Israel protestó por la beatificación de Pío IX Beatificación de Juan XXIII: Fiesta a medias
(José L. González Balado).- Asistir a la beatificación de Juan XXIII había sido el objetivo exclusivo de nuestro fin de semana romano. Uno conocía ya bastante bien Roma, por haber vivido en ella algún tiempo, por más que una ciudad como Roma, más que otras, nunca se "absorbe" del todo. ¡Por Dios, vaya simpleza! En todo caso, en tal circunstancia el tiempo "ahorrado" no daba para más.
El lunes día 4 el objetivo casi primordial era salir en dirección del aeropuerto de Fiumicino con la perspectiva de almorzar ya en Madrid con el recuerdo de lo vivido. Un recuerdo, por razones en parte ya aludidas, menos feliz de lo que había esperado. A pesar de esencialmente religiosa, la fiesta sólo había sido "a medias". La expresión literal o de sentido, la leí repetida en diarios que quise traer conmigo como evocación de lo ocurrido y vivido en un fin de semana que sigo recordando. Un recuerdo que sigue cabiendo poco menos de quince años después, casi exactamente el de una "fiesta a medias".
Hay algunos diarios italianos, igual que otros de... por estas partes, que resultan conocidos por los lectores. ¿Quién no conoce, por ejemplo, el famoso diario milanés Corriere della Sera? Fue uno de los que adquirí. Sin serlo tanto, es merecida la fama que tiene uno de Turín que lleva el nombre de La Stampa, que quiere decir simplemente -si fuese en nuestra lengua- "La Prensa". También lo es, aunque más joven de años, y acaso por su "incisividad", uno de título que no necesita ser traducido: La Repubblica (sí, en italiano con dos pes).
Aún los conservo como parte de una comprensiblemente reducida hemeroteca personal. Ni piense el lector que le voy a propinar la traducción de artículos enteros. Igual que en los casos que no hay lector con un poco de experiencia que no haya experimentado, los títulos bien elegidos suelen y deben condensar el contenido expresado en párrafos que no siempre hay tiempo para digerir.
Más que un título, sigo encontrando expresivo un dibujo que, en el Corriere de la Sera, lleva la firma y el ingenio de un dibujante que, en un caso, y no sin correr algún riesgo, compararía con El Roto de un gran diario que lleva años afirmándose -más o menos desde que este país alcanzó una por desgracia todavía imperfecta democracia. El dibujante italiano se firma Giannelli y su dibujo aparecía en la primera página, con Juan XXIII dirigiéndose al Papa Wojtyla y apuntando con el dedo hacia un Pío IX en un rincón. A la expresividad del dibujo se sumaba la expresión que Juan XXIII dirigía al Papa: "¿Yo con aquél? Cómo se ve que te aprovechas de que soy el Papa Buono".

La Repubblica lleva en el título una alusión para mí excesivamente sutil por reconocida ignorancia de sutilezas de la historia italiana: "En San Pedro fiesta a medias: Israel protesta por la beatificación de Pío IX". Otro título en el mismo diario: "Poco público en (la Plaza de) San Pedro, con aplausos sólo para el Papa Buono".
Y la Stampa de Turín, que después de todo es la capital del Piamonte, sede de la Fiat, y sin duda un muy importante centro cultural. Un titulo algo más largo pero denso de contenido: "Santos por virtudes, que no por sus opciones históricas", lo cual parecía cuestionar la actitud de Pío IX, algo que resulta completado en la alusión de que "Wojtyla defiende a Pío IX" contra el que protesta el gobierno de Israel. Y un par de alusiones explícitas más: "Entusiasmo por Juan XXIII: un rostro sonriente y un abrazo para el mundo". "Los sencillos con Roncalli; los aristócratas con Mastai". (Giovanni Giuseppe Maria Mastai Ferretti era el nombre civil de Pío IX).
