Sobre las palabras de Francisco respecto de las uniones homosexuales Sembremos y alegrémonos de que otros recojan los frutos
La Iglesia defiende el término “matrimonio” como distintivo de la unión sacramental de un hombre y una mujer
¿Alguien es capaz de afirmar rotundamente que Dios NO bendice el amor sincero entre dos seres humanos?
Los sacramentos en la Iglesia son palabras mayores
Los sacramentos en la Iglesia son palabras mayores
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Las recientes palabras del Papa Francisco en relación a las personas homosexuales han provocado ríos de tinta: unos para decir lo que no dijo; otros para decir lo que ellos creían que quería decir; otros para decir lo que tenía que haber dicho.
Es curioso porque los medios citan textualmente a Francisco: Las personas homosexuales tienen el derecho de estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen el derecho a una familia. Nadie debe ser excluido o ser infeliz por ello.”
Y en otro momento el Papa añade: “Lo que tenemos que crear es una ley de uniones civiles. De esa manera estarán bajo cobertura legal.”
Bien, esto es lo que literalmente dice Francisco.
Algunos han querido ver en estas palabras un apoyo al matrimonio homosexual, y, a priori, yo diría que ese apoyo no aparece por ningún lado. Otra cosa es el respaldo y la demanda de que la sociedad reconozca civilmente derechos inherentes a la convivencia estable entre dos personas del mismo sexo.
De momento la Iglesia no parece que esté dispuesta a mezclar temas, lo que creo que es un sabio proceder. La Iglesia defiende el término “matrimonio” como distintivo de la unión sacramental de un hombre y una mujer. Y es que creo que la madre del cordero está en el detalle de unión sacramental, porque el reconocimiento de la unión civil de los homosexuales es algo más que superado por quienes nos encontramos con la sensación de pertenecer a una Iglesia del siglo XXI.
La pregunta clave, creo, en lo que respecta a la Iglesia es, si alguien, ni siquiera el Santo Padre, es capaz de afirmar rotundamente y elevar a dogma de fe que Dios NO bendice el amor sincero entre dos seres humanos, más allá de su condición sexual. Me temo que la respuesta no es fácil. Aunque yo creo que Dios sí bendice todo amor puro y sincero. Lo que no tiene que ser fácil es ponerle el cascabel al gato y, después de tantos siglos en los que la misma Iglesia también ha perseguido a los homosexuales afirmar algo que sí sería revolucionario.
Y sería revolucionario porque reconocer abiertamente que Dios bendice el amor sincero entre las personas, más allá de su condición sexual, abriría el debate de la sacramentalidad de las uniones homosexuales. Y los sacramentos en la Iglesia son palabras mayores.
Otro tema, y del que se podría desprender quizá una afirmación del Santo Padre sobre el reconocimiento de las uniones homosexuales como familias, es cuando dice “tienen derecho a una familia”.
Hay un interés especial de la Iglesia en defender la unión heterosexual porque es la única que coopera en el plan de Dios de generar vida. Por eso la Iglesia concede un abrigo especial al modelo de familia, digamos “tradicional”. De las palabras del Papa podría desprenderse ese reconocimiento a otros modelos de familia. Pero de momento, el término matrimonio parece reservado a las uniones heterosexuales.
Por otro lado, en muchos medios sí creo que recogen acertadamente la condena a ese rechazo que históricamente han sufrido los homosexuales en sus propias familias.
Ya sabemos que la Iglesia avanza muy lentamente, pero con pasos firmes y seguros. Hay que afinar mucho para descubrir lo que Dios bendice o no. Porque la familia no es un modelo único de convivencia sino el modelo de convivencia como Dios manda, es decir donde se vive el amor, el respeto, el perdón, la misericordia, … y si es posible una sana relación con Dios en comunidad. Y esos atributos de una familia no los da la condición sexual de quienes son la cabeza de esa comunidad doméstica, sino el comportamiento del día a día de cada uno de sus miembros.
La Iglesia defiende sobremanera la unión heterosexual porque hoy es la más atacada socialmente, porque esa unión, cuando se manifiesta en la unión carnal de las dos personas es susceptible de generar vida, no tumores benignos estirpables. Ese milagro de generar vida solo se produce en la unión heterosexual. Por eso el especial mimo sobre las familias generadas en este modelo de unión y de amor. Lo que esta defensa firme, y sobre la que la Iglesia nunca dará un paso atrás, no ha de ser excluyente de otros modelos de familia que tengan como base la unión de dos personas del mismo sexo y su deseo compartido de acompañar en el crecimiento a otro ser humano acogido y legalizada su paternidad/maternidad. Porque recordemos que los hijos, ni siquiera los engendrados, no son una propiedad, desde un planteamiento religioso son “prestados por Dios” a sus padres durante un tiempo.
Solo nos queda aceptar que ese “préstamo” sea realizado por una vía directa o indirecta.
Me alegro del debate surgido de unas palabras de Francisco en un tema en el que nos queda mucho camino que recorrer como Iglesia y como sociedad. Y en todo caso trabajemos pensando que cuando se siembra la semilla de un árbol frondoso hay que hacerlo con la idea de que muy probablemente nunca lleguemos a disfrutar de su sombra, pero con la esperanza de que otros la disfruten.
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