"Hermano Müller, solo le pido una cosa: busque diálogo. Largo, repetido, pesado" Carta abierta al cardenal Müller: "Dialogar en vez de criticar"
Hace unos 20 años, usted y Gustavo Gutiérrez publicaron juntos un libro sobre teología de la liberación (Del lado de los pobres) que vino a ser como la canonización definitiva de aquella teología tan denostada por muchos jerarcas.
¿Por qué en lugar de críticas públicas al papa no intenta usted dialogar con teólogos (como su compatriota el cardenal Kasper) buscando llegar a entenderse como con Gustavo Gutiérrez?
Quienes tenemos una cierta información sobre la historia de la Iglesia deberíamos recordar cuántas reformas que en su tiempo parecían imposibles y contrarias a la fe, han acabado luego siendo de lo más normal
Quienes tenemos una cierta información sobre la historia de la Iglesia deberíamos recordar cuántas reformas que en su tiempo parecían imposibles y contrarias a la fe, han acabado luego siendo de lo más normal
| José I. González Faus teólogo
Hermano cardenal Gerhard Ludwig Müller:
Yo no quisiera criticarle como han hecho otros, con argumentos que me parecen serios, y como me piden algunos que haga. Pues siento una gran gratitud hacia usted por algo que la gente conoce poco.
Hace unos 20 años, usted y Gustavo Gutiérrez publicaron juntos un libro sobre teología de la liberación (Del lado de los pobres) que vino a ser como la canonización definitiva de aquella teología tan denostada por muchos jerarcas. Ese libro es fruto de una estancia suya en cursos de teología en Perú, donde discutió mucho con Gustavo y, al final, acabaron entendiéndose: tanto como para poder escribir un libro juntos. Cuenta el prologuista que luego, durante varios años y siendo usted obispo, estuvo pasando semanas en algunos de los pueblos más pobres (y más altos) de Perú compartiendo vida y pobreza con aquellos campesinos.
Todo esto no lo olvidaré nunca. Y me sugiere dos reflexiones muy sencillas:
1.- ¿Por qué en lugar de críticas públicas al papa no intenta usted dialogar con teólogos (como su compatriota el cardenal Kasper) buscando llegar a entenderse como con Gustavo Gutiérrez?
Sabe usted bien que las cosas que critica no son posturas exclusivas de Francisco sino que las comparten muchos teólogos y obispos. ¿No sería entonces más cristiana la búsqueda del diálogo? He visto que usted no firmaba los “dubia” esos de otros cardenales y eso me gustó: porque no me parecían a mí dudas sinceras sino preguntas capciosas[1].
2.- En segundo lugar, quienes tenemos una cierta información sobre la historia de la Iglesia deberíamos recordar cuántas reformas que en su tiempo parecían imposibles y contrarias a la fe, han acabado luego siendo de lo más normal. Desde la resistencia a suprimir la circuncisión para los paganos convertidos (pues era vista como el sello de la entrega total a Dios) y que hoy nos parece ridícula; y Pablo ya advirtió en la primera carta a los corintios que lo que hay que circuncidar es el corazón. O la confesión privada que en el s. V levantó una resistencia tan increíble, porque parecía suprimir el carácter de daño y ofensa a la Iglesia que tiene todo pecado, y hoy, en vez de excesivamente progresista, les parece a muchos conservadora.
Y la prohibición a los católicos de leer la Biblia (porque podía hacer más daño que bien). También la aplicación de los métodos histórico-críticos a la Escritura, que parecía maltratar su carácter de palabra de Dios. Y recuerde la resistencia de Pío IX a entregar los estados pontificios porque no eran suyos sino “de Dios”… Quizá le parezcan fútiles esos ejemplos, pero no los mire desde hoy, sino desde la época en que ocurrieron. Y además, en esos y otros casos, los argumentos de quienes resistían tenían a veces su parte de verdad. Tanto que hoy podríamos decir que alguna vez se ha caído en los peligros que allí se temían. Pero eso no quita para que el cambio fuera necesario.