¿A quién le extraña que el Osservatore Romano, con relación al acontecimiento del día anterior, se abstuviese de la menor crítica y fuese más bien casi-triunfal? En tiempos algo-bastante-más liberales como felizmente son éstos de "color bergogliano", el diario vaticano hubiese, quizá, cuidado algo menos la forma sin perjuicio del contenido. Pero los tiempos eran aquéllos, que aún los hubo -más antes que... esperamos que no después- peores.El total de páginas dedicadas al acontecimiento de la mañana del día anterior, aunque probablemente escritas en su mayoría con antelación, era de quince. Eso sí: no repartidas con equidad.
Había una general, bajo el título "La santidad es (era) la gran alma del Gran Jubileo" (El 2000 había sido, para tal fecha aún no concluido, año jubilar). Tres "festejados" menores -Tommaso Reggio, Guillaume Joseph Chaminade, Columba Marmión, se dijo en otra parte que "comparsas"-, ocuparon una página cada uno. Cuatro se dedicaban a Pío IX, y seis -dos más- a Papa Giovanni.
Las dedicadas a los "festejados menores" -con probabilidad de la pluma y buena voluntad de miembros de sus respectivas "familias"- trataban de condensar con convincente devoción los tirando a grandes merecimientos de sus fundadores. Interesan más, a distancia cronológica, los de los dos sumos pontífices en momentos y a través de circunstancias y psicologías tan distintas.
Acaso sea no sólo justo sino oportuno adelantar que, por haber vivido Mastai Ferretti y Roncalli en épocas -casi un siglo- tan distintas uno de otro, y sobre todo por haber tenido que afrontar uno y otro circunstancias político-religiosas tan casi opuestas, ciertas diferencias resulten más que comprensibles.
Lo evidente, por simples cronologías vivenciales, es que el Papa Mastai Ferretti no tuvo ocasión de conocer, ni por consiguiente de admirar ni de ser devoto del Papa Roncalli. Lo que en cambio resulta expresado con clara sinceridad es -fue- la evidente admiración de Juan XXIII por Pío IX.

Y que Juan XXIII había sido, durante su vida y lo que va -o viene- desde que murió y para los restos, sinceramente admirado y aún más u otro tanto querido por los física y cronológicamente cercanos. Cosa que no ocurrió, sin ser argumento definitivo de desmerecimiento, con el legítimamente reconocido como beato Pío IX. Un Pío IX que estuvo rodeado, más por razones políticas que morales, por enemigos durante su papado y hasta inmediatamente después. Queda la crónica de un acontecimiento casi tétrico como demostración. El de que, una vez fallecido, por parte de sus enemigos políticos hubo una tentativa de apoderarse de su féretro mientras iba camino del cementerio de Roma para arrojarlo al Tíber, cosa que no ocurrió pero que había estado a punto de ocurrir.
Por otro lado, y como argumento fidedigno de que hubo quien -¡nada menos que el que sería, y hasta siéndolo de hecho, Papa Juan XXIII!- dio muestras sinceras de estima y devoción antes de que fuese proclamado, junto a él, beato. Con miras a una biografía del Papa Buono, que hace años quedó escrita y ha sido acogida con generosa credibilidad, uno registró un dato que ignoraba fuese a ser evocado en tal posterior hodierna contingencia: el de que, cuando al fallecer Pío XII (9.10.1962) el entonces Patriarca de Venecia hubo de trasladarse a Roma para la obligada asistencia a los "novendiales" de sufragio, aprovechó un espacio de tiempo libre para desahogar su veneración íntima sobre la tumba del Papa de la Inmaculada en el cementerio del Verano, de Roma, donde, por deseo expresado en su lecho de muerte por el Papa Mastai Ferretti, quiso que descansasen sus restos en medio del pueblo romano: unos restos mortales que casi paradójicamente se habían librado de ser arrojados al Tíber por sus enemigos.
(Ah, ya: lo de Papa de la Inmaculada es un título que otros, como Angelo Giuseppe Roncalli, siguieron y los hay que siguen aplicando en exclusiva a Pío IX por haber sido el que convocó el Concilio Vaticano I que, además del dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen, proclamó el de la Infalibilidad del Papa en un momento en que, es verdad que por razones más bien -¡si no más...mal!- políticas, la autoridad del sucesor de San Pedro era objeto de polémica subestima).
