Tres poemas en el Paisaje de la Luz

El pasado 25 de julio recibimos en Madrid la gran Noticia de que el Paseo del Prado y el Parque de El Retiro habían sido declarados Patrimonio Mundial de la Unesco, estrenando el nuevo nombre de “Paisaje de la Luz”. Luz, razón, cultura y naturaleza vertebran el Paseo del Prado y el Buen Retiro, animando el compromiso ineludible de todos, para que este Paisaje de la Luz “llegue a formar parte del Patrimonio Mundial y su resplandor aliente el futuro de toda la humanidad.”

En lo alto del cerrillo de san Blas, junto al parque del Retiro, puede visitarse un elegante edificio de arquitectura neoclásica, el Real Observatorio de Madrid, que alberga hoy las sedes del Observatorio Astronómico Nacional y el Observatorio Geofísico Central, receptor de datos del servicio nacional de vigilancia y alerta volcánica…

En el cerrillo de san Blas se levanta también -hoy el IES Isabel la Católica- otro espacio que albergó a estudiantes que, a comienzos del XX, siguiendo el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, se inspiraron en la pedagogía del Instituto-Escuela. A partir del 36 se  sustituyó aquella experiencia por los planes de estudio oficiales del régimen. A pesar de ello no se dejó de investigar y actualizar aquella solidaria educación.

Soy testigo, porque fui profesor más de 25 años. Allí celebré mis bodas de plata con la poesía editando el poemario “Aula de plata” (Verbo Divino 1992). Interesante: al cerrillo de san Blas se le ha ido bautizando generosamente, desde el pasado siglo, en su vertiente experimental y pedagógica, como "colina de las ciencias".

NI EN TUS PLUMAS VERÁS UN SOLO NIDO

Al vivir la actividad docente junto al Retiro, no es de extrañar que el aspirante a poeta se extraviase contemplativo por sus paseos, anotase metáforas de urgencia, se detuviese a meditar al pie de una provocadora estatua… Así ocurrió con los versos de “Al ángel caído del Retiro”, estatua que nos acompaña en imagen hoy y nos conmueve. Curiosamente, me fueron dictados versos con rima consonante, nada frecuente en mis ensueños. Las finales estrofas me llegaron cargadas de tristeza, de rabia, de rebeldía… ¿Era un ángel caído quien se retorcía de dolor y vergüenza en el escenario del cadalso, o acaso fue mi propia rebeldía, mi negación del sol, mi vuelo en ala rota?

AL ÁNGEL CAÍDO DEL RETIRO

Travieso tirapiedras, niño toro
jugando a dios, altivo impenitente,
ascua rosa, melena y vuelo de oro,

bello Luzbel: tu vanidosa frente
embistió hacia la Luz, bufa cornada.
Y un acero feroz, sobre tu mente

retadora, clavó su dentellada.
Te derrumbaste al mar, ahora Luzfeo,
aerolito abisal, venus varada.

Y vas por los jardines del deseo
abrasando raíces con sal muera,
gengiskán de la muerte y del saqueo.

Ángel caído, leña carbonera,
frío basalto —ayer volcán ardiente—
¡qué solo al estallar la primavera!...

Para ti no hay perdón, sólo tortura:
almohadilla de agujas y delito,
pelele de vudú, panoplia dura.

Te vives —ay, diablejo azul— cabrito
que carga los pecados de la gente
y agoniza despeñado, maldito.

La rosaleda trama ingenuamente
besar la luz con pétalos de fuego:
se abrasa de rubor el sol naciente.

Y, venteando rosas, sueñas ciego
el Paraíso aquel que amaste un día.
Y que florece un ala, y otra luego.

Pero no: ni en tus ojos la alegría
ni en tus plumas verás un solo nido
ni por tus manos vuelo de poesía.

¡Malhaya tanto hierro, tanto aullido,
tanta y tanta mortal cuchillería!
Me declaro culpable: ¡yo, yo he sido!
¡Y te absuelvo de cargos, vida mía!

SE LLENA DE AMOR EL GRUPO EN FIESTA

En imagen, un muchacho ofreciendo a Jesús, a la comunidad, cinco panes de cebada y dos pescados, y acabará contagiando de luz y de ternura al pueblo del Dios Vivo. Os contaré: al arrullo de este gesto (Juan 6,9-13) sugirieron alumnos la experiencia del compartir y acordamos celebrar una clase de religión por el césped del Retiro. Cada cual llevaría algo que entregar al grupo en fraternal ágape... Pero será mejor que nos lo cante el juglar con voz de mariposa:

A ORILLAS DEL LAGO

A orillas del estanque del Retiro,
sobre la barca en flor de una colina,
nos sentamos treinta y nueve discípulos
encendidos de luz.
                             ¡Es mediodía! 

-Tomad y comed, hermanos,
mis cinco panes de Bimbo,
mis dos latas de sardinas,
mi corazón de membrillo.
-Yo he traído caramelos,
naranjas, plátanos, higos.
-Yo aceitunas, avellanas,
y un bocata de chorizo.
-Yo tortilla de patata.
-y yo queso El Caserío.
-Pues yo...
-Probad...
El mantel
de yerba está confundido:
creía que era diciembre
¡y late a mayo florido!

