"¿Quién puede ayudarnos? ¿A quién podemos recurrir?" Escrito de denuncia de los católicos de rito romano de la parroquia de Pentecostés de Irún
"Desahuciados, desalojados y postergados. Así es como nos sentimos una amplia mayoría de los cristianos de rito latino de la parroquia Pentecostés de Irún"
"Participamos económicamente en su construcción...hemos ido sufragando los gastos que genera el mantenimiento de un local de semejante envergadura. Entre sus muros nos hemos reunido como creyentes para colocar ante Dios los momentos más dichosos y los más dolorosos de nuestra existencia"
"El pasado septiembre, el actual obispo de Alicante, en connivencia con el párroco del Juncal, cedía el templo y los locales parroquiales a una comunidad de greco-católicos conformada por un sacerdote y una cincuentena de fieles"
"De manera gradual y sutil, la comunidad greco-católica se ha ido apropiando tanto del templo como de los locales llegando al punto de lograr que nos sintamos extraños, incluso foráneos, en nuestra propia parroquia"
"¿No debería el párroco o alguna autoridad superior (entiéndase vicario general o administrador apostólico) tomar cartas en el asunto y diseñar un proyecto, realizar un plan de acción que haga posible que estas dos comunidades cristianas unidas por la misma fe en Cristo se sientan también unidas bajo el mismo techo?"
"El pasado septiembre, el actual obispo de Alicante, en connivencia con el párroco del Juncal, cedía el templo y los locales parroquiales a una comunidad de greco-católicos conformada por un sacerdote y una cincuentena de fieles"
"De manera gradual y sutil, la comunidad greco-católica se ha ido apropiando tanto del templo como de los locales llegando al punto de lograr que nos sintamos extraños, incluso foráneos, en nuestra propia parroquia"
"¿No debería el párroco o alguna autoridad superior (entiéndase vicario general o administrador apostólico) tomar cartas en el asunto y diseñar un proyecto, realizar un plan de acción que haga posible que estas dos comunidades cristianas unidas por la misma fe en Cristo se sientan también unidas bajo el mismo techo?"
"¿No debería el párroco o alguna autoridad superior (entiéndase vicario general o administrador apostólico) tomar cartas en el asunto y diseñar un proyecto, realizar un plan de acción que haga posible que estas dos comunidades cristianas unidas por la misma fe en Cristo se sientan también unidas bajo el mismo techo?"
Desahuciados, desalojados y postergados. Así es como nos sentimos una amplia mayoría de los cristianos de rito latino de la parroquia Pentecostés de Irún. Participamos económicamente en su construcción. Han transcurrido cerca de cuatro décadas. Y durante todo este tiempo, actuando con responsabilidad, hemos ido sufragando los gastos que genera el mantenimiento de un local de semejante envergadura. Entre sus muros nos hemos reunido como creyentes para colocar ante Dios los momentos más dichosos y los más dolorosos de nuestra existencia. Hemos celebrado el bautismo de nuestros hijos y despedido definitivamente a nuestros seres queridos, entre muchos otros eventos que han ido jalonando y ritmando nuestra vida. Tal es la vinculación afectiva que nos une a la parroquia que, en cierto sentido, la sentimos nuestro hogar.
El pasado septiembre, el actual obispo de Alicante, en connivencia con el párroco del Juncal, cedía el templo y los locales parroquiales a una comunidad de greco-católicos conformada por un sacerdote y una cincuentena de fieles. Sin dialogo, consulta o reunión previa con nosotros. Sin comunicarnos siquiera con una cierta antelación la determinación tomada. A partir de la Misa de toma de posesión de D. Fernando Jiménez como nuevo párroco de Pentecostés, celebrada el 12 de septiembre de 2021, los fieles de esta parroquia fuimos enterándonos paulatinamente, mediante evidencias como cánticos desconocidos en la iglesia y reuniones bulliciosas en los locales, de que compartíamos techo con otra comunidad de cristianos que celebraban en otro idioma y otro rito.
