Presentación en Vitoria del libro "La compasión en un mundo injusto" Juan José Tamayo vivió la pandemia reflexionando sobre la compasión

Juan José Tamayo  vivió la pandemia reflexionando sobre la compasión
Juan José Tamayo vivió la pandemia reflexionando sobre la compasión

El acto de monseñor Segura en Bilbao es "un ejemplo de compasión para la Conferencia Episcopal y para todas las diócesis españolas"

"durante la pandemia fue el mundo sanitario el que mostró más compasión, muchos dando su vida por estar cerca de las víctimas de la pandemia"

El teólogo Juan José Tamayo ha presentado este martes en Vitoria-Gasteiz su obra “La compasión en un mundo injusto”. Tamayo, en línea con otros autores que han abordado el tema de la compasión, comparte la centralidad de este tema y su vinculación con la ética y la moral. En el plano religioso Tamayo, de la mano de Johann Baptist Metz, defiende que la compasión debe convertirse en “una política mundial escrupulosa en tiempos de globalización, ha de servir de acicate para una nueva política de reconocimiento simétrico de las personas excluidas y de los pueblos oprimidos y traducirse en una mística política de la compasión de ojos abiertos y con los pies en la tierra.”

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Pero la compasión padece hoy una amenaza, “está bajo sospecha”, “pareciera no tener cabida en el mundo moderno, que la concibe como un “sentimiento reaccionario, paternalista, de arraigo feudal”

Por otro lado Tamayo afirma que con frecuencia la compasión “se reduce a lamentarse de las desgracias ajenas sin ponerse del lado de quienes las sufren, a deplorar los sufrimientos de la gente que los padece sin mostrar solidaridad con ella, ni mover un dedo para evitarlas, ni luchar contra las causas, las personas y las instituciones que los provocan.”

Todo este panorama le lleva a elaborar un listado de quince puntos para enmarcar la verdadera compasión: 

Ver, pensar, sentir, co-sentir y vivir la realidad desde las víctimas.

Identificar a las víctimas individuales y colectivas.

Practicar la solidaridad fraterno-sororal con las mujeres, las grandes olvidadas, inferiorizadas y subalternizadas, discriminadas.

Tomar en serio los sufrimientos de las víctimas.

Ponernos de su lado, asumir los sufrimientos de las personas y de los colectivos dolientes. Es quizá lo más difícil, pero hay que intentarlo.

Analizar las causas de los sufrimientos y luchar contra ellas, sin dar ninguna causa por imposible y perdida.

Devolver la dignidad negada a las víctimas.

  1. Reparar el daño causado aquí y ahora.
  2. Comprometerse a evitar que se repitan los sufrimientos y las causas que los provocan.
  3. Tratar a las víctimas como iguales, sin complejo de superioridad ni arrogantemente, y, menos aún, culpabilizarlas.
  4. Hacer memoria histórica de las víctimas del pasado, reconocer la razón de los vencidos y la legitimidad de las causas por las que lucharon. 
  5. Denunciar a los victimarios, evitar la impunidad, exigir juicios justos y reparadores del daño causado, sin caer en la venganza, y generar procesos regenerativos para los victimarios.
  6. Cuidar de la naturaleza, nuestra casa común, maltratada y depredada. El cuidado es la traducción de la compasión para con la naturaleza, de la que formamos parte.  
  7. Denunciar el mal común, que es el resultado de la civilización del capital, como afirma Ignacio Ellacuría, y defender el bien común, que debe traducirse en la defensa de los Bienes Comunes de la Tierra y de la Humanidad, que no pueden ser privatizados.
  8. Defender la vida de todo los seres vivientes, una vida digna, eco-humana, especialmente de quienes la tienen más amenazada.

Como si de los Diez Mandamientos se tratara estas quince características de la compasión se encierran en dos:

  1. a) La compasión es la virtud y el principio ético que nos hace humanos y solidarios con el dolor de los demás; la falta de compasión nos des-humaniza. 
  2. b) La compasión transforma nuestra identidad individualista en identidad solidaria, en inter- y alter-identidad, y nos libera del egoísmo.

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Con estas premisas Tamayo considera que es necesario un cambio de paradigma en los diferentes niveles de la existencia humana y de la naturaleza: antropológico, teológico, ético, ecológico, etc.  Un cambio que supondrá pasar de la independencia, la autosuficiencia, la fortaleza, la individualidad, y en el caso de los hombres, la masculinidad hegemónica, a la fragilidad, la precariedad, la vulnerabilidad, la inseguridad, la incertidumbre, la llorosidad.  En el caso de Dios abandonar los viejos atributos de la teodicea: omniscien-cia, omnipoten-cia, omnipresen-cia, providen-cia, violen-cia, que lo vinculan con los poderosos de la tierra, y recuperar los valores de la com-pasión, la clemencia, la misericordia, la solidaridad, la justicia, etc; bajar a Dios del pedestal de  la metafísica y ubicarlo en los terrenos de la ética; bajarlo de las alturas celestes y colocarlo del lado de las víctimas. En la imagen de Jesús de Nazaret: deconstruir su predicada trascendencia que no hace pie en la historia y colocarlo en la kénosis (Flp 2,6-11) y la mesa compartida (comensalía) con las personas hambrientas. En el modelo de Iglesia: pasar de la institución-fortaleza autorreferencial, jerárquica, patriarcal y a la defensiva, a la comunidad, que sale a las periferias, como pide el papa Francisco, samaritana, seguidora del Nazareno y cuidadora de la naturaleza. Y en el terreno del discurso religioso: convertir la compasión en principio teológico junto con el principio-esperanza, el principio-memoria subversiva de las víctimas, el principio-liberación.

