El nuevo arzobispo, en la historia de la Archidiócesis de Madrid Don José Cobo Cano: Un obispo para Madrid con tiempo por delante
"José Cobo parte con una ventaja inicial que no tuvieron once de sus predecesores: él conoce con gran precisión la diócesis que el papa ha puesto bajo su mando"
"De cuál sea su opción depende la huella que acabe dejando en la historia diocesana y en la de sus gentes. No goza de plena libertad. Por encima se cierne la autoridad pontificia y el rumbo que cada uno de sus detentadores implante en la Iglesia universal. Pero dispone de tiempo para tratar de llevar a la práctica en la diócesis la idea que tenga de lo que es ser obispo hoy"
"Don José Cobo no parece hacer sido elegido por el papa Francisco para mantenerse en el empeño de “comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia”, sino para retomar la senda abandonada desde 1978, la del aggiornamento, la de la actualización eclesial"
"Don José Cobo no parece hacer sido elegido por el papa Francisco para mantenerse en el empeño de “comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia”, sino para retomar la senda abandonada desde 1978, la del aggiornamento, la de la actualización eclesial"
| Jesús María López Sotillo
Finalmente el papa Francisco ha hecho público el nombramiento de don José Cobo Cano como nuevo arzobispo de Madrid. Cuando tome posesión de su cargo y se convierta en sucesor efectivo de don Carlos Osoro Sierra ocupará el décimo tercer puesto en la lista de obispos que han gobernado la diócesis desde que fuera creada por León XIII el 17 de marzo de 1885. Desde ese momento será, también, su sexto arzobispo desde que Pablo VI, en 1964, nombró como sucesor de don Leopoldo Eijo Garay, con ese título a Don Casimiro Morcillo, sin asignarle diócesis sufragáneas, pero desvinculándole de la de Toledo. Y quién sabe si más adelante acabará siendo, asimismo, el quinto obispo de Madrid que es a la vez cardenal, desde que el mismo Pontífice otorgara esa distinción a don Enrique Vicente y Tarancón, cuando aún era arzobispo de Toledo.
Aunque en la actualidad tenga tan solo cincuenta y seis años, respecto a sus antecesores no será ni mucho menos el más joven entre ellos. Ocupará el octavo puesto en esa lista. Los otros corresponden a los siete primeros obispos de la diócesis, que fueron enviados a gobernarla cuando eran más jóvenes que él. Destaca el séptimo, don Leopoldo Eijo Garay, que fue nombrado sucesor de don Prudencio Melo y Alcalde a la edad de cuarenta y cuatro años. Madrid, hasta que con él se interrumpió la tradición, era una “diócesis de paso”. Sus obispos, siendo aún adultos jóvenes, llegaban a ella esperando les sirviera para dar el salto a otras de mayor rango eclesiástico, como la de Valladolid, la de Valencia y, sobre todo, la de Toledo. Y todos lo consiguieron, salvo el primero, don Narciso Martínez Izquierdo, que fue asesinado tan sólo un año y cuarenta días desde su nombramiento. La situación se invirtió por completo con don Vicente Enrique y Tarancón, que, tras la muerte de Don Casimiro en 1971, aceptó, siendo obispo de la diócesis primada, el nombramiento de Pablo VI y se trasladó a la de Madrid, convertida a partir de entonces en “diócesis de final de destino”.
Cabe, pues, suponer que don José Cobo, salvo que circunstancias ahora imprevisibles le lleven por otros derroteros, permanecerá al frente de la diócesis hasta que ,cumplidos los setenta y cinco años, presente su renuncia al Papa. Tiene, por consiguiente, ante sí un largo periodo de tiempo en el que gobernarla, dejando en ella su impronta. Esuna cifra de años amplia, dieciocho, aunque muy inferior a los cuarenta y medio que ostentó su cargo don Leopoldo Eijo Garay, pero se aproxima a los veinte años y un mes que estuvo al frente de la diócesis don Antonio María Rouco Varela.
Don José Cobo parte con una ventaja inicial que no tuvieron once de sus predecesores: él conoce con gran precisión la diócesis que el papa ha puesto bajo su mando. En los ciento treinta y ocho años que ya tiene de historia, eso no ha ocurrido más que otra vez, cuando Pablo VI nombró como sucesor de don Leopoldo a don Casimiro Morcillo. Nacido en Chozas de la Sierra, hoy Soto del Real, hizo sus estudios eclesiásticos en el casi recién inaugurado Seminario Conciliar de Madrid, del que años más tarde acabó siendo profesor, y desempeñódiversas tareas pastorales, entre ellas la de obispo auxiliar del propio Eijo Garay, entre junio de 1943 y mayo de 1950. Luego fue obispo de Bilbao y de Zaragoza. Pero cuando en 1964 regresó como Arzobispo de la diócesis de Madrid-Alcalá la conocía bien.
