Imponer las manos

Manos
Las manos de una persona enseñan muchas cosas, sirven para tocar, manipular, para expresarse, comunicarse, acariciar, amar y para sanar. Aunque parezca algo irreal, lo cierto es que es así, nuestras manos tienen posibilidad de muchas oportunidades y posibilidades. A veces cuando hablamos no dejamos de mover las manos para dar más fuerza y firmeza a lo que estamos explicando; cuando queremos expresar cariño, acariciamos la mano de otra persona o su mejilla… podríamos decir que somos poseedores de una gran riqueza porque, además, con nuestras manos somos capaces de sanar, de curar el mal del otro gracias a ese amor que mostramos a través de las manos.

En el Evangelio que nos habla de la hija de Jairo vemos cómo Jesús hace una curación. Jairo sabe y confía, está convencido de que, imponiendo sus manos, la niña se salvará y vivirá. Vemos que aquí interviene también el factor de la fe, de creer en la otra persona, de querer al otro, pero es cierto que Jesús impondrá sus manos porque quiere que la niña siga viviendo, porque ama la vida y porque todos confían en Él. Los milagros más sorprendentes los hacía Jesús, pero no podemos menospreciar que también nuestras manos sanan por amor, cuidan, acarician, son pacientes, acompañan… y eso, aunque de otra forma, es el milagro de “levantar” al otro, de ayudar a vivir a personas que necesitan apoyo.

Si estudiamos a algunos exégetas, vemos cómo nos presentan e interpretan la Palabra diciendo que esta niña que tiene doce años representa a Pueblo de Dios, al igual que la mujer que sufre flujos de sangre, y encontramos en el mismo Evangelio, que llevaba enferma doce años también. De alguna manera somos representación de estos personajes porque como la niña o la mujer enferma a veces creemos morir o enfermar cuando tenemos mucha vida.

Seamos creadores de vida, dadores de vida, usemos nuestras manos y corazón para ello porque podemos hacer mucho por los afligidos, los que se encuentran mal y experimentan soledad y tristeza. “Levantemos” al caído y demos amor al que se siente desplazado. Texto: Hna. Conchi García.
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