"Los abuelos, desde perspectivas de religión y de vida, son santos, de por sí" 'Abuelear' es verbo sagrado
"Abuelos y abuelas son de por sí, santos y santas. No se pertenecen a sí mismos. Y ni casi a ellos y a ellas. Él y ella quieren y cuidan a sus nietos más que a sí mismos"
"La de abuelo, es vocación ciertamente sagrada. Es el reconocimiento feliz de que ellos -los nietos- harán perdurable su existencia 'así en la tierra como en el cielo'"
"El ejercicio de 'abuelear' es de los más nobles y reconfortantes que existe, y además , a cambio de nada. Es decir, de todo"
"Con-vivir y con-cuidar -tanto activa, como pasivamente- ,es parte esencial de la vida. Es ella misma"
"El ejercicio de 'abuelear' es de los más nobles y reconfortantes que existe, y además , a cambio de nada. Es decir, de todo"
"Con-vivir y con-cuidar -tanto activa, como pasivamente- ,es parte esencial de la vida. Es ella misma"
El papa Francisco, quién por su sabiduría, sensibilidad y su encarnación en el mundo, está en todo, o en casi todo, acaba de dar pasos muy decisivos en el peregrinaje del proceso de la humanización colectiva de abuelos y abuelas, por el hecho de ser y ejercer como tales, y en conformidad a cómo se han puesto los tiempos que nos han correspondido vivir.
Los abuelos, desde perspectivas de religión y de vida, son santos, de por sí. No precisan de reconocimientos “oficiales” y menos, teniendo que seguir los pasos marcados por los cánones, los ornamentos y ordenamientos al uso, entre los que en mayores proporciones y facilidades para “ascender al honor de los altares“ y al culto público, aquellos cuyas familias, grupos de piedad y Órdenes o Congregaciones Religiosas respectivas, cuentan con bienes, también materiales para afrontar los gastos previstos o no, en los largos o cortos -¡”santo súbito”¡ - procesos legales. Y es que, entre unas cosas y otras, los santos canonizados resultan muy caros. La inversión en euros o en dólares, no siempre está al alcance de muchos.
Abuelos y abuelas son de por sí, santos y santas. No se pertenecen a sí mismos. Y ni casi a ellos y a ellas. Él y ella quieren y cuidan a sus nietos más que a sí mismos. Y tanto o más que puedan seguir queriéndose entre s, como “marido y mujer”. Quieren a sus nietos más que a sus propios hijos. Están a su disposición y servicio permanentemente. La de abuelo, es vocación ciertamente sagrada. Es el reconocimiento feliz de que ellos -los nietos- harán perdurable su existencia ”así en la tierra como en el cielo”, en conformidad con el re-creador y santo principio bíblico devino, del “¡creced y multiplicaos¡”.
Desde tal perspectiva, y en determinados contextos como los relativos con el “coronavirus”, la vida de los abuelos tiene mucho de “martirio”. Apenas si es vida su vida. No les posible vivir sin sus besos y abrazos. Ni sin sus travesuras. Ni sin sus “transgresiones” y “consentimientos “no reglamentados, por poco o nada pedagógicos que proclamen padres y educadores. Los abuelos-abuelos no tienen por qué ser educadores. Precisamente tal es el oficio de los padres y de los maestros en sus gradaciones escolares diversas, tantas veces inciertas y hasta enloquecedoras que con frecuencia llevan consigo desterrarlos de los ámbitos de su infinita influencia.
El ejercicio de “abuelear“ es de los más nobles y reconfortantes que existe, y además , a cambio de nada. Es decir, de todo. Exactamente por eso, la misma palabra “abuelo”, en su sagrada y bíblica terminología de “abba” –“padre-madre” a la vez- precisa de revisión, aunque esta no les afecten de lleno a quienes la vivieron y experimentaron de verdad y con fruición en sus años de ninos y de mayorcitos…
La descalificación por parte de cualquier persona por el hecho de ser otro ya mayor, tachándole de “viejo” , o “abuelo” , es lo mas abyecto, vil, incivilizado, inculto, aberrante y despreciable en los casos en los que tal palabra se emplee de forma y manera despectivas, como tantas veces ocurre. Y es que nazis,” adolfo-hitlerianos”, y racistas, todavía hay inscritos en congregaciones, movimientos que se dicen religiosos, cívicos y políticos, también entre jóvenes, que no llegarían a viejos, si hubieran tomado al pie de la letra sus “denostaciones” los familiares y amigos con quienes vivieron, que no convivieron.
Los años, en la gloriosa etapa de la vejez, son los que convencen al papa Francisco y a cualquier persona decente y de buena voluntad, a que el respeto con que se les trate a las personas mayores adquiera permanente dimensión también religiosa y certeramente canonizable, sin necesidad de dar ni siquiera un paso canónico en tal dirección.
En todo proyecto de vida, y de religión cristiana, por elemental que sea, los abuelos son parte educadora, integrante e integradora, que difícilmente podrán suplir los catecismos y las homilías. A los educandos que lo fueron, sin abuelos y abuelas, les faltarán valores muy relevantes que transmitir en su día a sus beneficiarios, en rigurosa conformidad con la ley de Dios y de la naturaleza. No es exagerado reconocer que a la Iglesia no le sobran abuelos, lo que es nueva razón para el replanteamiento del obligatorio carácter celibatario, tanto en masculino como en femenino.
Con-vivir y con-cuidar -tanto activa, como pasivamente- ,es parte esencial de la vida. Es ella misma. Lo mismo por “vida” como por “cristiana”. Cuidando y dejándose cuidar, se hace “carrera” si no “eclesiástica” del todo, sí evangélica, que es la que, en definitiva,importa a abuelos y a nietos.