POEMAS A LA MADRE MUERTA 1. Esperanza de un reencuentro

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La expresión lírica de la relación de un poeta con su madre es un tema universal donde la sensibilidad del hijo desborda, tantas veces, el sereno cauce de su habitual oficio, y permiten aflorar, como volcán abierto, los más hondos latidos de su ternura. Reproducimos, en dos entregas, cinco entrañables poemas referidos a la madre ya fallecida. Hoy disfrutamos versos de Celso Emilio Ferreiro, Giuseppe Ungaretti y Ramón de Garciasol.

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En torno a la fiesta de Todos los Santos se recuerda en la cristiandad a los seres queridos que Dios llamó a su regazo. La lectura de estos poemas podría remover también ascuas de nuestros corazones y animarnos a celebrar con el poeta que un día se nos regaló la vida y una madre que nos amó sin condiciones y sin límites. En imagen, una joven pareja con su primer hijo. La fotografía fue tomada hace ¡81 años! en una terraza del madrileño barrio de Moncloa. Ambos progenitores, naturalmente, ya fallecieron. El pequeñín, un servidor, sobrevive para escribir este blog. Laus Deo.

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LLORO POR MÍ, QUE YA NO TENGO REGAZO

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Aunque se reconoce convencido de que su difunta madre sigue viva (“No lloro por ti, pues sé que vives”), el poeta gallego Celso Emilio Ferreiro expresa desgarradoramente su soledad de “árbol en la noche, solitario y desnudo / hendido en su interior”, evocando paradisíaca infancia (“cuando mi corazón era un pájaro…”). Reconoce felicidad en la luz de aquellos años de bendición del cielo (“Dios estaba con nosotros”). Su soledad de ahora es honda, trágica, metafísicamente insoportable: “Lloro por mí, que ya no tengo regazo / para posarme en él como en un nido…” Diríamos que está sufriendo intensamente, en inicial angustioso duelo, la ausencia de su ser más querido…

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MADRE

No lloro por ti, pues sé que vives
junto a la fuente del tiempo, allá en el fondo
de todos los caminos de las estrellas.

Lloro por mí, con un llanto inconsolable,
pues me quedé sin ti, limpio espejo mío,
como un árbol en la noche, solitario y desnudo,
hendido en su interior, con las raíces
ya sin los dulces secretos de las violetas.

Lloro por mí, por estas manos de ceniza
que antaño fueron palomas,
cuando mi corazón era un pájaro
y tú pasabas siempre diligente
con un rumor de hormiga laboriosa.

Tejían las alondras sus albas
y yo era un gusano de luz, una estrellita
plena de luz por los senderos.
Dios estaba con nosotros.

Ahora estoy solo,
huérfano de besos tibios, sin mácula.
Lloro por mí, que ya no tengo regazo
para posarme en él como en un nido,
madre mía imposible, viva y muerta
en el cristal de mis ojos.


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Y DIRÁS: DIOS MÍO, HEME AQUÍ

En la meritoria antología de la BAC “Hombre y Dios III. Cien años de poesía europea”, descubrí el impresionante poema “La madre” de Giuseppe Ungaretti. Los padres no facilitan solamente a su descendencia genes, alimentación, cuidados corporales… La mejor herencia a transmitir es, además del amor incondicional, el testimonio de sus propios valores. Dialoga el poeta con su madre en un ternísimo relato de Juicio Final, agradeciendo el regalo de la fe y la confianza en el amor misericordioso de Dios…

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LA MADRE

Y cuando el corazón, de un último latido,
haya hecho caer el muro de sombras,
para llevarme, madre, hasta el Señor,
me darás la mano como antaño.

De rodillas, decidida,
serás una estatua delante del Eterno,
como ya te veía
cuando aún vivías.

Alzarás temblorosa los cansados brazos,
igual que hiciste al morir,
y dirás: Dios mío, heme aquí.

Y sólo cuando Él me haya perdonado
tendrás deseos de mirarme.

Recordarás aquel esperado tiempo,
y tendrás en los ojos un rápido suspiro.


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Y SEA TODO, MADRE, COMO ERA

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Se celebra la Navidad a orillas del "belén", con sus Pastores y su Virgen lavandera. Se cantan villancicos, se toca la zambomba, el almirez, el sonajero, la campanilla, el tambor, las palmas... Todo como entonces... Allí está, viva, la madre en el corazón de todos..., dirigiendo la fiesta, encendiendo en fe y amor, un año más, la hoguera de la Tradición... "Besa la herida... / y sea todo, madre, como era..." Así sueña Ramón de Garciasol la renovada presencia de su madre en la sagrada cita de Navidad.

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NO SEAS NIÑA, MADRE

No seas niña, madre, criatura.
Esto no es nada, tonta; casi nada.
Está la Nochebuena tan cargada
de infancia, madre, que tu sepultura

ha traído de golpe a la garganta
olas de villancicos, viejos bronces
de repicar a fiesta, a cuna, a entonces.
No es nada, madre; nada. El niño canta

y el hombre llora, pero tú no llores,
que tú tienes que darnos la salida
y refrescarnos lo de los Pastores

de Belén y la Virgen lavandera.
Tú, no, madre; tú, no. Besa la herida
y sea todo, madre, como era.



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POEMAS A LA MADRE MUERTA

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Cantan poetas a quien les dio la vida

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1.Esperanza de un reencuentro

MADRE, de Celso Emilio Ferreiro
LA MADRE, de Giuseppe Ungaretti
NO SEAS NIÑA, MADRE, de Ramón de Garciasol




2.Sigue viva en el hijo

UNIDAD, de Pilar Paz Pasamar
SE DIJO QUE UNA MADRE HA MUERTO, de Roberto Cabral


3.En las manos de Dios

COMO A UNA HIJA REINA, de Jesús Mauleón
DIME TÚ CÓMO ES DIOS, de Jesús Mauleón
HAGAMOS UNA FIESTA, de Jesús Mauleón


4.Ya que viniste de allí

IN MEMORIAM, de Nicolás de la Carrera del Castillo
SALMOS 3, de Antonio Carvajal
METEMPSÍCOSIS, de Torcuato Luca de Tena


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