El obispo de Vitoria recibe a “los 700” Carlos García Llata, Vicario General: "No se trata de exaltar a unos en detrimento de otros"

Carlos García Llata, Vicario General
Carlos García Llata, Vicario General

Dos horas duró el encuentro entre los representantes de la carta crítica y el obispo

Junto a Elizalde estuvieron presentes también el Vicario General y uno de los últimos sacerdotes ordenados  vinculado al Redentoris Mater

“Un hombre tenía dos hijos”. Así comenzaba el pasado domingo su homilía Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria. El pasaje del Hijo Pródigo le permitía a Elizalde buscar diversas referencias y situaciones en las que se podría empezar con la misma frase del evangelio del domingo. Así, una de esas referencias que dejó caer en su homilía hacía alusión a la diversidad diocesana. 

Tras diversas apariciones en los medios de comunicación de la postura de un grupo de personas de la diócesis (700 firmantes en el último dato dado de la carta dirigida al obispo) que discrepan de varias acciones del obispo y de su forma de llevar su misión como pastor de la Iglesia en Vitoria; Tras la salida a la arena de otro grupo de fieles diocesanos aportando otra visión de esa misma labor de Elizalde; Tras demandar un encuentro por una de las partes; tras no usar los canales de encuentro existentes en la Diócesis; tras volver a demandar una llamada personal del obispo. Al final, los representantes de ese grupo de 700 fieles fueron convocados por el obispo para reunirse con él.  Digamos que “el padre salió al encuentro” a demanda del hijo.

No una hora, sino dos, de siete a nueve de la tarde, duró la reunión. La primera valoración por ambas partes fue “positiva” pero con matices, como no podía ser de otra manera. El Obispo estuvo acompañado del Vicario General Carlos García Llata, de José Antonio Rosado (delegado de Medios de Comunicación Social) y de José Antonio Vega (formador del Seminario Redemptoris Mater). En representación de los firmantes, acudieron al encuentro cuatro personas.

JC ELIZALDE  con Francisco

El encuentro deseado y demandado se había producido, todos se escucharon, todos hablaron, y todos salieron pensando lo mismo que antes de entrar en la reunión. 

Desde los representantes de la asamblea de los 700 declinan hacer declaraciones, al menos no antes de trasladar el contenido e impresiones personales a la asamblea.

Por parte del obispado es el Vicario General, Carlos García Llata, quien ofrece la siguiente valoración del encuentro:

Elizalde y Vicario General 2

La reunión se inició con una oración, a la que siguió la invitación del Obispo a hablar con franqueza y espíritu constructivo, en actitud de escucha, y siempre guiados por el amor a la Iglesia.

Inmediatamente después, los representantes de los firmantes concentraron su crítica al Obispo en su autoritarismo y en el tradicionalismo de sus decisiones pastorales. En este momento el encuentro adquirió un tono de dura confrontación. El Obispo aclaró alguna de sus manifestaciones y negó otras que se le atribuían. Asimismo, después de pedir explicaciones de los puntos en los que se resumían las críticas recogidas en el escrito, no sólo aclaró algunos de ellos, sino que también rebatió y desenmascaró algunas de las acusaciones vertidas. 

El Obispo y el Vicario General abundaron en la idea, tan repetida por el Papa Francisco, de que en la Iglesia tienen que caber todos los carismas. No se trata de exaltar a unos en detrimento de otros. En nuestra Diócesis ha habido dimensiones de la identidad cristiana que no se han cultivado suficientemente, y que son demandadas actualmente, si la Iglesia quiere ser evangelizadora y prestar un servicio a la sociedad. Desde la Evangelii gaudium este es un mensaje repetido por el Papa Francisco. La Iglesia y cada creyente han de cultivar su identidad original, si no quieren disolverse en la sociedad que nos circunda. La fe se verifica en la caridad, pero la mera acción social, por sí sola, no construye la Iglesia. En la reunión se reconoció el alejamiento, casi general, de los jóvenes de la Iglesia. Pero también se adujo que los grupos de jóvenes que hoy acuden a ella buscan lo esencial, aquello que les identifica como personas creyentes y que da sentido a su vida... Y esto esencial es el encuentro con Jesucristo, la experiencia de su presencia en sus vidas, la identificación Él...