La compasión tiene una dimensión política. Especial relevancia hay que conceder a la compasión y al amor en la esfera política, donde no son suficientes las solas normas jurídicas. Compasión y amor son el puente entre las normas jurídicas y las situaciones sociales injustas.

Tamayo sostiene en este libro que desde el punto de vista cívico, la compasión es una virtud pública que defiende una ciudadanía igualitaria para todos los seres humanos, donde no cabe la diferencia entre nativos y extranjeros, sino que todas las personas son ciudadanas que comparten la ciudadanía-mundo. 

Desde el punto de vista político y económico, es una virtud revolucionaria, que lucha contra las estructuras injustas y defiende una democracia activa y participativa de base y una economía en defensa de la vida. 

Desde el punto de vista religioso, es un principio teológico que reconoce la autoridad de las víctimas, por encima de cualquier otro magisterio.

Desde el punto de vista de la espiritualidad, es una fuerza de resistencia frente a los poderes opresores coaligados, un camino alternativo a las formas de piedad espiritualista.

Desde el punto de vista ecológico, la compasión se traduce en la práctica del cuidado de la hermana naturaleza.

Y desde el punto de vista étnico-cultural, es una llamada a reconocer y respetar el pluriverso cosmovisional sin jerarquizaciones previas ni exclusiones.

La parábola del Buen Samaritano le sirve a Tamayo para presentar el paradigma del buen compasivo, desgranando las características de este personaje del relato cristiano. 

Tras la presentación pudimos conversar un momento con él.

Durante la presentación ha comentado que le gusta que lo que escribe en sus libros se contextualice, aterrice en la realidad, por eso quiero preguntarle qué lectura hace, a la luz de lo que expone en su libro, del acto de petición de perdón a las víctimas de abusos en la Iglesia que ha tenido lugar en Bilbao presidido por monseñor Joseba Segura.

Me parece que es un ejemplo visible de lo que es un acto de compasión. La pederastia ha afectado a decenas de miles en el mundo y en España a más de mil personas, y el hecho de que un obispo haya hecho este gesto público de petición de perdón es una muestra de compasión porque lo que está haciendo con esa petición de perdón es reconocer la gravedad de los comportamientos pederásticos y a  la vez también devolver la dignidad a las personas que han sido objeto de tamañas agresiones. Por eso me parece también que es todo un ejemplo para la Conferencia Episcopal y para todas las diócesis españolas. Un testimonio público de un comportamiento que creo no se ha hecho todavía de una manera tan explícita y directa como se ha hecho en Bilbao y por lo tanto es una referencia para que el resto de obispos actúen de la misma manera. En definitiva, todo un acto de compasión con las víctimas de la pederastia. 

Has contado que este libro nació en plena pandemia, un periodo durante el cual la palabra “compasión” tuvo protagonismo por unas veces por estar presente y otras por estar ausente.

Claro, ausente estuvo porque no podíamos tenerla físicamente. Cuando estaba escribiendo el libro era consciente de la contradicción en la que estaba incurriendo, escribir un libro sobre la compasión en un momento de tanto sufrimiento y no poder expresar esa compasión con las víctimas de la pandemia. Por otro lado también es cierto que la pandemia activó lo mejor de la sociedad porque cuando se pudo se tuvieron gestos de solidaridad. Y sin duda alguna el mundo sanitario fue un espacio de compasión. La compasión se suele vincular a lo religioso pero en absoluto, durante la pandemia fue el mundo sanitario el que mostró más compasión, muchos dando su vida por estar cerca de las víctimas de la pandemia.  

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Non solum sed etiam

No es lo mismo hablar de la compasión que ser compasivo, eso es una evidencia. Justo el pasado domingo coincidí con una mujer ucraniana que me compartía la sensación que sus compatriotas están teniendo, “la gente se está acostumbrando a la guerra en Ucrania”. Sienten que los índices de compasión hacia el pueblo ucraniano, que la participación en los gestos de solidaridad están bajando. Mientras ellos necesitan seguir sintiendo el calor de los demás, la empatía de quienes no somos ucranianos, necesitan sentir que nos duele la guerra de verdad. Podríamos repasar el quincecálogo de Tamayo y ver cuántos de esos puntos estan fallando en el tema de la compasión con el pueblo de Ucrania.

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