Las pasiones

Pasiones
El cardenal Tomás Spidlík decía que lo que en la vida se repite a menudo pasa a ser costumbre. La costumbre después, como suele decirse se convierte en camisa de hierro. La costumbre en el bien es virtud y nos hace perseverar en la senda de la perfección. La costumbre en el mal es pasión en el mal sentido de la palabra. También ella nos hace perseverar, es una inclinación al mal, por lo que esclaviza nuestras facultades creadas para tender al bien.

Es cierto que es muy difícil ayudar a quien es esclavo de una fuerte pasión. Las experiencias de la vida cotidiana no son alentadoras. Con frecuencia nos encogemos de hombros diciendo: “¿Qué podemos hace con él? Es un alcohólico, es un colérico, es un vicioso”. Es lo que dice Pablo: “No hago lo que quiero. Sino que hago lo que no quiero. ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? Solamente Dios a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo (Ro 7, 24-25).

Así que nunca podemos decir con este no hay nada que hacer. Lo que no puede el hombre lo puede Dios. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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