Se habló de la necesidad de un diálogo intraeclesial al margen de posiciones frentistas. El cruce de cartas no ha dado una imagen positiva de nuestra Diócesis. Pero la segunda carta no ha sido sólo para defender al Obispo, sino también una respuesta de un numeroso grupo de creyentes que se han sentido atacados en su fe por la primera. En contra de la opinión de sus firmantes, el Obispo y el Vicario General coincidieron en que la primera carta era un duro ataque al Obispo y una descalificación de su persona, y no sólo una mera crítica de su gobierno pastoral.

La última parte de la reunión se centró en buscar cauces de encuentro y de diálogo, sin renunciar ninguno a la propia sensibilidad eclesial, pero asumiendo siempre que debemos insertarla en la comunión con otras sensibilidades. El Obispo invitó a los firmantes a utilizar los cauces de diálogo establecidos en la Diócesis y a participar en sus órganos consultivos, siguiendo los procesos establecidos para ello. Reiteró, incluso, su disponibilidad para recibir y escuchar a todas las personas que, en espíritu de diálogo, quieran participar en la construcción de nuestra Iglesia diocesana. La reunión finalizó en un tono distendido y amable, instándonos todos a seguir manteniendo y cuidando el diálogo intraeclesial. 

Non solum sed etiam

Si comenzaba la información con la referencia al pasaje del hijo pródigo, mi opinión personal la sitúo desde el pasaje de los talentos. Pero antes un previo: Mi sensación personal es que hoy la Diócesis de Vitoria: vive menos condicionada que antaño por la situación política del territorio en el que se incardina; no menos comprometida que siempre con la realidad social, y de manera particular con los menos favorecidos, quizá con el matiz de que la misión y la necesidad de misioneros está  más en nuestras calles y no tanto al otro lado del charco o más allá del Estrecho, sin dejar de perder los lazos de aquellas tierras que hoy nos devuelven las tan necesarias voces del Sur. Es un hecho que realidades eclesiales que otrora no tuvieron acogida en muchas parroquias hoy están presentes con naturalidad, aunque sigue habiendo sacerdotes que entienden la parroquia como un feudo personal, y acabamos alegrándonos por la oveja perdida, o dando más importancia al sábado que al hombre; pero con ese perfil los ha habido siempre, unos poniendo por delante los “criterios de la Iglesia como palabra de Dios” y otros “los criterios personales como palabra que está por encima de la Iglesia y de Dios, si hace falta”, son hombres y de carne mortal. 

Lo que se ha normalizado con el paso de los años es la voz del pueblo, hoy goza de más eco, hoy no se somete con tanta facilidad, hoy las discrepancias se airean sin problemas. Y la dimensión profética está más al orden del día.

Pero decía que el texto del evangelio que yo usaría para esta situación es la parábola de los talentos; el obispo, como administrador y velador de los trabajadores del Reino en esta porción denominada Diócesis podría dejar libertad para que cada cual haga rendir los talentos que Dios ha puesto en manos de cada uno, y entre sus muchas labores incluya la de, periódicamente, pedir cuentas del rendimiento de las diversas opciones pastorales: Que cada parroquia, grupo, movimiento, colectivo, iniciativa pastoral rinda cuentas de sus frutos en las dimensiones pastorales de lo social, lo celebrativo, lo caritativo, lo catequético, lo vocacional. Que las obras hablen de cada cual, y que cada cual se retrate por sus obras, y que luego sea la asamblea diocesana, mucho mejor que diocesanos en asamblea, la que ponga a cada uno en su lugar. 

Y tras el balance de resultados a quien se le vacíe la parroquia que se lo haga mirar, quién no ofrezca relevos generacionales en su modo de entender la Iglesia, que se lo haga mirar; y si quien no sea capaz de ofrecer frutos pierde la confianza del obispo, …que se lo haga mirar; Ahora bien, también se esperará del obispo y sus vicarios el respaldo a quienes den sus frutos. 

Y el mayor de los frutos es que, más allá de que las vías y caminos usados se ajusten a derecho y a canones, el que trabaja por el Reino hace que Dios y, el hombre y la mujer, se encuentren en el camino.

Yo prefiero no ver este pasado encuentro como un diálogo en una tregua, como una conversación con bandera blanca; prefiero quedarme con la imagen de que “había un hombre que tenía dos hijos…”

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