"La clave es siempre el diálogo de la vida" Shinmeizan, un lugar en Japón donde las religiones conversan para enriquecerse

La historia de un centro de espiritualidad y diálogo interreligioso en Japón: el testimonio del padre Franco Sottocornola y Maria De Giorgi
Un lugar de oración, pero sobre todo un espacio de convivencia entre confesiones, donde la vida cristiana se entrelaza con la espiritualidad japonesa, en un diálogo cotidiano donde el Evangelio se convierte en una presencia discreta, capaz de dialogar en profundidad con el sintoísmo y el budismo
(Vatican News).- Envuelto en los frondosos bosques de la isla de Kyushu, una de las cuatro islas principales del suroeste del archipiélago japonés, en el pueblo de Heboura o "claro de la libélula", se encuentra un lugar donde las religiones se enfrentan no para afirmarse, sino para comprenderse. Se llama Shinmeizan, que en japonés significa "la montaña de la vida verdadera". Es un centro de espiritualidad y diálogo interreligioso que nació en 1987 del sueño compartido de un misionero católico, el padre javeriano Franco Sottocornola, y un monje budista, el venerable Tairyu Furukawa, de crear una "rama cristiana" del templo Seimeizan-Schweitzer.
Sí, un lugar de oración, pero sobre todo un espacio de convivencia entre confesiones, donde la vida cristiana se entrelaza con la espiritualidad japonesa, en un diálogo cotidiano donde el Evangelio se convierte en una presencia discreta, capaz de dialogar en profundidad con el sintoísmo y el budismo. Y esto sucede gracias al compromiso de una pequeña comunidad compuesta por el padre Claudio Codenotti, javeriano y actual director, el padre Pietro Sonoda Yoshiaki, franciscano conventual japonés, el padre Franco y Maria De Giorgi, misionera javeriana. Todos ellos viven y trabajan en Shinmeizan, donde se reúnen con monjes, sacerdotes, peregrinos y lugareños.
"No hay diálogo entre religiones, sino entre personas que practican religiones diferentes"
Diálogo con el mundo sintoísta
En primer lugar, con el mundo sintoísta porque, según dijo el padre Franco a los medios de comunicación vaticanos, "el sintoísmo es el alma del pueblo japonés. Y es un alma totalmente espiritual. No tiene libro sagrado, ni leyes, ni autoridad central. No se entra en el sintoísmo a través de rituales o inscripciones: es más un sentimiento, una pertenencia cultural, una forma de vivir en armonía con la naturaleza y los espíritus que la habitan".
A pesar de ello, el padre Franco señala cómo existen muchas similitudes entre el sintoísmo y el cristianismo.
"El primer libro escrito en japonés, que data del año 720, presenta el principio del mundo en términos similares al Génesis, relatando la creación del cielo y de la tierra. Según este punto de vista, todo procede de las deidades: la naturaleza, las ocho islas de Japón, el propio pueblo japonés. Por eso los templos sintoístas están siempre rodeados de vegetación. También nosotros, en Shinmeizan, hemos optado por sumergirnos en el bosque. Siempre que es posible, rezamos al aire libre mirando al este por la mañana y al oeste por la tarde, siguiendo el ritmo del sol. Esta experiencia también conmueve a los japoneses, creando un puente entre su espiritualidad ancestral y la visión cristiana de la naturaleza como don y mensaje de Dios. Muchos japoneses cristianos, durante las oraciones al aire libre, se han emocionado al exclamar: 'Por fin me siento cristiano y japonés juntos'".

Cómo está cambiando Japón
Una tarea nada fácil en un país donde los cristianos no representan hoy más del 2% de la población y han sido perseguidos durante siglos. "Llegué a Japón en 1978", nos cuenta el Padre Franco, "y en las últimas décadas he visto surgir algunos fenómenos profundos que están cambiando su fisonomía. En primer lugar, la cuestión demográfica. La población disminuye y envejece. En nuestro pueblo, por ejemplo, la escuela primaria ha cerrado por falta de niños. Las Navidades que organizábamos para ellos ya no se pueden hacer. Son pequeños signos de un gran cambio. Luego está la secularización: tras el ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995 por parte de la secta religiosa Aum Shinrikyō, la religión se ve como algo sospechoso.
Los jóvenes se alejan, no por controversia, sino por desinterés. Es un fenómeno llamado shukyo banare. Por último, la globalización, que aporta una cultura 'distinta' de la japonesa: tecnología, modos de vida, consumo... Incluso el kimono ya sólo se usa para ceremonias. La cultura tradicional se desvanece".
"En el artículo 9 de la Constitución japonesa, el país renuncia a la guerra: un mensaje profético, sobre todo hoy en día"
Sin embargo, según el Padre Franco, no todo está perdido porque "hay una constante que admiro mucho en los japoneses: su extraordinaria capacidad para la coexistencia pacífica. La armonía (wa) es la base de su psicología social. Aquí las huelgas son muy raras, los conflictos se evitan con disciplina, el individuo se sacrifica por el bien colectivo. Y, por último, está el artículo 9 de la Constitución, por el que Japón renuncia a la guerra: un mensaje profético, sobre todo hoy en día".

La relación con los budistas
Más que con el mundo sintoísta, Maria De Giorgi nos recuerda cómo el diálogo principal en Shinmeizan tiene lugar sobre todo con el mundo budista, que tiene profundas raíces en Japón: "Aunque llegó en el siglo VI a través de China y Corea, no fue hasta los siglos XIII y XII, en el periodo Kamakura, cuando el budismo se hizo verdaderamente 'japonés', con el nacimiento de escuelas como Terra Pura, Zen, Nichiren... En nuestro centro nos encontramos con monjes y monjas de estas tradiciones. El diálogo se ha desarrollado a través de las relaciones personales, siguiendo la intuición de monseñor Pietro Rossano: 'No hay diálogo entre religiones, sino entre personas que practican religiones diferentes'.
Es un diálogo de vida, hecho de amistad, confianza y camino compartido. Hemos colaborado con el Venerable Tairyu Furukawa, con templos de la prefectura de Saga, con comunidades Tendai y Zen. Y también hay historias conmovedoras, como la de una monja budista que, antes de morir, pidió que nos trajeran sus cenizas".
El significado del diálogo interreligioso en Shinmeizan
Aquí surge el verdadero significado del concepto de diálogo interreligioso: "La clave es siempre el diálogo de la vida», prosigue De Giorgi, es decir, auténticas relaciones personales sobre las que construir puentes. No es sincretismo. El diálogo es escucha, es ponerse en profundidad, es deseo sincero de comprender y dejarse interpelar por el otro. Y, en la medida en que se escucha, se crea el espacio para hablar y dar testimonio de la propia fe. También acogimos a grupos de jóvenes bonzos budistas que nos preguntaron: '¿Qué enseña la Iglesia católica sobre el diálogo?' y tuvimos reuniones mensuales en línea durante el Covid estudiando el Sutra del Loto y la Biblia con monjes de la corriente budista Nichiren. Así es como el diálogo se entrelaza con la proclamación. Y comprendemos cómo la misión y el diálogo son dos caras del mismo amor al otro".

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