Por otro lado, y como suele suceder en la historia, si ustedes en vez de dialogar, radicalizan sus posturas, no convencerán a los de enfrente sino que estos extremarán también las suyas, cayendo en los peligros o exageraciones que pueden amenazarlas. Esto pasa en la política (como estamos viendo tristemente entre Israel y Palestina), pero pasa también en el mundo de las ideas.
Por tanto, hermano Müller, solo le pido una cosa: busque diálogo. Largo, repetido, pesado. Pero sabiendo que así se puede llegar a un encuentro como el que tuvo usted con el amigo Gustavo. En Alemania hay teólogos suficientemente buenos como para que ese diálogo sea posible, aunque hayan desaparecido los grandes maestros como Rahner, Metz o Lehmann (y aunque a veces, cuando miro a Alemania, temo que, en vez de seguir el programa de Metz –“Más allá de la religión burguesa”- se estén enclaustrando en una religión burguesa). En EEUU tiene usted figuras como Elizabeth Johnson y Joan Chittister. Si, como parece, habla usted castellano, tiene aquí interlocutores como Jesús Martínez, Javier Vitoria o mis amigas Teresa Forcades y Lucía Ramón (que me parece una gran pedagoga)… Y sin duda hay más nombres que yo ya no conozco, porque la edad me tiene prácticamente fuera de órbita.
Por casualidad, el día en que le escribo esta carta, la liturgia católica propone la carta a los romanos para leer en las eucaristías. Sabe usted como yo que todo el mensaje de esa carta (dirigida a una comunidad muy dividida) es que necesitamos una liberación interior (capítulos 1-8) única que nos capacita para vivir en comunidad (capítulos 12-15). Y esa liberación se consigue desde la confesión de que todos somos pecadores (1-3) y desde la fe el amor de Dios que nos libera de esa necesidad de ser aprobados, reconocidos, “justificados” (4-8). Quizá la Iglesia y el mundo necesitan hoy una buena relectura de aquella carta.
Permítame además, antes de concluir, citar algunos criterios de su libro antes mentado, porque me parecen válidos y creo que los compartirán también sus interlocutores, con lo que el diálogo queda enmarcado en un punto de partida ya común.
“Según la indicación bíblica y la verdadera tradición de la eclesiología, todos los laicos hombres y mujeres… se comprenden como portadores de la misión integral de la Iglesia… La Iglesia no es solamente iglesia para el pueblo, ni tampoco solamente iglesia del pueblo sino que la iglesia es pueblo (p, 34).
Toda teología tiene que comenzar de forma contextual… Toda teología regional tiene que estar orientada ya en sí misma según la iglesia universal (p, 82).
La nueva concepción de la Iglesia que se inicia a nivel del magisterio eclesial en el concilio Vaticano II… (p. 84).
Hay que partir de la experiencia de Dios como autor del mundo uno en la creación y en la redención y de la experiencia de la totalidad personal del ser humano en su existencia espiritual-corporal tanto individual como social. Por tanto toda la temática de la teología debe concebirse de nuevo también en lo formal (p. 89).
(La mediación socioanalítica) forma ya parte de la misma teología en cuanto la teología ve la situación social concreta ya a la luz de la experiencia de Dios como creador y liberador de cada hombre (p. 93)
El futuro común de la Iglesia una (es) la solidaridad en Cristo” (p.175).
Partiendo de esos principios suyos, creo que pueden contextuarse, y discutirse, todos los puntos que a usted le molestan hoy. Como pasó con la teología de la liberación. Luego ya sabemos que además de nosotros está el Espíritu y que, si algo hacemos mal, ya se encargará él de corregirlo, aunque sea buscando un papa “del otro fin del mundo”.
Un abrazo fraterno porque, en Cristo, siempre será más lo que nos une que lo que nos separa.
[1] Y para los que no tienen obligación de saber latín: pongo “los” y no las, no por machismo sino porque es neutro y no femenino como duda. Dubia es el plural de dubium, pero a los griegos y latinos, los neutros plurales les gustaba acabarlos en a.
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