Encuentro de Culturas El Señor de los Milagros al encuentro de la Virgen Blanca de Vitoria
Elizalde: "en la comunidad emigrante tengo puestas las esperanzas vocacionales"
Abad de la Cofradía de la Virgen Blanca: "Los peruanos con su amor a Nuestro Señor de los Milagros nos estáis acercando a la buena senda"
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
La mañana del domingo 24 de octubre algunas calles del Casco Viejo de Vitoria-Gasteiz “viajaron” vía wassap hasta Perú, y en ellas su Señor de los Milagros.
Hace ya quince años que Vitoria-Gasteiz celebra con su comunidad de emigrantes peruanos una de las fiestas más importantes de ese país, en la que reúne, literalmente, a millones de personas.
La pandemia hizo mella en esta celebración, por eso la llevada a cabo este año tenía más sabor a fiesta si cabe, aunque la distancia de los seres queridos nunca deja de estar presente en los rostros andinos y en sus testimonios.
A las once y media daba comienzo la misa presidida por el obispo, Juan Carlos Elizlade, quien volvió a repetir en su homilía que en la comunidad emigrante él tiene puestas las esperanzas vocacionales para esta diócesis, "porque en vosotros permanece la transmisión generacional de la fe".
La historia del Cristo de los Milagros, Señor de Pachacamilla, se remonta al 13 de noviembre de 1655 cuando a las 14:45 horas, tuvo lugar un terremoto que estremeció Lima y Callao, derrumbándose templos, casonas y las viviendas más frágiles, dejando miles de víctimas mortales y damnificados. Lo que más llamó la atención fue que la pared simple de adobe donde se encontraba el Cristo permaneció intacta. La imagen original del Cristo fue pintada en 1651 por un esclavo de casta angoleña llamado Pedro Dalcón. En 1746, Lima padeció el sismo más destructor de su historia y, una réplica de su imagen salió en procesión y la tierra dejó de temblar. Esto acrecentó la devoción del pueblo. Se construyó la Iglesia de las Nazarenas, que hoy es el santuario donde se le rinde culto. Decenas de miles de devotos llegan de todas partes del mundo en el mes de octubre para participar en las procesiones por las calles de Lima. Por eso miles de personas van a la procesión el día 28 de octubre de cada año recordando lo que en ese día aconteció.
Esta vinculación de la historia del Cristo de los Milagros con los fenómenos naturales la aprovechó el obispo para señalar que “hay terremotos más difíciles para Dios que los de las fuerzas de la naturaleza, el cambio de los corazones”.
La celebración tuvo un marcado sabor peruano con la bandera del país, y las imágenes proyectadas que recogían ediciones pasadas y fotos de la ciudad de Lima en celebraciones previas a la pandemia.
La pandemia también estuvo presente en la celebración, con el testimonio de David Albán quien tuvo que seguir desde la UCI la edición del pasado año, o el testimonio de Pedro que vivió “el milagro” de recuperar y tener a su madre cerca tras un episodio de gravedad.
Partiendo de la capilla de Santiago, parroquia de Santa María y lugar de acogida para el Programa Berakah en sus acciones pastorales, la procesión discurrió a ritmo de banda de música, encabezada por su
estandarte hasta llegar a la balconada donde se encuentra la imagen de la patrona de Vitoria-Gasteiz. Allí, el Abad de la Cofradía de la Virgen Blanca, Ricardo Sáez de Heredia ofreció las palabras de “ongi etorri”, hermanando las dos devociones, “desde la Cofradía y la comunidad parroquial que agrupa a toda Vitoria-Gasteiz queremos deciros que esta es vuestra casa” dijo Saez de Heredia. “Sois un pueblo extraordinario. Los peruanos con su amor a Nuestro Señor de los Milagros nos estáis acercando a la buena senda, al buen camino de Jesús. Justicia, Verdad y Amor” dijo el Abad.
Non solum sed etiam
Quizá el más emotivo de los testimonios se ofreció al final cuando una peruana volvió a recordar la lejanía de su tierra y la distancia con sus seres queridos. Creo que nos cuesta imaginar el corazón partido y dividido de quienes, aún gozando de una calidad de vida superior a la que que podrían estar teniendo en su tierra, aún sintiéndose bien acogidos por la ciudad, su presencia entre nosotros no es por capricho ni turismo, sino por necesidad de seguir viviendo aquí y allá. Muchos hipotecan parte de sus ganancias y trabajos precarios para seguir sosteniendo a la familia en su tierra. Mientras los gobiernos siguen demandando deudas eternas, con intereses más que abonados, en lugar de revertir esa deuda en evitar que muchos salgan de su tierra a la aventura. Por mucha fe que les sostenga el Señor de los Milagros no puede cambiar los corazones de quienes tienen en sus manos acabar con estas deudas, salvo que ellos decidan cambiar.