Exigen "cambios rápidos y radicales", apoyada por Cáritas, CIDSE y Movimiento Católico Mundial por el Clima Las Iglesias de los cinco continentes exigen a los gobiernos "medidas ambiciosas" contra el cambio climático
(Movimiento Católico Mundial por el Clima).- Con una poderosa exhortación firmada por los presidentes de las conferencias episcopales de los cinco continentes, los líderes de la Iglesia católica han pedido a los líderes de los gobiernos que adopten medidas ambiciosas e inmediatas para enfrentar y superar los efectos devastadores de la crisis climática.
En el contexto de un informe reciente del IPCCC de la ONU sobre la necesidad urgente de desarrollar políticas que limiten el calentamiento global a 1,5 grados, la Iglesia llama a los políticos a trabajar con el fin de lograr una implementación ambiciosa del Acuerdo de París, por el bien de las personas y el planeta. Piden que la próxima conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP24, Katowice, Polonia, en diciembre de 2018) sea un hito en el camino trazado en 2015, en París.
La exhortación fue presentada este viernes en Roma y firmada por S. Em.ª Angelo Cardenal Bagnasco, Presidente de la CCEE y Arzobispo de Génova, S.Em.ª Oswald Cardenal Gracias, Presidente de la FCEA y Arzobispo de Bombay; S. Em.ª A Rubén Cardenal Salazar Gómez, Presidente de la CELAM y Arzobispo de Bogotá; S. Exc. Peter Arzobispo Loy Chong, Presidente de la FCECO y Arzobispo de Suva; S. Exc. Jean-Claude Arzobispo Hollerich, Presidente de la CCEUE y Arzobispo de Luxemburgo; S. Exc. Gabriel Arzobispo Mbilingi, Presidente del SCEAM y Arzobispo de Lubango.
Su inspiración proviene del trabajo realizado en el terreno por muchos actores valientes, dentro y más allá de las comunidades católicas, que están divulgando los mensajes del Papa de Laudato Si'. En la exhortación episcopal, se exigen cambios rápidos y radicales mientras se resiste a la tentación de buscar soluciones tecnológicas rápidas. Los líderes eclesiásticos de America Latina, Asia, África, Oceanía y Europa están pidiendo conjuntamente a los gobiernos que tomen medidas concretas para avanzar hacia una distribución justa de recursos y responsabilidades, donde los "grandes emisores asuman la responsabilidad política y respondan a sus compromisos financieros respecto al clima".
Firma de la declaración conjunta
La exhortación de la Iglesia se basa en los principios de la urgencia, la justicia intergeneracional, la dignidad humana y los derechos humanos. Trata algunos puntos centrales: mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C; cambiar a estilos de vida sostenibles; respetar los conocimientos de las comunidades indígenas; implementar cambios en los sistemas financieros, en línea con los acuerdos climáticos globales; transformar el sector energético poniendo fin a la era de los combustibles fósiles y haciendo la transición a energías renovables; y repensar el sector agrícola para garantizar que proporcione alimentos saludables y accesibles a todos, con un énfasis especial en la promoción de la agroecología.
Con esta declaración, la Iglesia también reafirma un compromiso para dar pasos audaces hacia la sostenibilidad, una contribución crucial para la justicia climática. En todo el mundo, la Iglesia está participando en iniciativas concretas para cambiar a comunidades y estilos de vida más sostenibles, incluyendo un movimiento mundial para la desinversión en combustibles fósiles y un compromiso creciente en el Tiempo de la Creación.
La declaración es apoyada por las redes católicas CIDSE, Caritas Internationalis y el Movimiento Católico Mundial por el Clima.
"Nos sentimos inspirados por este llamamiento de la Iglesia que reconoce muchos de los esfuerzos que las organizaciones católicas están realizando para lograr la justicia climática, la justicia energética y el acceso a la alimentación. También nos sentimos apoyados en nuestra exhortación para un cambio profundo en el sistema social y estamos agradecidos por formar parte de un movimiento global que lo exige. Creemos que esto solo puede suceder realmente cambiando hacia una economía que supere el concepto del mero crecimiento y esté centrada en las personas y la ecología", afirma Josianne Gauthier, Secretaria General de CIDSE.
