A solas con Dios
Un corazón que está tocado por la Palabra termina siendo un corazón orante, decía Mazariegos en uno de sus libros, es decir, llega a ser un corazón en comunicación amorosa con Dios.
Los momentos de silencio, de búsqueda de Dios, son los que acaban siendo los más importantes en la vida de la persona, aunque no haya sentido nada “celestial”, sí que ha realizado el esfuerzo, e incluso el silencio ha sido capaz de hablar. Por eso, la oración es un camino de búsqueda, de encuentro y de peregrinación hacia el Absoluto, hacia algo que sale fuera de nosotros pero que sabemos y sentimos que está cerca.
Desde lo personal, puedo afirmar que la oración hecha desde la sinceridad y la profundidad del corazón, da paz, serenidad y confianza en uno mismos y en los otros. Estar a solas con Dios, es encontrarse con uno mismo y descubrir poco a poco que no estamos solos, es abrir los ojos y la vida a una realidad de verdad, de no construir fachadas, al contrario, de destruirlas para llegar al fondo de las cosas. A solas con Dios… nos ayuda a ser uno mismo, lo que somos, pero para ello hemos de dejar de lado lo que nos impide avanzar en este sentido. Ser feliz, encontrar nuestro “sitio”, es ser lo que de verdad somos. Texto: Hna. Conchi García.