Adviento... Levantemos la cabeza
Levantemos pues la cabeza para mirar no solo hacia lo alto, algo que nos puede llevar a soñar sin sentido, sino hacia el horizonte, el propio horizonte de cada persona, como aquella meta vislumbrada y que aún nos es posible alcanzar, si es cosa de Dios, con nuestro esfuerzo, y las quizás breves y pequeñas metas que cada uno nos trazamos día a día empujados por la vida misma.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Vamos entrando en el tiempo de Adviento, tiempo frio, gris, a ratos lluvioso y que parece triste. Sin embargo, lo iniciamos con la esperanza puesta en la celebración ya cercana de la Navidad que va a modificar nuestras expectativas y nuestros modo o color de ver el limitado mundo que nos rodea.
Pero antes de que llegue la Fiesta, muchas cosas caerán, deberán ser modificadas y si son ciertas engendrarán dolor.
San Lucas en su evangelio, siempre teñido de alegría y esperanza, nos invita a no perder la calma, y así en el capítulo 21, 28 encontramos esta breve invitación a levantar la cabeza, porque nuestra salvación está cercana y seremos liberados del mal y el sufrimiento.
Levantemos pues la cabeza para mirar no solo hacia lo alto, algo que nos puede llevar a soñar sin sentido, sino hacia el horizonte, el propio horizonte de cada persona, como aquella meta vislumbrada y que aún nos es posible alcanzar, si es cosa de Dios, con nuestro esfuerzo, y las quizás breves y pequeñas metas que cada uno nos trazamos día a día empujados por la vida misma.
Miremos hacia el cielo y dejemos de ver solo el gris y triste suelo embaldosado por nuestras propias mezquindades, para que el sol nos ilumine el rostro y el alma, que nos de fuerza y calor para proseguir el camino de cada vida.
Así movidos por la esperanza, animados por la fe y empujados por la constancia, con la gracia de Dios nuestra meta ahora limitada y débil se irá perfilando cada vez más claramente en el horizonte que levantando nuestra cabeza intentamos vislumbrar.