Carta al President de la Generalitat de Catalunya "Señor Torra: Lo peor que se puede hacer en política es el ridículo"
"Le escribo tras la tormentosa sesión del Parlament català por la detención de un grupo de muchachos que preparaba algún atentado o acción violenta en favor de la independencia"
"Usted ha estado justificando sus lazos amarillos y sus proclamas en la fachada del Palau de la Generalitat, cuando le obligaban a retirarlos, apelando siempre a la libertad de expresión. Pero resulta que solo usted puede colgar letreros allí"
"Lo más urgente y necesario hoy, no solo entre Cataluña y España sino dentro de la misma Cataluña, es precisamente eso: un diálogo entre las dos mitades, serio, honesto y llevado hasta la extenuación, con el propósito de llegar a algún acuerdo"
"Lo más urgente y necesario hoy, no solo entre Cataluña y España sino dentro de la misma Cataluña, es precisamente eso: un diálogo entre las dos mitades, serio, honesto y llevado hasta la extenuación, con el propósito de llegar a algún acuerdo"
Estimat senyor President:
Le escribo tras la tormentosa sesión del Parlament català por la detención de un grupo de muchachos que preparaba algún atentado o acción violenta en favor de la independencia. Los dos hechos (la aparición del grupo violento y la sesión del Parlament), obligan a una reflexión que ojala sea lo más serena y completa posible.
1. No violencia.- Los independentistas catalanes han declarado siempre su compromiso con la acción no violenta. Algunos del otro lado interpretaron eso como un simple recurso táctico más que ético, porque favorecía el victimismo que ha sido siempre una buena manera de reclutar partidarios para la independencia. Siempre les repliqué que eso “habría que verlo”, y que era un mérito innegable de Catalunya el que, cuando nuestra transición, no cuajara aquí aquel proyecto terrorista que se llamó “Terra lliure”.
No tengo datos hoy para interpretar la aparición de esos nuevos individuos terroristas. Como suele pasar, he oído todas las explicaciones: que son las inevitables minorías radicales que siempre aparecen en cualquier movimiento renovador. O que no se trata de un grupúsculo sino de una acción ampliamente planificada para conseguir una nueva condena y unos presos más, favoreciendo así, otra vez, la indignación de muchos catalanes; y que solo así se explica la facilidad y rapidez con que se declararon culpables…
No entro en interpretaciones, prefiero recordarle una anécdota del gran Gandhi que consiguió casi solo la independencia de la India en tiempos más cerrados que los nuestros. Una vez que Gandhi estaba en una de sus huelgas de hambre, hubo en India un atentado violento pro-independencia. La reacción del Mahatma fue interrumpir su ayuno y declarar que no lucharía por la independencia mientras hubiese la más mínima violencia. Ni siquiera se contentó con decir que era un grupo minoritario e incontrolado. Porque sabía que él era un guía.
Creo que ese ejemplo es el que debió haber seguido el Parlament català y que, por desgracia, no fue así. En la vida hay momentos en que cosas que queríamos que fueran juntos se nos separan y nos abocan a una decisión. Ustedes buscaban juntar independencia y no-violencia y ese grupillo de locos se las han contrapuesto. Frente a ese dilema, y al revés de Gandhi, el sector independentista del Parlament, optó por la independencia. ¿Se dan cuenta del daño que se han hecho? ¿Han oído el chistecillo que ya circula, diciendo que la nueva república, en vez de Catalunya, se llamará CatalETA?
Hay dos principios que me parecen fundamentales en el campo político: el primero es aquel de Terradellas: “lo peor que se puede hacer en política es el ridículo”. Y el segundo viene a decir lo mismo de otro modo: “a una causa buena se le hace más daño defendiéndola mal desde dentro, que atacándola desde fuera”…
2. Desobediencia civil.- Es una conducta moralmente legítima en algunos casos, siempre con la condición de que quien la lleva a cabo asuma de entrada todas las consecuencias legales que esa conducta puede acarrearle. Los objetores de conciencia que acabaron con el servicio militar obligatorio en España, es así como consiguieron su objetivo. Sabían que su cárcel era conforme con la ley vigente y, por tanto, nunca se consideraron presos políticos sino políticos legalmente presos. (Una mención agradecida en este momento para José Luis Beunza).