"Esta declaración es una clara indicación de que la Iglesia católica está comprometida en todo el mundo para acelerar la acción por la justicia climática. Los líderes de la Iglesia de todos los continentes se están haciendo eco del énfasis del Papa Francisco en la urgencia de la crisis climática. Cada muesca de más en el termómetro mundial es una tragedia para los más vulnerables y no podemos perder ni un solo momento más: hay que encontrar soluciones para ellos y las generaciones venideras. La pregunta es cuándo los líderes políticos aceptarán el desafío", dijo Tomás Insua, Director Ejecutivo del Movimiento Católico Global para el Clima.
"Es necesario un cambio profundo y urgente respecto al cambio climático. Necesitamos ver una transformación en las conversaciones sobre el clima de Katowice. Podemos salvar al planeta y a quienes corren mayores riesgos por el impacto del clima extremo, pero necesitamos voluntad política para hacerlo realidad", señaló Michel Roy, Secretario General de Caritas Internationalis.
Texto completo de la declaración conjunta sobre la justicia climática
Ante la creciente urgencia de la actual crisis ecológica y social, partiendo del trabajo realizado en el terreno durante los últimos tres años, por tantos actores valientes de todo el mundo - dentro de la Iglesia católica y no solo en ella - para promover y "vivir" los mensajes de la Carta Encíclica Laudato Si', pedimos que se tomen medidas ambiciosas e inmediatas para hacer frente y superar los efectos devastadores de la crisis climática. Estas acciones deben ser adoptadas por la comunidad internacional, en todos los niveles: las personas, las comunidades, las ciudades, las regiones, las naciones.
Hemos escuchado "el grito de la tierra y el grito de los pobres". Hemos escuchado la exhortación del Santo Padre, el Papa Francisco, y nos solidarizamos con nuestros Hermanos Obispos que ya han tomado posiciones contra el peligroso uso ilimitado y la explotación de los recursos de nuestra Madre Tierra, así como respecto a nuestros modelos actuales de desarrollo, apoyados por instituciones y sistemas financieros que ponen la vida, la comunidad, la solidaridad y el bienestar de la Tierra después de las ganancias, la riqueza y el crecimiento desenfrenado. Tenemos que estar preparados para realizar cambios rápidos y radicales (LS171) y resistir a la tentación de buscar soluciones a esta situación actual con arreglos tecnológicos a corto plazo, sin abordar las causas fundamentales y las consecuencias a largo plazo.
Nuestra exhortación se basa en los siguientes principios:
● La urgencia: "El tiempo es un lujo que no tenemos". Hay una creciente mentalización en la opinión pública, también gracias a la investigación científica y los datos, respecto al hecho de que no hay tiempo que perder y queremos llevar esa urgencia a planes concretos, con el objetivo de avanzar hacia una distribución justa de recursos y responsabilidades, en la que los grandes emisores asuman la responsabilidad política y cumplan con sus compromisos de financiación por el clima. "Parecen advertirse síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación" (LS 61).
● La justicia intergeneracional: "Los jóvenes nos reclaman un cambio" (LS, 13). Su futuro está en grave peligro y nuestra generación no está haciendo lo suficiente para dejarles un planeta sano. Ser tan miope es una injusticia inaceptable. "No estamos hablando de una actitud opcional, sino de una cuestión básica de justicia, ya que la Tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán" (LS 159).
● La dignidad y los derechos humanos, en particular de los más vulnerables, deben estar siempre en el centro de la agenda climática. Al implementar el Acuerdo de París, los derechos humanos deben ser protegidos, respetados y apoyados eficazmente, tanto en las políticas nacionales, como en el terreno. Los gobiernos deben mostrar sus esfuerzos en este sentido, en sus contribuciones determinadas a nivel nacional y en sus opciones de financiación para la adaptación y la resiliencia.
Y, por lo tanto, exigimos políticas que incluyan y reconozcan las siguientes llamadas y elementos:
● Máximo +1,5°C para mantenernos con vida: tenemos el deber moral de "limitar el crecimiento del calentamiento global por debajo de 2°C en comparación con los niveles preindustriales y, de ser posible, por debajo de 1,5°C", según lo concordado por los gobiernos en el Acuerdo de París. Papa Francisco: "Como sabemos, estamos afectados por las crisis climáticas. Sin embargo, los efectos del cambio climático no se distribuyen de manera uniforme. Son los pobres quienes más sufren los estragos del calentamiento global [...] Muchos de los que apenas pueden pagarlos ya se han visto obligados a abandonar sus hogares y emigrar a otros lugares, sin saber cómo serán recibidos". Y seguirán haciéndolo muchos millones de emigrantes. Una transición ecológica justa y equitativa, como exige el Acuerdo de París, es una cuestión de vida o muerte para los países vulnerables y las personas que viven en las zonas costeras.
