"Las tres diócesis extremeñas hacen responsable de esta situación a don Braulio" Antonio Aradillas: "El santuario de Guadalupe sigue perteneciendo, absurdamente, a la diócesis de Toledo"
"El caso es de tanta relevancia, insólito, raro, singular y hasta ofensivo, que con toda seguridad no se registra otro en el resto del orbe católico…"
"La liturgia, por muy sagrada que sea y se llame, basada en la hipocresía, es pecado catalogado por el catecismo como “grave”"
"Esperamos alguna respuesta, aun con la experiencia del silencio primado por antonomasia"
"Esperamos alguna respuesta, aun con la experiencia del silencio primado por antonomasia"
La fuente informativa es de toda solvencia. Procede del arzobispado primado de Toledo y refiere detalladamente los actos de los que la capital eclesiástica de la franja extremeña -31 pueblos- correspondientes a su administración arzobispal, obsequia a la Patrona oficial –civil y eclesiástica- de Extremadura, la Santísima Virgen de Guadalupe, en cuyas santas vísperas nos encontramos.
Sí, todavía y absurda, misteriosa e incomprensiblemente, el santuario-monasterio de Guadalupe, tal y como referíamos aquí hace unos días, pertenece administrativamente, con sus consecuencias pastorales y de las otras, a la diócesis primada toledana, exiliada de los fieles y devotos de los que su patrona “natural y sobrenatural”.
De la nota informativa oficial se desprende que, además de las civiles y políticas, las autoridades eclesiásticas episcopales de las tres diócesis extremeñas participan activamente en su liturgia festiva, sin dejar de citar la colaboración en la organización de las fiestas, “de los miembros de la orden de san Francisco que rige el monasterio, así como de la Comunidad Autónoma a través e la Consejería de Cultura e Igualdad”.
En la referida información oficial se destaca que la solemne celebración de la santa misa de la fiesta, con su correspondiente homilía, será presidida como concelebrante principal, por el arzobispo, ya jubilado, a la vez primado de España, con residencia en Toledo.
Me limito en esta ocasión a hacerme eco de algunos comentarios de quienes religiosamente viven su fe en la administración canónica de la provincia eclesiástica de Extremadura, con la sempiterna queja en sus labios al comprobar que la patrona de toda una región pertenezca y sea pastoralmente regida por un arzobispo que lo es de otra Comunidad Autónoma y Provincia Eclesiástica – en este caso de Castilla La Mancha- con residencia y palacio en Toledo, por muy Primado que sea e intente ejercer. El caso es de tanta relevancia, insólito, raro, singular y hasta ofensivo, que con toda seguridad no se registra otro en el resto del orbe católico…
Quienes comentan la noticia, en las cuencas hidrográficas de los ríos Tajo y Guadiana, con el lenguaje castúo, popular y cristiano, pero siempre con fervores marianos, sin haber perdido todavía la fe y la confianza en sus obispos, se hacen entre sí, y en relación con las autoridades eclesiásticas correspondientes, preguntas como estas:
¿Cómo es posible que los obispos de las tres diócesis extremeñas, y otros ya eméritos, unánimemente, en declaraciones públicas y privadas, lamenten esta situación de la que hacen explícitamente responsable a don Braulio, arzobispo todavía de Toledo y de Guadalupe? ¿Acaso el lenguaje de los signos litúrgicos -beso de la paz, abrazos o remedos de abrazos…- se intercambian en la concelebración de la misa solemne, que así las cosas, no pasará de ser gestos y palabra huecas y hueras, como tantas otras, referidas al concelebrante principal, de quien los prelados extremeños citados afirman que es él quien impide la reorganización diocesana, terminando de una santa, sabia y ejemplar vez con el disparate de la existencia, pero inexistencia, de la Virgen de Guadalupe, como patrona de Extremadura?
¿Cuántos esfuerzos, recomendaciones y hasta donaciones, litúrgicas o para-litúrgicas tendrán que efectuar los “hermanos en el episcopado” para servir poco más que de “retablos al concelebrante principal" por su calidad de arzobispo primado, presente entre ellos otro arzobispo, como el de Mérida-Badajoz?
Por supuesto que los cristianos, y en general, los extremeños, con mención especial para los enrolados en la organización de seglares “Guadalupex” -creada para urgir tal reivindicación-, poseen cultura religiosa más que sobrada como para plantar a la jerarquía, que permite y hasta justifica tales desvaríos canónicos y administrativos.
Por supuesto también que llegó ya la hora “franciscana”, en la que también los “hermanos en el episcopado” adopten medidas y procedimientos diferentes a los dictados e impuestos por los rituales y que se concretan en seudo-besos y en seudo-abrazos. La liturgia, por muy sagrada que sea y se llame, basada en la hipocresía, es pecado catalogado por el catecismo como “grave”. ¿Es que no es pecado consentir o contribuir, de alguna manera, a que la Comunidad Autónoma de Extremadura, que se halla en los más altos niveles de pobreza de entre las 17 españolas, también lo sea por lo que respecta a la religión, como Provincia Eclesiástica?
¿Pueden seguir “como si tal cosa”, los obispos extremeños aguantando tamaño sinsentido y dislate, contrario a la razón, además de ofensivo para los sentimientos religiosos y los sanamente patrióticos? ¿Qué parte de verdad tiene el dicho de que “a la jerarquía en general les sobran ritos, cánones e hipocresías, y les falta sentido común y, en definitiva, comunión”?.
¿Para cuándo, por ejemplo, una mesa redonda sobre el tema, en la que intervengan, por igual, jerarquía y laicos, sin esperar a que sea Roma, es decir, la Curia, la que resuelva problemas en los que están en juego no pocos intereses “espirituales” y materiales? ¿Podríamos llegar a tiempo a la convocatoria de la mesa, que en cristiano y en liturgia, es también y sobre todo, altar?. Esperamos alguna respuesta, aun con la experiencia del silencio primado por antonomasia.