Don José Cobo, aunque nacido en el pueblo jienense de Sabiote, ha vivido la mayor parte de su vida en Madrid. En Madrid hizo sus estudios civiles de Derecho. En Madrid llevó a cabo sus estudios eclesiásticos. Lo hizo en el que entonces se llamaba Instituto Superior de Teología, Ciencias Religiosas y Catequéticas San Dámaso, y que con el correr de los años acabo siendo la Universidad Eclesiástica San Dámaso. En Madrid, en el Seminario Conciliar, recibió la formación sacerdotal. Fue ordenado sacerdote por Don Ángel Suquía el 23 de abril de 1994, unos meses antes de que le sucediera Don Antonio María Rouco Varela.
Y en Madrid, bajo el gobierno de don Antonio y de Don Carlos Osoro, ha ejercido las distintas misiones pastorales que le han sido encomendadas desde su ordenación hasta el día de hoy, incluidas las de Vicario Episcopal de la Vicaría II y la de Obispo Auxiliar de don Carlos. Conoce, pues, por propia experiencia lo que es nuestra diócesis. Al poco de iniciar su formación sacerdotal y sus estudios eclesiásticos, fue testigo de la culminación de un proceso que llevaba años gestándose: la creación de las diócesis de Alcalá de Henares y Getafe. Juan Pablo II firmo los decretos el 23 de julio de 1991, otorgándoles territorios segregados de la diócesis de Madrid. Creaba a su vez unanueva Provincia eclesiástica, coincidente con el espacio que ocupa la Comunidad de Madrid. Y la puso bajo la supervisión del Arzobispo de Madrid, que, por fin, tenía diócesis sufragáneas.
Estando en posesión de todo este bagaje de conocimiento directo y experiencial de la Archidiócesis de Madrid ¿cómo va a afrontar don José Cobo el gobierno de la misma? Es una incógnita que no tardará en irse desvelando. De cuál sea su opción depende la huella que acabe dejando en la historia diocesana y en la de sus gentes. No goza de plena libertad. Por encima se cierne la autoridad pontificia y el rumbo que cada uno de sus detentadores implante en la Iglesia universal. Pero dispone de tiempo para tratar de llevar a la práctica en la diócesis la idea que tenga de lo que es ser obispo hoy.
Nació el 20 de septiembre de 1965, seis días después de que se iniciara la última sesión del Concilio Vaticano II. Gobernaba la Iglesia Pablo VI y al frente de la diócesis de Madrid estaba don Casimiro Morcillo. Su niñez y el inicio de su adolescencia, sin que él lo supiera, trascurrieron en plena efervescencia postconciliar. Unos querían llevar a la Iglesia, en nombre del Concilio, a un aggiornamento, a una actualización, mayor que la que refleja la letra impresa de sus documentos. Otros, aterrados ante tanto cambio, trataban de frenarlo, apoyándoseen algunas partes de esa letra impresa o despreciándolas en su conjunto por considerarlas heréticas. Estaba a punto de cumplir 13 años cuando se produjo la muerte de Pablo VI y la elección y muerte repentina de Juan Pablo I. La elección de Juan Pablo II se produjo cuando acababa de cumplirlos. Unos años antes había tenido lugar la muerte de Don Casimiro Morcillo y la llegada a Madrid de Don Vicente Enrique y Tarancón.
El 16 de octubre de 1978, sin que el futuro arzobispo de Madrid, entonces adolescente, pudiera darse cuenta, Karol Józef Wojtyła, tan solo unos minutos después de ser llamado por el resto de cardenales a ocupar la sede pontificia, convertido ya en Juan Pablo II, salió al balcón de la basílica de san Pedro. Y al final de su saludo a todo el orbe pronunció unas palabras que resumen lo que iba a ser su pontificado: “Y así me presento a todos vosotros… también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres“. Desde ese día, con el temprano apoyo intelectual de Joseph Ratzinger, con hechos y palabras,se dedicó de lleno a “empezar de nuevo el camino de la historia de la Iglesia”, haciendo que desandará la senda que venía abriendo desde la fecha misma en que Juan XXIII anunció la convocatoria de un nuevo concilio ecuménico, por considerarlaerrada.
