Dentro de poco tendremos elecciones en Cataluña. Sobre las de Euskadi quiero reflexionar un poco más. Pero ahora que se acerca la campaña catalana que me toca a mí, surge la pregunta del título: a quién votar. Lo veo claro y les voy a decir por qué. Por si ayuda.

El presidente español cobra (en número redondos) unos 90.000 euros al año. El President de Catalunya cobra unos 130.000. El señor Puigdemont lo primero que hizo al llegar al gobierno fue subirse el sueldo (hasta unos 145.000, que luego el actual President, de Esquerra tuvo el pequeño gesto de bajarse un poco). No sé si esta es una razón de la hostilidad que vemos entre unos independentistas de derechas y otros de izquierdas. El pobre Puigdemont, como eurodiputado vio reducir sus ingresos a unos 100.000 € y no sé si caso de volver a la presidencia tratará de recuperar esos ingresos perdidos volviéndose a subir el sueldo…

Tampoco sé si eso es debido a una exigencia de lo que llaman el “fet diferencial”, o a que ellos han preferido poner ese hecho diferencial precisamente ahí. Da lo mismo: para mí, un auténtico hecho diferencial sería que, en la querida Cataluña, los ricos cobrasen menos y los pobres ganasen más. Pero sospecho que pido mucho.

También hay otros presidentes de comunidades pequeñas que cobran más que el presidente del gobierno del Estado: el de Euskadi (en torno a los 108.000, no sé si por otro hecho diferencial) y la señora Díaz Ayuso (unos 103.000), seguramente por aquello que dijo de que “Madrid es España”.

Visto lo cual, el 12M pienso votar a aquel candidato que prometa bajarse significativamente el sueldo de President. Si nadie lo hace pues paciencia. Seguiremos votando en blanco porque lo que no hay que hacer es dejar de cumplir ese deber ciudadano.

He hablado de esto con algunos amigos y me ha sorprendido constatar que no tenían ni idea de esos datos. En cambio vi que estaban muy enterados de que la señora Ayuso no está casada y se divertían viendo que los medios (¿de comunicación?) oscilaban en hablar de su pareja, si eran de izquierdas, o de su novio si eran de derechas (pero tiene 45 años esta señora). Como si unos no pudieran usar la palabra marido y otros quisieran evitar la de amante.

Quiero añadir que me ha sabido mal ese regodeo lingüístico y, por mi parte, le pido perdón a doña Isabel porque la intimidad afectiva de toda persona, y la de cualquier político, pertenece a la esfera privada, se merece un respeto y a los ciudadanos no nos importa nada. Solo tendría dimensión pública si se tratase de casos patológicos: como aquella reina Isabel II del s. XIX, de la cual, según cuenta P. M. Lamet, el mismo nuncio del Vaticano le dijo al papa Pío IX: “Santità, la reina de Spagna e una putana”.

En cambio si la vida afectiva normal de los políticos pertenece a la dimensión privada, sus sueldos como servidores del pueblo y sus tropelías económicas pertenecen a la dimensión pública y nos importan a todos los ciudadanos. Sería pues buen fruto de estas próximas elecciones catalanas si este tema pasase a la opinión pública: por ejemplo a la hora de discutir si un salario mínimo de 1000 al mes (casi diez veces más pequeño que el de muchos políticos) es algo desaforado o no. Porque luego, los defensores de esas diferencias, ¡apelan a la igualdad para cargarse la ley de amnistía!…

Ya sería algo eso, aunque sea un paso pequeño: porque la historia siempre progresa mucho más lenta que nosotros. Y encima con frecuentes marchas atrás.

1. Esto por lo que hace a unas elecciones autonómicas. Cuando vuelva otro 23 J ya será cuestión de plantear nuevas preguntas: como qué político promete unas medidas radicales de reforestación y plantar árboles para que absorban CO2, y de repoblar la España vacía y vaciar la superpoblada para que las ciudades no se calienten tanto...

Pero esto será más difícil porque la batalla ecológica ya la doy por perdida. Las multinacionales capitalistas han decidido cargarse la tierra, tan tranquilas como el que sigue fumando a lo bestia tras la advertencia de un cáncer de pulmón, pensando que al final la diosa Ciencia ya le encontrará algún remedio. Porque ya sabemos que el Capital crea mucha más adicción que el tabaco. Y que además, al que afirma esta verdad elemental, le llaman “comunista”.

Pero esto y lo de Euskadi quedan para un hipotético futuro.