Los remiendos

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En el evangelio de San Mateo se recoge una expresión de Jesús que en ciertos momentos utilizamos quizás sin pensar demasiado en toda la fuerza que reúne el texto y en todo el sentido que podemos hallarle. De acuerdo con el texto de San Mateo, en el capítulo 9, Jesús dijo “no puede ponerse un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo, porque el remiendo tira del vestido y el roto acaba siendo peor”.

Es cierto que todo cuanto usamos se nos va gastando, envejeciendo, como nos gastamos y envejecemos también las personas, y quizás igual que las cosas, también las personas necesitamos remiendos. Pero poner un remiendo es un arte, y no todos sabemos realizarlo de forma adecuada. Poner un remiendo requiere una buena dosis de delicadeza. Corregir un roto, enderezar un mal gesto, disimular un desgaste excesivo, solo suele hacerse bien si se realiza con cuidado y atención.

Si cuando remendamos una tela, debemos tener en cuenta no sólo el color y la calidad del tejido, sino también la resistencia y la fuerza de la tela que se une a la vieja, para evitar que el daño sea peor, cuando una persona necesita un “remiendo” también debe tenerse en cuenta su capacidad para recibir el nuevo impulso, su disponibilidad para ser ayudado, su capacidad de acoger aquello que se pretende transmitir con la luz y la gracia que llega del mismo Señor a través de la persona que, acercándose, intenta remendar cuanto la vida de cada uno ha podido ir rompiendo, para reconstruir la ilusión de una vida puesta al servicio de los demás. Texto: Hna. Carmen Solé.
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