Tras la edición de “Versos 1920-1938”, y a solo dos años de la publicación de la novela lírica “Jardín” (1951), da a conocer en 1953 Dulce María Loynaz un importante poemario en prosa,"POEMAS SIN NOMBRE", con 124 composiciones de extensión muy desigual, desde la línea única del Poema VII (“Muchas cosas me dieron en el mundo: solo es mía la pura soledad) a las dos apretadas páginas del Poema CXXIV. Diario lírico muy intenso, muy íntimo, que no tenía intención de publicar al redactarlo.
María Asunción Mateo, que prologó en 1993 la “Antología lírica” de Austral, describe con sensibilidad el magma emocional, la indagación existencialque desvelan tan extraordinarios poemas:
“La frustración, el amor, la plenitud, la serenidad, la desesperación, la religiosidad se suceden y confunden como relámpagos en estos versos inequívocamente autobiográficos que son reflejo de un alma angustiada.”
EL SEÑOR ME HA HOSPEDADO EN ESTE MUNDO,OBRA DE SUS MANOS...
Como el objetivo principal de este trabajo es introducir, y dar a conocer, lo más directamente posible, textos representativos de su lírica, de su búsqueda de luz y trascendencia, iniciaremos la ruta de hoy asomándonos al grandioso escenario de la naturaleza, creación divina, regalo del Padre a sus hijos, a su hija Dulce María que acaso se encuentre ahora distraída por otras regiones del corazón (pareja, hogar...).
POEMA LXXXI
El Señor me ha hospedado en este mundo, hecho por sus propias manos.
Ha puesto un fino aire transparente para que yo pueda respirarlo y ver al mismo tiempo a través de él los hermosos paisajes, los rostros amados, el cielo azul.
El Señor ha puesto el sol que alumbra mis pasos en el día, y la luz mitigada de las estrellas que vela mi sueño por las noches.
Ha sujetado el mar a mis pies con una cinta de arena y la montaña con una raíz de flor.
El Señor ha soltado, en cambio, los ríos y los pájaros que refrescan y alegran el mundo que me ha dado, y ha hecho crecer también la blanda hierba, los flexibles arbustos, los buenos árboles, prendiéndoles collares de rocío, racimos de frutas, manojos de flores, para regalo de mis labios y mis ojos.
Todo esto ha hecho el Señor. Y, sin embargo yo, como huésped rústico, me muevo con torpeza y con desgano, sigo extrañando vagamente otras cosas... No sé qué intimidad, qué vieja casa mía...
"PIENSO QUE HAY TANTAS ALAS EN EL MUNDO..."
El poema siguiente es sobre el vuelo de los pájaros. Confiesa fraciscanamente Dulce María que les tiene envidia, fraternal envidia. Os voy a reproducir, como ambientación literaria, su poema "LA DUDA", donde refiere cómo cierto día le sorprendió el vuelo, muy mágico y cercano, de una paloma, supongo:
"Pasó volando y me rozó la frente... / Era buena la Vida... Había rosas. / Unos minutos antes / me había sonreído / un niño... / Pasó volando y me rozó la frente. // No sé por dónde vino ni por dónde / se perdió luego pálida y ligera... / No recuerdo la fecha. No sabría / decir de qué color era ni de qué forma; / no sabría, de veras, decir nada. / Pasó volando... había muchas rosas... / y era buena la Vida todavía...–.
POEMA LXXIX
Viendo volar las criaturas que el Hacedor dotó de semejante privilegio, el alma se me llena de esos celos obscuros que se dan muchas veces entre hermanos.
Pienso que hay tantas alas en el mundo, y que al hombre, el Benjamín de Dios, no le tocó ninguna.
Alas potentes de las águilas, que ven amanecer antes que nadie desde sus nidos descolgados en las cumbres.
Alas de los pequeños pájaros, heraldos del día y de la noche, constelación sonora en los crepúsculos.
Alas de mariposa, coloreadas como los pétalos de una vibrante flor errátil en fuga de su tallo y su raíz; y las de las gaviotas, escarchadas de sal; y las de las abejas, en trasiego de miel y de rocío y las de los murciélagos hendiendo sombras, deshojando lunas.
Y hasta las alas de los ángeles, donde circula aún sangre caliente y una vaga nostalgia, un recuerdo, aún no borrado, de aire primaveral.
¡Y sólo el hombre ha de marchar pegado a sus caminos poco menos que el gusano a los suyos, impedido de alzar el pie sin dejar el otro en tierra, sujeto por la tierra , halado por la tierra bajo la inútil siega de luceros!
"VERDAD, SEÑOR, SED TIENES PARA SIEMPRE..."
Es frecuente, en la obra literaria de la poeta, detenerse respetuosamente a contemplar y sentir escenas bíblicas de sufrimiento, especialmente por limitaciones físicas. Refiere aquí cómo a Jesús, moribundo, se le escapan angustiosamente gritos de sed. Sensible y profunda, adivina Dulce María por qué otra clase de sed se está también acongojando el inocente reo... Y dialoga con él desde la honda llaga de su solidario corazón:
POEMA XCV
Sed tienes. Y ahora, aunque arrancáramos todos los ríos de su entraña y los allegáramos trémulos, palpitantes, a tu boca, tu sed seguiría flotando por encima de las aguas en tumulto, imposible de anegarse en ellas.
Sed tienes. Y aunque con los dientes rompiéramos nuestras arterias en tus manos no bastaría toda esta sangre nueva, aún sin nacer aquella tarde, para apagar la llama de tu grito.
Sed tienes. Lo seguiremos oyendo a través de los siglos, a través de los vivos y los muertos.
De monte a monte, de valle en valle, de corazón en corazón, irán rodando esas dos palabras tuyas, terriblemente, inexorablemente irreparables.
Sed tienes. Verdad, Señor, sed tienes para siempre.
POEMA XCVII: “Señor mío, Tú me diste...”
POEMA IV: “Con mi cuerpo y con mi alma...”
POEMA LXXXVI: “Perdóname...”
POEMA LXXXIII: “Con collares de lágrimas...”