Tras días de terror, ya no queda nadie en la población fronteriza Líbano: Así fue la huida de la aldea cristiana de Deir Mimass
El padre Toufic Bou Mehri relata el abandono del pueblo cercano a Tiro, ahora vaciado de sus habitantes, todos los cuales se han refugiado en Beirut
El franciscano y uno de sus hermanos también han llegado a la capital, tras abandonar el convento para seguir a los feligreses
(Vatican News).- Deir Mimass está vacía, la aldea cristiana situada a poco más de 80 kilómetros al sur de Beirut y a 30 de Tiro, justo en la frontera entre el Líbano e Israel, que durante días estuvo aterrada entre las bombas israelíes y los cohetes de Hezbolá, está ahora desierta, la huida de sus hogares ha ido de la mano de más bombardeos y de la orden de marcharse dada por los israelíes.
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Tiro, el abandono del convento
El padre Toufic Bou Mehri, superior del convento franciscano de Tiro, relata la huida de los habitantes y su dolorosa decisión de abandonar el convento y trasladarse a la capital, tras el ataque del sábado pasado, con un balance de nueve casas destruidas, doce muertos y dieciséis heridos, que dejó todo el barrio vacío, todos desaparecidos, incluidos los evacuados.
"Todos se han ido, así que decidimos irnos también"
«Anteayer por la mañana vi el convento vacío – dice – nos habíamos quedado para ayudar a la gente, pero ya no nos necesitan, todos se han ido, así que decidimos irnos también, quedarnos aquí en Beirut, donde podemos ayudar más».
En Beirut la nueva misión
El padre Toufic y un hermano de su congregación partieron llevándose sus cosas más queridas. «Del convento nos llevamos el Santísimo Sacramento y las reliquias. Una vez que llegamos a Beirut, pensamos que podríamos dormir y, en cambio, llegó el anuncio de la huida de Deir Mimass y de los pueblos vecinos, ciudades fronterizas, de donde huye la gente, también hacia Beirut. Ahora comienza un nuevo capítulo de esta horrible historia».
Después de haber ayudado a muchas personas desconocidas y necesitadas, ahora le toca apoyar a sus propios feligreses, que partieron en varios grupos, llegaron a Beirut por las calles bombardeadas, guiados por él a través de una conexión telefónica continua.
«Ni dormir, ni descansar tampoco – concluye el padre Toufic – ahora tenemos que encontrar la manera de estar cerca de ellos, y ésta es nuestra nueva misión».
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