● Necesitamos un cambio profundo y duradero a estilos de vida sostenibles y decisiones políticas audaces que puedan respaldar esos esfuerzos para abordar el consumo excesivo y reducir drásticamente las huellas ecológicas a nivel individual y comunitario. "Todas estas acciones presuponen una transformación a un nivel más profundo, es decir, un cambio de los corazones, un cambio de las conciencias".
● Las tradiciones y los conocimientos especiales de las comunidades indígenas deben escucharse, protegerse y conservarse de manera efectiva: ofrecen soluciones valiosas para el cuidado y la gestión sostenible de los recursos naturales. "Nos duele ver las tierras de los pueblos indígenas expropiados y sus culturas pisoteadas por esquemas depredadores y por nuevas formas de colonialismo, alimentadas por la cultura del despilfarro y el consumismo". No se pueden defender las soluciones falsas que utilizan los recursos naturales como bienes de producción (como las grandes centrales hidroeléctricas, los agrocombustibles o los cultivos comerciales) a expensas de los derechos de las comunidades indígenas.
● Es necesario un cambio en el paradigma financiero. "Las instituciones financieras también juegan un papel importante tanto como parte del problema como de su solución". Hoy en día es necesario y urgente establecer un sistema de transparencia, eficiencia y evaluación en conformidad con, entre otros, la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y el Acuerdo de París, y que los mercados financieros sean regulados de acuerdo con estos marcos globales. Pedimos una financiación que sirva a la sociedad, construya comunidades y promueva la integridad, la igualdad y la justicia.
● Hay que transformar el sector energético: reiteramos nuestra urgente exhortación a "poner fin a la era de los combustibles fósiles" a través de una rápida transición a una economía impulsada por energías renovables, ya que los científicos saben que la mayoría de las reservas de combustibles fósiles deben permanecer bajo tierra. Eso requiere la eliminación gradual de los subsidios a los combustibles fósiles y el desplazamiento de las inversiones de las corporaciones que continúan explorando nuevas reservas de combustibles fósiles de manera incompatible con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura. Paralelamente, se necesitan esfuerzos ambiciosos para asegurar una transición justa, en la que los trabajadores de las industrias afectadas reciban apoyo y las inversiones se destinen a respaldar los sistemas de energía renovable. La construcción de sistemas de energía seguros, asequibles, confiables y eficientes, basados en fuentes renovables, que satisfagan las necesidades de desarrollo de las comunidades, puede ayudar a enfrentar la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental.
● Hay que reconsiderar el sector agrícola. La agricultura debe cumplir su función fundamental de proporcionar alimentos saludables y nutritivos y ponerlos a disposición de todos, y contribuir así a eliminar el hambre en todo el mundo. La agricultura no debe utilizarse únicamente por su potencial para capturar carbono, ni para favorecer los intereses de las grandes empresas a expensas de los agricultores pobres y la salud de las personas. La agroecología debe promoverse especialmente como una práctica particularmente adaptable y resistente, especialmente para los pequeños agricultores, y como un modelo que garantiza el bienestar humano, comunidades más fuertes y el cuidado del medio ambiente.
Los puntos mencionados anteriormente también están en el centro de las diversas acciones que la amplia comunidad católica está llevando a cabo para hacer realidad la visión de Laudato Si 'y el Acuerdo de París. Renovamos nuestro compromiso de tomar medidas audaces para vivir el cambio que pedimos dentro de nuestras instituciones. Creemos firmemente que esta conversión ecológica es también un desafío espiritual. Alentamos todas las iniciativas dentro y fuera de la Iglesia católica, que ya es testigo de que es posible, alcanzable y más justo vivir de una manera más sostenible. En última instancia, esto es clave para la supervivencia de la especie humana.
OBISPOS SIGNATARIOS DE ESTA DECLARACIÓN
Angelo Cardenal Bagnasco
Presidente, CCEE, Arzobispo de Génova
Oswald Cardenal Gracias
Presidente, FCEA, Arzobispo de Bombay
Rubén Cardenal Salazar Gómez
Presidente, CELAM, Arzobispo de Bogotá
Arzobispo Peter Loy Chong
Presidente, FCECO, Arzobispo de Suva
Arzobispo Jean-Claude Hollerich
Presidente, CCEUE, Arzobispo de Luxemburgo
Arzobispo Gabriel Mbilingi
Presidente, SCEAM, Arzobispo de Lubango