Antonio Aradillas Antifeminismo cardenalicio

(Antonio Aradillas).- A la sombra del símbolo de la felizmente extinta tiara pontificia, y al amparo del lema heráldico del "Unicuique suum", y del "Non praevalebunt", que hace chirriar las puertas del infierno, pero que siguen presidiendo la edición de "L´Osservatore Romano" -Ciudad del Vaticano-, se ha publicado recientemente un artículo titulado "NO definitivo al sacerdocio de la mujer en la Iglesia Católica". Su autor es el neo cardenal Luis Ladaria, Prefecto del dicasterio de la Doctrina de la Fe, y español, por más señas.

De entre sus afirmaciones, con signos y expresiones aproximadamente dogmáticas, acentúo las siguientes: "Cristo quiso conferir el sacramento del sacerdocio a los doce apóstoles y estos todos eran hombres"; "Se trata de una verdad perteneciente al patrimonio de la fe, que incluye que el sacerdocio ministerial no pueda seer válidamente conferido a las mujeres"; "Su aseveración en contra sería ajena a la constitución divina de la Iglesia, que siempre se sintió vinculada a esta decisión del Señor", rozándose la evocación de "infalible" en alguna de las apreciaciones del texto cardenalicio.

El análisis que del referido artículo efectuó después en RD. el teólogo Xabier Picaza, habrá de servirles a muchos para despejar dudas serias acerca de la interpretación de uno de los temas que en la actualidad condicionan en mayor proporción la vida presente y futura de la institución eclesiástica. La aseveración rotunda y comprometida, del teólogo, de que "la opinión del cardenal Ladaria NO responde ni histórica ni exegéticamente al evangelio", no hubiera sido posible efectuarla, de no estar equipado de razones muy serias, además de sentirse dotado del carisma de la libertad, que no confieren ni solo ni fundamentalmente las enseñanzas "oficiales" dictadas y remuneradas jerárquicamente. El sacrosanto oficio y ejercicio de la teología habrá de encarnarse en la vida- convivencia de los textos bíblicos, a la vez que en la historia. Sin vivir de verdad en el mundo, o viviendo "en el mejor de los mundos", y sin conocer y compartir su realidad, desinteresada y comprometidamente, jamás será procedente permitirse el lujo de intitularse "teólogo", por muchas y preclaras -"cum laude"- acreditaciones académicas impartidas por las facultades universitarias más acreditadas del orbe católico.

Por la esperpéntica sinrazón de que "algo tendrá el agua, cuando la mal-dicen", son muchos los cristianos convencidos de que el reconocimiento y "canonización" de la discriminación de la mujer en relación con el hombre -también en la Iglesia-, es "de origen divino". A convencimiento tan anti-evangélico, propio de patriarcalismos decrépitos, injustos y paganos, contribuye a reafirmar y acrecentar la proclamación de la "palabra de Dios" efectuada en este caso por un cardenal, al que, aplicándosele el prefijo "neo", se habrá de concluir que el futuro eclesial no se le despeja, sino todo lo contrario, a la mujer, condenada a perpetuidad, y con todas sus consecuencias, a ser sierva del hombre, por aquello de la leyenda de la costilla del sagrado libro del Génesis.


Mujeres en la Iglesia

La calificación irreversible e irredenta, de "machista", propinada a la Iglesia, la reafirman más aún las palabras del neo- cardenal que comento y lamento. Estas cierran puertas y ventanas multitud de mujeres. Lo de "abandonad toda esperanza" dantesca, de redención, de igualdad, libertad y justicia, vuelve a hacerse doctrina común, recordándosele que, pese a determinados, y todavía tímidos, avances y logros, profesionales, políticos, sociales..., en lo religioso, -católico, apostólico y romano-, sigue condenada a ser infinitamente inferior al hombre, y esto "por la gracia de Dios" e inspiración divina.

Las palabras del neo- cardenal, Prefecto de la Doctrina de la Fe, constituyen además un portazo al ecumenismo, en cuyas Iglesias, se les abren a la mujer esperanzadoramente las puertas de la igualdad en derechos y deberes, en relación con el hombre.

Aún en el caso de que algunos -también teólogos- pensaran ser dogma, o algo similar, la doctrina de la discriminación de la mujer en la Iglesia, impidiéndosele acceder a las responsabilidades inherentes al sacerdocio, sería plenamente admisible y deseable trabajar por hacer desaparecer- revocar, tal injusticia. Otro papa, u otro concilio, tal y como consta en la historia de la Iglesia, prescindieron, y aún condenaron, en su día, doctrinas y comportamientos aceptados y "canonizados" legítimamente por otros.

El tema de la mujer, y su planteamiento doctrinal y canónico, actual en la Iglesia, demanda profunda y urgente reforma. El machismo impera en sus filas, de manera inactual alarmante, anti evangélica y ofensiva para ellas y para el resto de la humanidad, escandalosa para creyentes e incrédulos. Declaraciones como las del neo-cardenal reafirman a muchos en la idea de que, a lo largo y ancho del tiempo, determinadas instituciones curiales le causaron más males, que bienes, a "Nuestra Santa Madre la Iglesia".

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