, que no es un camino para hacer las cosas más breves, más cortas, sino llegar a la santificación del ser humano.
¿Podríamos decir que esa falta de apertura a la interculturalidad, al diálogo, al reconocimiento de las espiritualidades amazónicas, es uno de los elementos que están en el fondo de las críticas que han surgido a respecto del Instrumentum Laboris por parte de algunos medios de comunicación, de algunos sacerdotes y obispos?
Puede ser una gran razón o causa por la cual se está presentando toda esa crítica. Los que hemos sido enviados a realizar esta misión, esta evangelización en estos lugares, hemos caído fácilmente en implantar o transportar estructuras de los lugares desde donde vamos, nos llevamos una manera de hacer las cosas. La otra razón es que un proceso de inculturación serio implica mucha disciplina, mucha dedicación, mucha oración, es un deseo de estar de verdad, de corazón, comprometido con este servicio.
Desafortunadamente caemos a veces en que queremos resultados inmediatos. Hay gente que llega con mucho entusiasmo, con mucha dedicación, un ejemplo lo tenemos en Inírida en una comunidad que llaman los piaroas, que son dieciocho comunidades, dos en el departamento del Bichada, en el Vicariato de Inírida y el resto por el lado del Vicariato de Puerto Ayacucho, en Venezuela. Estas comunidades en los últimos treinta años han intentado hacer su propio plan de vida desde la espiritualidad ancestral del pueblo piaroa, ir ahondando paso a paso hasta llegar a establecer un plan de vida con los pilares de la cultura ancestral.
Resulta que esos intentos han sido fallidos, ha habido una hermana que lo está acompañando en los últimos tiempos y decía que ella ya sabía de cuatro intentos fallidos, que han empezado, llegan hasta cierto punto y se van. Este último lo han tomado muy en serio y nosotros desde el vicariato también. Hace cuatro o cinco años que se está avanzando en ello y ya se empiezan a notar los frutos. Después de cinco años apenas empiezan a brotar los frutos de todo ese proceso que se va llevando, es muy lento.
Lo positivo de este intento es que ha habido perseverancia y ha habido una alta participación. Esa alta participación se debe primero a esta hermana, Marta, que vive allí. Antes de morir el cacique de la comunidad de Sarrapia, en ese momento no había sucesor para él, convocó a toda la comunidad y dijo, mientras no hayan elegido el nuevo cacique, esta hermana es la que los va a acompañar y liderar espiritualmente. Dio una autoridad grandísima a esta hermana y ésta ha sido también una clave, porque ella ha podido mantener esa seriedad, ese compromiso, la congregación le ha colaborado, nosotros del vicariato le hemos colaborado desde todos los aspectos, económico, moral, enviándole personal, ayudándole en todo lo que ella requiere.
Se ha avanzado y se va haciendo camino, pero eso implica que se necesita primero una seriedad muy alta de parte nuestra que acompañamos, porque cuando nosotros no vamos se empiezan a dispersar y se acabó. En este caso, que hemos estado siendo consistentes en el acompañamiento, se nota el progreso que se ha dado y ya de hecho se empiezan a celebrar algunos pasos de ese proceso que nos va llenando de mucha motivación y vamos viendo que de verdad vale la pena eso que están haciendo.
En ese sentido, usted que habla de esa medida diferente del tiempo, en el Instrumentum Laboris aparece el tiempo como kairós, como tiempo de gracia, ¿cómo asimilar este kairós amazónico desde la Iglesia universal, desde la Iglesia occidental?
El kairós es el momento de la salvación, de la liberación, y yo siento que esta experiencia de la Amazonía que Dios ha hecho a través de nuestro Papa Francisco para que nos amazonicemos, que nos dejemos cautivar por esta realidad que está en peligro, que es el pulmón, que es el alma de todo el Planeta Tierra, y que necesitamos despertar a esta realidad. Este es el kairós, que es una invitación no solamente a la Iglesia que está en la Amazonía, sino a la Iglesia universal, a que tenemos que replantearnos toda la manera de ser Iglesia y de vivir una experiencia misionera.
Como el Papa Francisco nos dice, lo transversal es la misión, es estar saliendo de nosotros mismos e ir al encuentro del otro, ese estar siempre en actitud de que menos es más, menos consumismo y más simplicidad, más generosidad, más entrega, más dedicación al servicio de los otros. Menos estructuras que nos paralizan, que nos meten entre cuatro paredes y más encuentro con el ser humano, con cada persona, con todas las personas, en los diferentes ambientes en que ellos se encuentran. Menos ropajes y menos cosas que de repente nos distancian, nos diferencian de las personas y más simplicidad en nuestra manera de vivir, de relacionarnos y de estar presentes en el corazón de la sociedad.