Aún hay más sobre la relación de estima y devoción del Papa Roncalli al que lo había sido como Papa Mastai Ferretti. Que siendo aquél ya Juan XXIII, se había introducido la causa de beatificación de su remoto predecesor, y que el primer postulador de la causa era un conocido suyo de los tiempos en que ambos fueran alumnos del Seminario romano: monseñor Giovanni Canestri. Se reencontraron en 1959, siendo Roncalli ya Papa Juan XXIII y Canestri postulador de la causa de Pío IX. El que era Papa le expresó al postulador el deseo de que lograse acelerar su causa para poder ser él quien lo canonizase. Del hecho hay una confirmación casi literal en el Diario del Alma (fechada en 5.12.1959, pág 384) que autentifica tal clara disponibilidad: "Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria; e, imitándole en sus sacrificios, querría ser digno de celebrar su canonización".

Y puesto que se ha aludido a la diferencia cuantitativa de páginas dedicadas -cuatro a Pío IX y seis Juan XXIII- por el diario vaticano a uno y a otro de los papas beatificados la mañana anterior por Juan Pablo II, cabe pensar que al lector le interese, como a uno mismo en su día y aún hoy, conocer la valoración implícita en los titulares. Empezando por los relacionados con el Papa Mastai Ferretti/Pío IX: "Vivió el amor y el dolor de Cristo". (Uno tomó nota y aún recuerda los nombres de los firmantes de cada artículo. Pero pocos resultarían conocidos a la mayoría de los lectores, como tampoco a quien tomó nota de ellos por entonces).
"Un alma volcada en servir a Jesús y a la Iglesia". "La ‘modernidad' del Concilio Vaticano I". (El firmante de tal -éste- capítulo, Rino Fisichella, ya era por entonces pero hoy es aún más relevante en el campo de cultura teológica como "promotor de la Nueva Evangelización": ha sido promovido a la dignidad eclesiástica de Arzobispo). De otros autores: "La Virgen María guió sus pasos de sacerdote, obispo y sumo pontífice". "La cuestión italiana y el Non expedit". (Aquí es obligado explicar brevemente el contenido de tal documento -que... no implicaba la infalibilidad del Papa-, empezando por la fórmula latina Non expedit: No conviene. Lo que "no convenía", por disposición de la Santa Sede con la cual, "por primera vez en 1868, desaconsejó a los católicos italianos que participasen en las elecciones políticas del país y, por extensión, en la vida política italiana").
Otro artículo, firmado con las iniciales M.B.: el mismo firmante del que acababa de firmar el que incluía lo del Non expedit, aparecía titulado "El Sillabus: una recopilación de los principales errores de la época". (Había sido un documento de Pío IX, en 80 puntos: por suerte... no infalible que condenaba conceptos cuya condena no sería definitiva. Por ejemplo la libertad de pensamiento o la separación entre la Iglesia y el Estado). Y títulos de dos artículos más relacionados con el Papa proclamado beato veinticuatro horas antes por Juan Pablo II: "Reformador social y promotor de desarrollo". "Algunos aspectos de la intensa acción pastoral llevada a término durante sus 32 años de pontificado sumo".
Ya se aludió que aún queda, más acordes con la biografía serena y para todos convincente del entrañable Papa Giovanni, la más larga serie de artículos evocativos a la largo de dos páginas más -seis bien aprovechadas en total- del Osservatore Romano de fecha 4 de septiembre de 2000.
Arrancaban con un artículo firmado por el en aquel momento obispo de Bérgamo, monseñor Roberto Amadei, expresando: "Cosas grandes obró este hijo en nuestra tierra bergamasca", y seguían con uno bajo la firma de su secretario particular, y tantas cosas más aunque todavía no cardenal, que lo sería a sus cien años de edad menos dos, por mérito de un imprevisiblemente lógico y oportuno Papa Francisco: sí, por Loris F. Capovilla, así de expresivo en su brevedad: "El Papa de la Bondad" (Exacto: Bondad con mayúscula). Para uno, y con probabilidad para bastantes lectores, artículos firmados por autores más conocidos, entones o después-ahora, que otros firmantes: "Perfil hagiográfico de Angelo Giuseppe Roncalli" (Goffredo Zanchi). Una larga y rica experiencia espiritual" (Ezio Bolis). "El Concilio ecuménico Vaticano II, acto de fe del nuevo Pontífice" (Vincenzo Carbone).