 -Tomad, bebed agua blanca
de la fuente de los niños.

Primavera de sabores.
¡Ambrosía: bufet místico!
Paladeamos las viandas,
maná de Dios eucarístico.
Se llena de amor el grupo
en fiesta, junto al camino.

 -Yo cantaré una balada.
-¿Bailamos un fandanguillo?
-Os voy a contar un chiste.
-Yo me sé un acertijo...

Danzamos una polka y sevillanas,
y rock duro.
Tejemos
una roja diadema
de treinta y nueve corazones
en palpitar de hoguera,
para adornar Su frente,
Sol purísimo,
para bailar Su azul Presencia.
Hace gui-
ños la luz entre las nubes,
láser de discoteca.
Los álamos ondulan de gorjeos,
los ruiseñores brillan,
cabriolean.

Retiramos los restos: doce bolsas,
¡doce! milagros de seda.
Y, en silencio,
bajamos del ozono
al Madrid del asfalto y la jaqueca.

BRINDO POR LA NOVIA, CREMA DE LA ALEGRÍA

El tercer y último poema de hoy, muy personal, reproduce unos versos, bien medidos y bien rimados, que di a conocer, con emoción, a familia y amigos en la sobremesa final de mi boda, celebrada, ya jubilado, hace 18 primaveras en el bellísimo jardín de Cecilio Rodríguez, corazón vegetal del madrileño Buen Retiro, donde no faltan las flores ni los pájaros, en especial el presumido pavo real de mi corazón en fiesta

En ambiente de fiesta y claridades, entre la risa y el llanto, el descaro y la vergüenza, se fue llenando de vida la alforja del calendario. Lo que en aquellos momentos fue pasión y alboroto de sueños, hoy es nido de paz y horizonte de estrellas. Nos casamos de nuevo por jardines de fe y un Dios cercano.

EL DÍA DE MI BODA

14 de marzo 2003

 A mi lado está sentada
una dulce señorita
que tiene un poco de hada,
otro poco de niñita
y mucho de gran señora,
del amor sabia doctora
y elegante, fiel, bonita.

Cuando ríe, el sol se asoma
al balcón de la mañana,
la luz se viste de grana
y los árboles de aroma,
y por sus labios de miel
brinca un rojo cascabel.

 Si queréis verla feliz
regaladle alguna rosa.
Se sentirá emperatriz
con su cetro de olorosa
llama, alzando con orgullo
aunque sólo sea un capullo.
Pero no sé por qué cosa
quiere esa flor si ya es ella
rosa, clavel y algo estrella.

 Un dicho siempre enarbolo:
el buey suelto bien se lame.
Y no es raro que proclame
las delicias de estar solo.
Pero mi filosofía
cambió, y hoy es mi refrán:
¡Ay del solo! Todavía
no se murió mi alegría,
y es hora de vino y pan,
de tarta y risa y diván
en amor y compañía.
Y me emparejo con Chela
y toda su parentela.
Y con Perú y con el baile,
con el lujo, la novela
y con la buena cazuela.
Y lo que tengo de fraile,
de serio, se va, se vuela.

 ¿Sabéis cual es su color
preferido? ¡Es claro: el rojo,
color de fuego y arrojo,
de seducción y calor!
Con su capote me cita
mi dulce caperucita
y malmuerto al fin me deja:
aquí me tenéis herido
de amor y ella con mi oreja
y mi rabo, y yo vencido
a sus pies. Mi única queja:
no haberla antes conocido.
Baila y baila, quinceañera,
salsa y danzas de salón.
Y mi pobre corazón
está con la lengua fuera.
Mas no se haga ilusión
que en cuanto me entrene un poco
sacaré mi niño loco
y le daré una lección.

Os contaré un gran secreto:
que tengo un amor prohibido
en mi despacho ¡qué reto!,
de poesía y buen amor.
Me siento de noche inquieto:
no sé si dormir con Chela
o pasar la noche en vela
besando el ordenador.

En el parque de El Retiro
enseñé veintiséis años,
y todavía suspiro
a orilla de sus castaños.
¡Ay, Instituto Ysabel
con regusto a moscatel!
El estudiante estrenaba
su corazón por el prado
y yo miraba de lado.
Mas me caía la baba.
Pero hoy ¡qué mañana hermosa:
el profe aprendió latines
y se casa en los Jardines
junto al naranjo y la rosa!

Ya llega la primavera
y la sangre ya se altera
juguetona y bulliciosa…

Voy a cerrar el poema
con un brindis, mis amigos.
Brindo por la novia, crema
de la alegría. Testigos
sois de su fuerza, su encanto
y juventud. Y así canto
¡aleluya! y pido al Cielo
que el amor que ahora es semilla,
rasgado el último velo,
se eternice en la otra orilla.
Que el abrazo de los dos
se colme en brazos de Dios.
AMEN.

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