Es una invitación a vivir de una manera nueva, de ser Iglesia en el corazón de un mundo que cada día se seculariza más y que el sistema tradicional de Iglesia ya no le dice nada. ¿Cómo salir de ese sistema tradicional al que nos hemos agarrado tanto y que nos impide desestructurarnos, nos paraliza y nos impide ser capaces de meternos en el corazón de la gente? Por ejemplo, lo que hizo Monseñor Gerardo Valencia Cano, un obispo que estuvo dieciocho años en Buenaventura pero que antes estuvo en el Vaupés, trabajó con los indígenas. Este hombre aprendió a vivir su ministerio episcopal desde la simplicidad del hermano, que se pone el overol y se va a trabajar con el pueblo, que escucha las problemáticas del pueblo, que llegaba a una tienda y se metía a ayudar a vender a las señoras mientras conversaba con ellos.
Alguien llegaba a pedirle que no tenía esto o lo otro, cogía su propio colchón, lo entregaba y dormía en el suelo, una manera de completamente salirse de esa estructura de la jerarquía, una manera de vestir, una manera de estar ahí y hacer esto y lo otro. Estar metido en el día a día, en el corazón de cada persona. Ese tipo de vivencia de nuestra fe tiene que ir en esa línea para poder decirle a la sociedad de hoy. Muchas personas no llegan hasta nosotros porque seguimos en nuestro viejo esquema, en nuestra vieja manera de hacer las cosas, tenemos que salir de ello y hacer las cosas más simples.
Todo lo que usted está diciendo me trae a la memoria la figura del Padre Bolla, un salesiano que vivó durante cuarenta años con los achuar en Perú desde esa perspectiva y también nos remite a la Iglesia del Papa Francisco, una Iglesia que no quiere apoyarse en grandes estructuras, en ceremonias fastuosas, en la amistad con los poderosos, y que es un poco la forma de ser Iglesia en muchas regiones de la Amazonía. ¿Cómo trasladar eso y convencer a la Iglesia occidental sobre la necesidad de vivir de esa forma, a partir de la realidad, en este caso de la realidad amazónica?
Creo que el primer elemento es que con el Sínodo se va a visibilizar la manera de ser Iglesia en el corazón de la Amazonía, visibilizar esa manera sencilla, humilde, descomplicada, desestructurada, no aferrada al poder, sino al servicio y a la disponibilidad constante, pensando siempre en como mejor prestar un servicio más en pro del bien común y del empoderamiento de los pueblos y de las comunidades. Visibilizar ese tipo de Iglesia, ya de alguna manera puede mandar un mensaje poderoso a los que están metidos en esas estructuras, ese puede ser un elemento valioso.
El segundo elemento, que también sería de gran ayuda también, el Papa Francisco está invitando, y yo creo que ahí está el punto, que no solamente sean los obispos que están en esta región los que se envuelvan con el tema de la Amazonía, sino que sean todas las conferencias episcopales, que no se le deje sólo a los que estamos allí, sino que de verdad se asuma por todo el episcopado. A nivel local, nosotros en Colombia, los quince obispos que estamos en la Amazonía, si logramos llegarle al corazón a los otros sesenta, somos setenta y cinco obispos encargados de jurisdicciones, y en el Brasil los sesenta y algo le llegan a los otros tres cientos o casi cuatrocientos, si en los nueve países que forman parte de la Amazonía, si lográramos llegar a las conferencias de esos nueve países, eso es un logro.
Yo creo que eso es posible si nosotros seguimos en ese mismo espíritu, a través de un proceso de conversión profunda y de tomar este llamado de este sínodo a un verdadero kairós para la Iglesia, y no solamente para la Iglesia presente en la Amazonía, sino para la Iglesia universal.
¿Qué es lo que usted espera para su ministerio episcopal, para la vida del Vicariato de Inírida, para la vida de la Amazonía, del planeta, de la Iglesia universal, de este sínodo?
