El milagro de Lourdes no está en las curaciones milagrosas sino en la aceptación de las dolencias de los enfermos que acuden a este santuario de Nuestra Señora.
Siempre recordaré con emoción el regreso de Lourdes de un enfermo incurable en un barrio periférico de Barcelona. Cuando se sabía que Aldea regresaba de su peregrinación de Lourdes, que financiaba la Hospitalidad de Lourdes, todo el barrio acudía a recibirle, la voz corría: “Ya llega Aldea”. El hombre llegaba con los mismos achaques con los que había partido, pero su semblante se había transformado.
Por mediación de María, la madre de Jesús, su semblante irradiaba paz, la conformidad con su enfermedad era un testimonio viviente para todos los vecinos.
He leído el testimonio de una enferma probada con dolores y dificultades que vive su fe en medio de sus dolencias:
“Él sabe de mi corazón, lo conoce muy bien. Deseo morir y me alegra porque sé que se va acercando el día. Por un lado estoy triste, pero al mismo tiempo doy gracias a Dios, porque se acerca el momento de verle, verle. Lo necesito. Estoy muy mal, pero me alegra saber que Jesús me espera, lo sé. No se trata de aceptar porque sí, es querer lo que Dios quiere, entregarse a su voluntad”. Texto Hna. María Nuria Gaza.