Comentario al Evangelio del XII Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “No hay misión sin esta posibilidad de dejar las seguridades de la orilla que conozco para ir a la otra”

Monseñor Oscar Ojea
Monseñor Oscar Ojea

“Ir a la otra orilla, es también ir a lo desconocido, es crecer, es dejar lo propio, dejar las afinidades, dejar el lugar donde me siento cómodo para poder lanzarse a la misión”

“Calma las tempestades de nuestro corazón, nuestra desesperación, nuestra confusión, nuestro no saber a dónde vamos, nuestra dispersión”

En el décimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Óscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, inició su reflexión destacando que “Jesús invita a los apóstoles a cruzar a la otra orilla”. Para el obispo, “esta frase ‘ir a la otra orilla’, es tan propio de la Iglesia en este momento. La Iglesia que prepara un sínodo, la Iglesia que trata de inculturarse en el mundo actual para poder entregar mejor el Evangelio, entonces trata de poner en acción todos los canales de participación, especialmente del laicado para poder incidir a nivel de decisiones sobre el destino y el futuro de la Iglesia, guiada siempre por el Espíritu”.

Mar en tempestad

Ir a la otra orilla 

Igualmente, Ojea destacó que “Ir a la otra orilla, es también ir a lo desconocido, es crecer, es dejar lo propio, dejar las afinidades, dejar el lugar donde me siento cómodo para poder lanzarse a la misión”. Eso porque “no hay misión sin esta posibilidad de ir a la otra orilla, dejar las seguridades de la orilla que conozco para ir a la otra. Los apóstoles lo acompañan, aunque hay otras barcas también, no es la barca de la Iglesia, sola hay otras barcas también acompañando en la orilla esta estadía”.

El presidente del Episcopado Argentino mostró que “Jesús va con ellos y de pronto aparece una de esas tormentas propias del mar de Galilea, tormentas furiosas, inesperadas. Habían salido pensando, con entusiasmo, cómo llegar a la otra orilla y, sin embargo, se encuentran temerosos. La barca se llena de agua, se desesperan y mientras todo esto pasa, ellos llenos de temor, de angustia; el Señor está durmiendo, entonces fijémonos en esta parte del Evangelio. Los apóstoles no le piden que detenga la tormenta, no le piden ser ayudados como tanta gente sencilla en el Evangelio; le piden a Jesús una curación y se lo piden con fe”.

Los apóstoles le reprochan ser abandonados

En esa situación, en palabras de Ojea, “los apóstoles le reprochan un abandono, le están diciendo: ‘No te importa que nos ahoguemos, no te importa de nosotros, no pensas en nosotros’. Es la demanda que muchas veces tenemos con nuestros seres queridos. Es como decir, vos tenes la culpa, vos miraste para otro lado. Cuando en nuestra vida aparece un sufrimiento muy grande nos enojamos con Dios, nos enojamos profundamente; creemos que nos ha abandonado”. 

“El Señor, que se pone de pie y e impone al mismo tiempo silencia a la tormenta, calma la tempestad. En el mundo judío el mar era la sede de todo lo monstruoso, lo desconocido. En el mundo mítico el mar aparece siempre con como el lecho de todo aquello que cobija el mal y el Señor impone silencio al mar, calma la tempestad; también calma las tempestades de nuestro corazón, nuestra desesperación, nuestra confusión, nuestro no saber a dónde vamos, nuestra dispersión”, destacó el presidente del episcopado argentino.

Finalmente, afirmó que “el Señor es la paz, él es la paz. ¿Y, qué nos pide? La fe. La fe vence al miedo”, recordando las palabras de Jesús en el texto evangélico: “Por qué tienen miedo por qué no tienen fe”. Para el obispo, “esa fe que es salir de uno mismo para entregarse confiadamente al Señor; como la fe de la Virgen, una fe abandonada, arrojada en Dios, solo puede reubicarlos en el eje de poder ir a la otra orilla con confianza para poder rearmarnos habiendo pasado por un sufrimiento largo y de esta manera poder servir mejor a los hermanos y vivir la alegría del Evangelio”.

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