En primer lugar espero que me ayude a descubrir que no soy una persona aislada en medio de esta realidad tan lejana, tan vasta, tan extensa como es la Amazonía. Lo primero es encontrar esa comunión, esa solidaridad, ese apoyo espiritual, ese apoyo desde las experiencias, riquezas que se han ido realizando en otros lugares, poder aprender de todos ellos, de los elementos que nos van a servir para hacer mejor nuestro trabajo allí donde estamos. Ese es un primer elemento, poder fortalecer ese sentido de la universalidad, de comunión con todo el universo de la fe cristiana y esa solidaridad con todos los retos que plantea el estar presente en la Amazonía.
Un segundo elemento es también ese apoyo desde el punto de vista de la denuncia. Uno de las grandes dificultades cuando trabajamos desconectados con el resto es que a veces denunciamos una situación de injusticia o una situación de atropello de los derechos humano, o el extractivismo minero. Estas realidades que hay que denunciar, cuando lo hace uno sólo, la fuerza de la palabra no es tan grande como cuando se siente el apoyo de toda una conferencia episcopal o de toda la Iglesia universal, va tener una fuerza mucho más grande, al sentir ese apoyo, para poder decirles esa palabra con mayor fuerza, esa palabra profética poder expresarla con mayor vehemencia, con mayor audacia, porque se sabe que no se está sólo.
Aunque sabemos que Dios está con nosotros y siempre va a estar con nosotros, pero tener también ese apoyo de la Iglesia universal en la denuncia de todas estas realidades es también muy importante. Ese apoyo que se va a poder conseguir con ese trabajo que se nos muestra, que se va desarrollando y que se va a completar después del Sínodo, porque la etapa más importante es la que viene después del Sínodo, que es llevar a la realidad todas esas decisiones para el bien de nuestra presencia evangelizadora en la Amazonía.
Otro aspecto que espero también es el apoyo a nivel de personal, de personas que de pronto no tenían ni idea o que al compartir todas estas experiencias van a sentirse motivadas a prestar un servicio a la misión, un servicio a la Amazonía, de estar allí desde sus realidades y desde su perfil profesional poder aportarle también a este cuidado y atención de los pueblos indígenas, de los pueblos que la habitan, como también del medio ambiente. Llegar al mayor número de personas posibles y atraerlas a prestar un servicio en estas esferas de nuestro territorio mundial, universal, y sobre todo de la Amazonía.
Un cuarto aspecto sería también el apoyo económico, porque para poder sacar adelante iniciativas, proyectos que lleven al empoderamiento de los pueblos, se necesitan recursos que nos puedan prestar ese apoyo. Tanto la Iglesia como a nivel del mundo, personas filantrópicas que estarían dispuestas a apoyar proyectos de empoderamiento de estos pueblos, de estas comunidades, de proyectos y programas que vayan en pro de la defensa de la Amazonía y del cuidado y atención de los pueblos que la habitan.
Uno de los aspectos más destacados en el proceso sinodal ha sido la escucha a los diferentes pueblos de la Amazonía, ¿cuáles son los desafíos que se le presentan a la Iglesia de la Amazonía en vista del Pos sínodo, que usted dice que es un momento de gran importancia? ¿Cómo lo discutido en la asamblea sinodal puede ser llevado de vuelta para enriquecer la vida de los pueblos?
Siento que en ese proceso de escucha lo que se ha ido encontrando es que no hay manera de contribuir en el desarrollo integral de unos pueblos sino es a través de que ellos mismos sean los gestores de su propio proceso, que ellos mismos se hagan responsables de su propio desarrollo integral. En la primera experiencia que tuve en África, en la parroquia, decíamos que los misioneros somos como la llanta de repuesto y ustedes son el carro con sus cuatro llantas. Si se llegan a pinchar las llantas, estamos allí para servirles de apoyo mientras reparan la llanta, pero inmediatamente de reparar, ustedes continúan. La idea es que ustedes sean los que lleven adelante todo el proceso de desarrollo, de evangelización, que se empoderen en todas las áreas de su existencia.
Esa es la línea que tenemos que trabajar, cuando se parte de la escucha, lo que debemos hacer es un acompañamiento y no hacer cosas, no atraer megaproyectos y construir edificios que se convierten en elefantes blancos. Acompañar procesos, proyectos como la soberanía alimentaria, de seguridad alimentaria, de salud integral, de educación con su metodología propia, a partir de un diálogo, de un enriquecimiento mutuo. Que todo sea hecho por ellos, que nosotros estemos allí para darles ese acompañamiento, ese empoderamiento, para ser esa llanta de repuesto en caso de que en algún momento pasen por situaciones en que necesiten de un apoyo puntual. Que el proceso completo lo lleven adelante ellos, desde el inicio hasta el final.