"Ha promovido un modelo de Iglesia más humilde y servidora, donde el poder no sea una forma de dominación, sino de servicio" Doce años de Francisco: el pastor que nos ha devuelto el Evangelio

El Papa de la ternura
El Papa de la ternura

"Francisco ha devuelto la credibilidad a la Iglesia no con discursos grandilocuentes, sino con gestos concretos, con una cercanía que ha tocado el corazón de los creyentes y de los que se habían alejado"

"Uno de los rasgos más luminosos de su pontificado ha sido precisamente esa capacidad de acercarse a los que sufren. Francisco no ha tenido miedo de abrazar las heridas de la humanidad"

"Francisco ha sido también el insobornable mensajero de la paz. En un mundo desgarrado por la guerra y la violencia, ha sido una de las pocas voces con autoridad moral para hablar con claridad y valentía"

"Sus reformas, su visión pastoral y su apertura a los márgenes han provocado incomodidad en sectores que prefieren una Iglesia más cerrada y autorreferencial"

Al cumplirse doce años del pontificado del Papa Francisco, es imposible no detenerse a reflexionar sobre el camino recorrido y sobre el impacto profundo que ha tenido su liderazgo en la Iglesia y en el mundo. Doce años desde aquel humilde “Buona sera” en la Plaza de San Pedro, cuando el nuevo Papa, llegado “desde el fin del mundo”, nos pidió algo tan sencillo y tan revolucionario a la vez: “Recen por mí.”

Desde entonces, Francisco no ha dejado de abrir puertas y ventanas en la Iglesia para que sople fuerte el Espíritu de Jesús. Ha sido un viento fresco que ha renovado no solo la forma de hablar de Dios, sino también la forma de acercarse a Él. Francisco ha devuelto la credibilidad a la Iglesia no con discursos grandilocuentes, sino con gestos concretos, con una cercanía que ha tocado el corazón de los creyentes y de los que se habían alejado.

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Papa de la misericordia

Uno de los rasgos más luminosos de su pontificado ha sido precisamente esa capacidad de acercarse a los que sufren. Francisco no ha tenido miedo de abrazar las heridas de la humanidad. Lo hemos visto besar los pies de migrantes y prisioneros, abrazar a enfermos con ternura, escuchar el testimonio desgarrador de las víctimas de abusos. No solo ha estado con ellos, sino que ha elevado su voz para exigir justicia, misericordia y reparación. “La Iglesia es un hospital de campaña”, ha repetido en más de una ocasión, recordándonos que el mensaje de Jesús es ante todo un mensaje de sanación y de amor.

Francisco ha sido también el insobornable mensajero de la paz. En un mundo desgarrado por la guerra y la violencia, ha sido una de las pocas voces con autoridad moral para hablar con claridad y valentía. “La guerra es siempre una derrota para la humanidad”, ha dicho en más de una ocasión, denunciando el negocio de las armas, la hipocresía de las potencias mundiales y la indiferencia de quienes miran hacia otro lado. No ha tenido miedo de incomodar, de señalar las causas profundas de la violencia y de llamar a la responsabilidad colectiva.

Pero su pontificado no solo ha sido profético en el ámbito de la justicia social y la paz, sino también en la vida interna de la Iglesia. Francisco ha devuelto al cristianismo su raíz evangélica, despojándolo de los formalismos y de las estructuras caducas que habían oscurecido su mensaje original. Ha insistido en que la Iglesia debe salir de sí misma, abandonar la autocomplacencia y dirigirse hacia las periferias existenciales. Su famoso “¡Hagan lío!” dirigido a los jóvenes no fue solo una consigna simpática, sino una llamada radical a la misión, a dejar de vivir una fe tibia y cómoda para abrazar una fe viva y arriesgada.

Su reforma de la Iglesia no ha sido solo estructural, sino sobre todo espiritual. Ha insistido en la sinodalidad, en la importancia de caminar juntos, de escuchar y de discernir en comunidad. Ha promovido un modelo de Iglesia más humilde y servidora, donde el poder no sea una forma de dominación, sino de servicio. Ha sido un Papa que no ha tenido miedo de reconocer los pecados y las heridas de la Iglesia, y que ha apostado por la conversión y la transparencia.

Papa de la primavera
Papa de la primavera

Sin embargo, este camino no ha estado exento de dificultades. Francisco ha tenido que enfrentar duras resistencias dentro y fuera de la Iglesia. Sus reformas, su visión pastoral y su apertura a los márgenes han provocado incomodidad en sectores que prefieren una Iglesia más cerrada y autorreferencial. Él mismo ha hablado de las críticas y de los ataques que recibe, pero siempre lo ha hecho con la serenidad de quien sabe que está cumpliendo una misión que no le pertenece a él, sino a Cristo. Ha dicho que quienes se oponen a la reforma de la Iglesia son a menudo “personas tristes”, y ha rezado para que Dios convierta sus corazones.

Porque, en el fondo, Francisco no busca imponer un modelo eclesial o una ideología. Lo que busca es que volvamos a la raíz del Evangelio, a la sencillez de Jesús, a esa comunión que Cristo pidió al Padre en la Última Cena: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21). Francisco está convencido de que la Iglesia solo podrá ser creíble si vive esa comunión desde la humildad y el servicio, desde la compasión y la justicia.

Doce años después, Francisco sigue siendo un padre, un hermano y un amigo para millones de personas en todo el mundo. Ha iniciado la revolución de la bondad y de la ternura, devolviendo al Evangelio su fuerza y su dulzura. Ha demostrado que la Iglesia no solo tiene que predicar la esperanza, sino también encarnarla. Su pontificado es un recordatorio de que la verdadera reforma no se hace desde el poder o la fuerza, sino desde la autenticidad y la cercanía.

Papa sonriente

Ojalá podamos seguir disfrutando de su ministerio durante muchos años más. Pero, sobre todo, ojalá sepamos escuchar y poner en práctica lo que nos ha enseñado. Porque Francisco no nos ha ofrecido un proyecto político o una estructura nueva, sino el Evangelio en su esencia más pura. Ha sido y sigue siendo un faro de luz en medio de la oscuridad de nuestro tiempo. Un pastor que camina delante de su pueblo, guiándolo hacia el corazón de Jesús.

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