Fe... Jesús llama a Pedro a caminar hacia Él
Siguiendo a Pedro, nos hundimos cuando permanecemos fijados en nosotros mismos, en nuestro mundo y en todo aquello que nos acompaña, dándole la mayor importancia. Nos salvamos cuando nos fiamos de Dios, que siempre, aun en la tempestad oscura nos tiende su mano salvadora.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Este fragmento evangélico, Mt 14, 22-26, nos narra con detalle el encuentro de Jesús con sus discípulos en medio de la noche, ya tarde Jesús va al encuentro de sus discípulos caminado sobre el agua embravecida por la tempestad.
Pedro que siempre nos es presentado como el más espontáneo en el grupo de los doce, le pide a Jesús ir hacia Él como una comprobación de que no estaba enfrente de un fantasma.
Jesús le tiende su mano y Pedro camina sobre el agua al encuentro del Maestro, pero de repente Pedro se hunde y Jesús cogiéndole de la mano le conduce a la barca.
Es un pasaje que hemos leído y meditado muchas veces, sin embargo hace unos días en una homilía se me presentó una forma de leer este acontecimiento que nunca había pensado, pero que subrayan la fuerza de la fe y la confianza puesta en el Maestro o las consecuencias que podemos vivir cuando aunque sea por un breve momento prescindimos del Señor y ponemos la confianza en nosotros mismos.
El evangelista nos dice que Pedro, mientras camina hacia Jesús tiene su mirada puesta en el Maestro, confía en Él y de repente parece que se da cuenta de cómo sus pies están mojados y quizás siente el agua demasiado fría, la noche es oscura y quizás no es fácil distinguir la figura del Señor. Con esta experiencia la mirada de Pedro ya no se centra en el Señor y se hunde en el agua oscura de la noche.
Siguiendo a Pedro, nos hundimos cuando permanecemos fijados en nosotros mismos, en nuestro mundo y en todo aquello que nos acompaña, dándole la mayor importancia. Nos salvamos cuando nos fiamos de Dios, que siempre, aun en la tempestad oscura nos tiende su mano salvadora.