Las bodas de Caná... El milagro invisible
Nadie conoce el milagro de principio a fin: unos saben del agua vertida en las pilas, algunos captan que el mejor vino servido casi al fin de la fiesta es mejor, pero nadie sabe cuál es el origen de este vino nuevo y bueno.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
¿Alguien pudo ver lo que ocurrió en el milagro ocurrido en la Bodas da Caná?
En la mayoría de milagros de Jesús recogidos en los evangelios siempre hay algunos testigos presenciales que narran cuanto ha sucedido o el mismo Jesús establece con la persona que será sanada un diálogo, aunque sea breve, y el hecho del milagro ocurre en presencia de testigos que puedan dar fe de ello. Conocemos algunos gestos o palabras de Jesús: le manda estirar el brazo, le pone barro en los ojos, los dedos en las orejas, y tantos etcéteras, o con sus palabras inicia un camino hacia el milagro: quiero hospedarme en tu casa, mujer por qué lloras, hizo parar el féretro, y se nos añadiría un largo etcétera si quisiéramos recopilarlos todos.
En el milagro de las bodas de Canaán, narrado en el evangelio de San Juan 2, 1-12, parece que Jesús no tiene ganas de hacer ningún milagro, ni ningún gesto de ayuda hacia los novios que le habían invitado, pero la Madre insiste, María con el deseo de que los jóvenes puedan empezar su nueva vida sin convertirse en el centro de la crítica de tantos invitados, les dice a los sirvientes que “hagan lo que Él les diga”, y aquella agua con la que llenan las picas será ya convertida en vino. Nadie conoce el milagro de principio a fin: unos saben del agua vertida en las pilas, algunos captan que el mejor vino servido casi al fin de la fiesta es mejor, pero nadie sabe cuál es el origen de este vino nuevo y bueno.
Y a veces también nos ocurren esos milagros de los que solo captamos una parte quizás el final, pero no el proceso, ni el origen de la acción suplicante, pero sabemos que si alcanzamos una meta es por la acción salvadora de Dios.