“El que no tenía pecado se hizo pecado por nosotros” (2Co 5,21). Desde esta perspectiva el salmo 37 podría ser la oración de Jesús durante su pasión.
“Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera” (v 2). Ésta bien podría ser la súplica de Jesús camino del Gólgota. Pocos se compadecían de su condena a muerte; había sido escarnecido por la soldadesca, el pueblo había gritado: “Crucifícalo”; los que habían admirado sus milagros han desaparecido.
“Mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas,… estoy agotado deshecho del todo” (v 5-9). Bajo el peso de la cruz y agotado por los tormentos que le habían afligido, Jesús camino del Calvario está extenuado, de tal manera que debían temer que no llegaría hasta el lugar del suplicio, así que obligaron a Simón de Cirene que llevara la cruz junto a Jesús.
“Mis amigos y compañeros se alejan de mi” (v 12). Esto es lo que hicieron los discípulos en el Huerto de Getsemaní. Todos lo abandonaron al ver la guardia que se acercaba para prender a Jesús.
“En ti Señor, espero” (v 16). Jesús dando un fuerte grito dijo:
“Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lu 23,46). Dicho esto expiró.
Junto a Jesús oremos con este salmo por todos los sufrientes de nuestro mundo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.