Pío XII le temía, al tiempo que lo consideraba el bastión de la Iglesia Cardenal Ottaviani, panadero e inquisidor

Sin entrar en Piazza San Pietro, me cobijé recorriendo el brazo izquierdo de la columnata del Bernini. Lloviznaba aquel 3 de febrero. En la recóndita Piazza del Sant'Uffizio surge, imponente, el renancentista Palazzo del Sant'Uffizio. En frente, el convento de los Agustinos.

Un amplísimo portón coronado por un balcón del seicento. Unas anchas escaleras de granito que conducen a la "loggia" que circunda el claustro medieval. Sandro, el conserje, me deja a merced de monseñor Agustoni, quien me trata de colega. Sin llamar, me introduce en un despacho no muy amplio, unos 30 m2.

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