"Sembrador de paz y de desarrollo en el espíritu del Evangelio y de las Bienaventuranzas) (Gino Concetti). "El Cardenal Roncalli, arzobispo de Venecia" (Antonio Niero). "El impulso a las pontificias Obras misioneras" (Ciro Stanzione). "Juan XXIII y la Pontificia Universidad de Letrán" (Angelo Scola: en la actualidad cardenal-arzobispo de Milán). "Se ofrecía como hermano a todos los hijos de Francisco" (Simpliciano Olgiati. En la obligada brevedad del título no se le encontró cabida a la explicación, pero la razón de ser del título está en que Angelo Giuseppe Roncalli se inscribió como "terciario franciscano" a los 14 años, cuando aún era seminarista en Bérgamo, y lo siguió siendo de por vida, incluso como Papa, algo que expresó a una representación de toda la familia franciscano al recibirla en una audiencia siendo ya Papa, presentándose a ellos con estas palabras: "Yo soy vuestro hermano José". Y que encontró un reconocimiento significativo en el hecho de que, cuando introdujo su causa de beatificación-canonización, Pablo VI la confió a la Orden Franciscana).
Para quien tenga prisa, y a lo mejor gustos distintos, puede que ya se le hagan casi-monótonos los simples numerosos enunciados de títulos evocativos de la imagen de Roncalli-Juan XXIII a la mañana siguiente de haber sido proclamado beato. Uno piensa y casi lamenta que por qué no ya entonces Santo, que lo era y mundialmente reconocido. Por más que, así, hemos tenido ocasión -la tendremos en menos de una semana, tras la entrañable víspera- de revivirlo, emocionados. Pero nos hemos no saltado sino simplemente dejado para remate unos pocos titulares más del diario vaticano de la mañana después de la quíntuple beatificación.
"Su rostro inédito, emergido de la causa de beatificación" (Autor: Luca de Rosa). "El itinerario hacia los altares" (Francesco Antonelli). "He tenido la suerte de encontrarme con el hombre de buenos modales" (Felice d'Onofrio). "Un lazo de estima, de afecto y de sincero aprecio con monseñor Dell'Acqua" (Mauro Lanfranchi). (Cuando Angelo Giuseppe Roncalli era delegado apostólico de la Santa Sede en Turquía (1933-1944), la diplomacia vaticana le asignó como ayudante, durante seis meses, al prometedor joven Angelo Dell'Acqua para un mejor aprendizaje en la carrera diplomática. Ambos eran lombardos. Lo que desde entonces nació entre ellos fue una gran amistad que los unió de por vida y que les daría ocasión de encontrarse en más intensa colaboración cuando, ya papa, Roncalli coincidió con Dell'Acqua en la Secretaría de Estado y lo ascendió a puestos de mayor confianza y segura colaboración).
Y aún quedaría, llegados aquí, por reproducir el título de un artículo de remate en el Osservatore del 4 de setiembre de 2000, firmado por un afianzado periodista religioso, Domenico del Rio: "Aquella peregrinación (en vísperas de la inauguración del Concilio) de Loreto a Asís". En sus apenas cinco años menos meses había sido la única salida de Roma por parte de Juan XXIII. Lo hizo en tren poco menos que de cercanías. Por un día. Al Santuario de la Virgen de Loreto y a la Basílica de San Francisco de Asís. Pablo VI, pero sobre todo Juan Pablo II, multiplicarían los llamados "viajes apostólicos", que en el caso del Papa polaco fueron más de un centenar sólo los realizados fuera de Italia. Ocho, salvo error, los que hizo a España, si bien algunos de ellos -de los realizados a España- fueron apenas de paso, hacia otros destinos. El de Juan XXIII a Loreto y Asís, en víspera de la inauguración del Concilio Vaticano II, duró menos de un día, pero despertó un eco casi más intenso y espiritualmente estimulante que bastantes más viajes papales que vendrían después. (Por más que de las comparaciones... ¡líbrenos el cielo!).