Cuando en el curso 1988/1989 Don José Cobo, flamante licenciado en derecho, ingresa en el Seminario de Madrid y comienza sus estudios eclesiásticos, ese “empezar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia” ya había recorrido mucho trecho. Al frente de la Diócesis, desde 1983, estaba don Ángel Suquía, promovido al cargo por Juan Pablo II. En el Seminario Conciliar en 1987, cansado de polémicas, acababa de dimitir como rector el profesor Juan Martín Velasco, que había sido nombrado por el Cardenal Tarancón en 1977. Y en el Instituto Superior de Teología, Ciencias Religiosas y Catequéticas San Dámaso, donde cursó sus estudio de teología don José Cobo, se iba produciendo una progresiva sustitución de profesores “posconciliares” por profesores de la línea teológica marcada por el Papa. Don José todavía recibió clases de algunos de los que iban siendo excluidos, así como de los recién llegados. Y pudo observar la diferencia.
Ese “empezar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia” se fue dejando sentir, también, en el resto de la actividad diocesana. Tan sólo tres meses después de ser ordenado sacerdote por Don Ángel Suquía, en julio de 1994 llegó a sucederle en el cargo y en la tarea de “empezar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia” Don Antonio María Rouco Varela. Se dedicó a ella sin descanso y sin vacilaciones durante sus veinte años y un mes de gobierno de la diócesis, extendiéndola a todo el quehacer de la Iglesia, no sólo en Madrid, sino, también, como presidente de la Conferencia Episcopal, en el resto de España.
Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, tras 27 años de pontificado, y los cardenales quisieron que ocupase la sede pontificia el que había sido su teólogo de cabecera, Joseph Ratzinger. Eligió el nombre de Benedicto XVI y continuó, como no podía ser de otro modo, en la línea de su antecesor, a quien hizo santo súbito. Es una línea, que recién iniciado su pontificado, dejó bien descrita en su “Testamento espiritual”. Por entonces Don José Cobo llevaba cinco años siendo párroco de la parroquia San Alfonso María de Ligorio, situada en un barrio obrero de Madrid. El pontificado de Benedicto XVI se vio ensombrecido por saltar a los medios de comunicación la noticia de numerosos escándalos de tipo financiero, así como la de otros muchos relacionados con la pederastia de clérigos.
Después de treinta y cuatro años y cuatro meses de haber empezado de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, el panorama era poco alentador. El freno puesto desde 1978 sin contemplaciones a la línea de reforma “posconciliar” no había traído un presente eclesial luminoso y cargado de futuro, sino lleno de sombras y con iglesias mucho más vacías y envejecidas que entonces.
La renuncia al papado por parte de Benedicto XVI, el 28 de febrero de 2013, llevó a la sede de Pedro al cardenal Jorge Mario Bergoglio, el cual desde que el de 13 de marzo de 2013se dirigió al mundo por primera vez hizo sentir que llegaba a la cúspide de la Iglesia otro tipo de papa. Diríase que la Gaudium et Spes es el documento eclesial que, aparte de los evangelios, lee constantemente. No es raro que se haya fijado en don José Cobo, primero, para aceptar nombrarlo obispo auxiliar de don Carlos Osoro y, ahora, sucesor suyo en la diócesis de Madrid, porque también Don José sintoniza con la Gaudium et Spes.
Pero ese no es el único documento conciliar que llevaba años arrinconado. Quedan otros por sacar del olvido y por desarrollar y someter al aggiornamento, a la actualización, que necesitan después de cincuenta y ocho años de existencia, en los que el mundo y la sociedad no han dejado de cambiar.
Don José Cobo no parece hacer sido elegido por el papa Francisco para mantenerse en el empeño de “comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia”, sino para retomar la senda abandonada desde 1978, la del aggiornamento, la de la actualización eclesial. Había razones en los años sesenta para emprenderla, y las sigue habiendo en 2023. Sin embargo, el “hoy” de ahora ha cambiado respecto al “hoy” de los años del Concilio y del primer “Postconcilio”. Se requiere un nuevo esfuerzo de estudio y reflexión para entender y asumir las modificaciones que demanda a la Iglesia. La Universidad Eclesiástica de San Dámaso, si deja entrar y expresarse en su seno a la pluralidad teológica, podría ser un factor importante de cambio. Ojalá don José Cobo intente lograrlo.
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