Por supuesto, hay leyes civiles que pueden ser inmorales (yo defiendo la legalización del aborto aunque creo que es inmoral). Pero entonces lo que habrá que hacer es ver si se debe modificar esa ley; y luchar por cambiarla en vez de tachar de ilegal al castigo. Se puede entender que un juez necesite retener al inculpado para evitar huidas o destrucción de pruebas. Pero esa comprensión debe tener un límite (supongamos unos seis meses) para evitar entre otras cosas que luego la condena sea inferior a lo que fue el tiempo de prisión preventiva. En ese sentido creo que la prisión de los políticos catalanes es hoy injusta, aunque sea legal y aunque no sean ellos las únicas víctimas de esa injusticia y nunca nos preocupamos de esos otros. Toca pues a los gobiernos, de derechas o de izquierdas, facilitar todos los medios para que la justicia pueda ser más rápida: por ejemplo, cargando de impuestos para ese fin a todos los fortunones de este país que no saben qué hacer con su dinero.
3.- Libertad de expresión.- Un dato imprescindible en todas las declaraciones de derechos es que éstos son universales: “todos los hombres”… Así es como comienzan todas esas declaraciones. Ello significa que un derecho que no sea universal no es tal derecho. Pero la actual cultura de la postverdad y la sociedad líquida nos están acostumbrando a llamar derechos a lo que no son más que deseos particulares, quizá legítimos pero no universales. Eso ocurre a veces con el derecho a la libertad de expresión: deja de ser derecho allí donde solo uno o unos pocos pueden ejercerlo. Como ocurría con el derecho al voto cuando solo podían votar los hombres y no las mujeres, o solo los propietarios y no los obreros, tal como sucedía en nuestras “democracias” a comienzos del siglo pasado.
Pues bien: usted ha estado justificando sus lazos amarillos y sus proclamas en la fachada del Palau de la Generalitat, cuando le obligaban a retirarlos, apelando siempre a la libertad de expresión. Pero resulta que solo usted puede colgar letreros allí. Si cualquier otra entidad o persona pudiera colgar en las paredes de ese edificio, sea un lazo morado o una bandera española o lo que se le ocurra, entonces el argumento con que usted se defendía habría sido válido. De no ser así, se está usted poniendo en evidencia innecesariamente.
4.- Diálogo.- A veces he pensado que usted se parece mucho a D. Mariano Rajoy en un punto: cuando invocan el diálogo, los dos lo conciben de la siguiente manera: “diálogo es que el otro haga todo lo que yo quiero”. Por eso es por lo que sus apelaciones al diálogo provocaban cierta risa. Porque apelar al diálogo significa decir: ¨estoy dispuesto a ceder en algo o a dejarme convencer por el otro si sus razones valen”. Y digo esto porque me parece que lo más urgente y necesario hoy, no solo entre Cataluña y España sino dentro de la misma Cataluña, es precisamente eso: un diálogo entre las dos mitades, serio, honesto y llevado hasta la extenuación, con el propósito de llegar a algún acuerdo. Y, si este no se consigue, someterse de antemano al veredicto de algún arbitraje exterior.
En fin señor Torra: como habrá visto no he entrado para nada en el tema de la independencia. No soy catalán y prefiero dejar esto en manos de los catalanes. Pero sí me preocupa la política porque, desde mi óptica cristiana, creo que es fundamental para la convivencia humana y para aquello que Jesús llamaba “reinado de Dios” (o reinado del Bien). He vivido demasiados años, y demasiado bien, aquí en Cataluña, como para poder decir que creo amarla mucho y sinceramente. Por eso me dolería de veras que se cumpliera aquel aviso antes citado de Terradellas: lo peor que se puede hacer en política es el ridículo. Porque lo peor del ridículo es, precisamente, que aquel que lo hace es el único que no se da cuenta de que está haciendo el ridículo.
Un saludo cordial y fraterno a la vez.