De que nuestra parroquia, ya no era solo nuestra. Así es como proceden muchos clérigos a los que se les llena la boca hablando de sinodalidad y corresponsabilidad en la Iglesia. El obispo Munilla actuó como si fuera amo y señor de esta parroquia y nosotros meros vasallos sin derecho a conocer lo que se está haciendo con nuestra parroquia, y menos a presentar objeción alguna.
Desde aquel instante, de manera gradual y sutil, la comunidad greco-católica se ha ido apropiando tanto del templo como de los locales llegando al punto de lograr que nos sintamos extraños, incluso foráneos, en nuestra propia parroquia. Celebran la Misa y otros oficios religiosos cuando les place, así los domingos y fiestas como en días laborables. Mientras tanto, nosotros hemos de conformarnos con dos misitas los fines de semana en cuya preparación y celebración el sacerdote (que debemos compartir), no invierte muchos esfuerzos. Lleva entre nosotros desde septiembre y todavía no somos capaces de descifrar su castellano. Nuestra capilla de la Misa de diario en la que se venera a la Virgen de Lourdes, ha sido desmantelada y convertida en depósito para sus iconos y demás enseres necesarios para sus celebraciones.
Al parecer, no volveremos a celebrar la Misa en nuestro rito en días de labor. Nos hiere espiritualmente no disponer de esa capilla donde durante tantos años hemos celebrado la fe reunidos como familia doméstica y un grupo rezaba todos los meses el santo Rosario ante la imagen de la Virgen de Lourdes. Nadie nos ha preguntado acerca de nuestra opinión al respecto de todo ello. Similar comportamiento es constatable respecto de los locales parroquiales: han hecho de ellos un lugar de almacenaje donde no falta espacio para el ocio, el asueto y el encuentro en torno a la mesa para compartir comida y bebida. Nosotros, prácticamente, quedamos excluidos del uso de los mismos. Es posible incluso que, si accedemos a ellos por alguna razón, seamos considerados intrusos.
El sacerdote greco-católico no manifiesta mucho interés por nosotros, no interactúa con nosotros, no dialoga (parla italiano), no muestra deseos de conocernos, en cuanto termina la Misa desaparece… No quisiéramos pecar de injustos pero, tenemos la sensación de que no desea ser nuestro pastor y que, esas dos misitas que celebra para nosotros los fines de semana, son el precio a pagar por disponer a su arbitrio del templo y los locales parroquiales.
En fin, las consecuencias de todo ello se dejan notar. El número de fieles que participan en “nuestra Misa” los domingos ha experimentado una reducción alarmante. Lo mismo parece ocurrir en lo referente a los ingresos para el sostenimiento de la parroquia y los locales: la merma de los mismos hace peligrar el mantenimiento de los servicios parroquiales tal y como se han conocido hasta el momento. ¿Quién puede ayudarnos? ¿A quién podemos recurrir? ¿No debería el párroco o alguna autoridad superior (entiéndase vicario general o administrador apostólico) tomar cartas en el asunto y diseñar un proyecto, realizar un plan de acción que haga posible que estas dos comunidades cristianas unidas por la misma fe en Cristo se sientan también unidas bajo el mismo techo?.
El cardenal Osoro debe ser el Ordinario del Ordinariato Católico Oriental en España, pero Madrid nos queda lejos. En nuestra humilde opinión, si nadie hace nada respecto a las circunstancias en la que se encuentra nuestra parroquia, si se opta por el silencio como respuesta (déjales que protesten, algún día callarán), la comunidad que ha vivido su fe entre estos muros durante tantas décadas irá menguando hasta desaparecer totalmente. Son muchos los que acuden ya a otras parroquias y no menos los que se conforman con la Misa televisada. ¿Esto es lo que se proponía el obispo Munilla cuando concedió el uso y disfrute de esta parroquia a la comunidad greco-católica sin pensar por un momento en la exigencia de trazar una ruta de acción para que la comunidad “receptora” (por definirla de alguna manera) no se sintiera postergada, ignorada, desahuciada y desalojada?.
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