“El séptimo día es de reposo consagrado a tu Dios. No hagas trabajo alguno en este día, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo o tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que viva contigo porque el Señor hizo en seis días el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descansó el día séptimo” (Ex 20, 10-11).
Dios en este pasaje nos pide de obrar como él obró, pero no de obrar como creadores, sino para parecernos a él que el séptimo día descansó. Mandato excelente para los holgazanes, pero alerta los otros seis días de la semana
Dios creó, que es una forma inimitable de trabajar. Actualmente hay muchos que este mandamiento les parece irrisible y sus jornaleros no tienen un día de descanso. Su idea es producir y producir. Es aquello de la antigua película de Charlie Chaplin, “Los tiempos modernos”.
También hay cristianos que tienen esto mismo metido en la cabeza y cuando no somos capaces de producir somos descartados, somos inservibles.El trabajo dignifica pero hay que ponerle un límite. Todos los extremos son malos: Actividad desenfrenada y vagancia. Hay que saber encontrar una razón a la producción. Hacer como el Creador que puso un límite a su acción. Texto: Hna. María Nuria Gaza.