Suscipe me, Domine
Al mirar este largo recorrido, veo en todo su mano, tanto en las horas bajas como en las de una alegría profunda. Como decía Santa Teresita, todo es gracia. He tenido la posibilidad de convivir con hermanas de diversos países desde mi noviciado y esto me abrió a muchas culturas distintas a la mía, a intentar comprender sus mentalidades. He podido palpar la miseria humana; a tener contacto con la infancia desvalida; a convivir con la juventud con todo el frescor y fuerza de sus años, sus ilusiones y esperanzas. De relacionarme con la vejez, de poderles escuchar cuando ya no les queda casi nadie en este mundo con quien comunicarse.
De conocer lugares de frontera donde se encuentra la Congregación y ver como las hermanas luchan y se desviven para ayudar a que los pueblos puedan ponerse en pie, a darles a conocer que Dios los ama. Ver la labor sencilla y escondida de muchas hermanas que con su trabajo silencioso, hecho con mucho amor, sostiene a tantas otras que se encuentran en la brecha. Siempre me ha impresionado mucho su auténtica santidad, estoy convencida que éstas son las que ayudan más a que llegue el Reino de Dios. He podido ver los desastres de la guerra y el odio, en el Salvador, en el Líbano, en Irak. De cómo el egoísmo, la ambición, la injusticia llevan a la ruina y al sufrimiento a tantos millones de personas y a sus países en los cuales los ciudadanos de a pie, no han tenido ni arte ni parte en los enfrentamientos bélicos.
Hay muchas páginas escritas en este día jubiloso, hoy las pongo todas ante el altar. Hace 50 años era como un libro en blanco que ponía ante el Señor, Él ha ido escribiendo. ¡Gracias Dios mío por lo que me has concedido vivir!Texto: Hna. María Nuria Gaza.