"Una forma de vida con sabor a Evangelio" Félix Azurmendi: "Fratelli Tutti ha puesto un dedo en las llagas humanas y el otro en la dirección de un futuro diferente"
"Creíamos que el 'desarrollo' era imparable y nos iba a permitir vivir cada vez mejor"
"Hemos cometido el error de querer “normalizar” todo para, al fin, volver a sufrir nuevas restricciones"
"No podemos esperar que los políticos y los dueños del dinero tracen los rasgos de un modo nuevo de vivir: el camino lo trazarán los profetas"
"No podemos esperar que los políticos y los dueños del dinero tracen los rasgos de un modo nuevo de vivir: el camino lo trazarán los profetas"
| Félix Azurmendi
El papa Francisco está siendo para muchos, aunque es evidente que no para todos, un rayo de luz que está iluminando las tenebrosas noches del momento actual caracterizado por las innumerables incertidumbres originadas por las sucesivas crisis humanitarias que estamos sufriendo: las migraciones, la crisis ecológica y la crisis sanitaria. Esta última crea más incertidumbres porque nos afecta a todos, aunque no por igual. Si solo afectara a los países pobres, seguro que estaríamos mucho más tranquilos, por desgracia.
Somos muchos los que, en este momento de pandemia, reclamamos algo más que datos, números, estadísticas, informaciones, pautas de higiene y salud y restricciones a nuestra movilidad y relación social. Lo que está en juego hace ya mucho tiempo, pero que el Covid-19 lo ha evidenciado radicalmente, es más hondo y grave: está en juego nuestro modo de vida y, consiguientemente, nuestro futuro, el de la humanidad y el de “nuestra casa común” que es la tierra.
Somos bastantes los que veníamos diciendo que el modo de vida de nuestras sociedades neoliberales y capitalistas, con sus secuelas consumistas y materialistas, no era sostenible y estaba dañando, no solo la madre tierra y sus recursos naturales, poniendo en riesgo su propia supervivencia, sino al mismo ser humano en su dignidad y en sus capacidades más específicamente humanas: el pensamiento crítico y los valores espirituales, su capacidad de amar y contemplar, la gratuidad del compartir y de la solidaridad, en definitiva, su capacidad fraterna.
Creíamos que el “desarrollo” era imparable y nos iba a permitir vivir cada vez mejor, las prisas eran inevitables y el “bienestar” intocable, el consumo desaforado y el afán por acumular el motor de la economía. Y ahora nos han dicho “Stop”. Primero nos confinaron y vimos que era posible parar. Luego, creo que cometiendo un grave error, nos invitaron a vivir en la “nueva normalidad” cuando nada era normal. Y hemos cometido el error de querer “normalizar” todo para, al fin, volver a sufrir nuevas restricciones y limitaciones. No vislumbramos un futuro alentador. La presión psicológica a la que estamos sometidos es enorme. Todo lo apostamos a una vacuna.
Necesitamos algo diferente, un modo de vida que no se identifique con el simple “vivir bien”, materialmente hablando, y que nos ayude a descubrir una vida “buena” que nos haga bien, desde un punto de vista humano. El ser humano necesita salvarse. El papa Francisco, en la encíclica “Fratelli tutti” ha puesto un dedo en las llagas y heridas humanas y el otro en la dirección de un futuro diferente, una salida para todos: “hoy nos salvamos todos o no se salva nadie” (F.T. 137). Para ello, afirma, necesitamos un “ nuevo ordenamiento mundial jurídico, político y económico” (F.T.138)
El papa Francisco, con sus palabras y sus gestos, está ayudándonos a ir más allá de la pura materialidad de los datos para mirar con hondura la realidad en la que vivimos. Probablemente es de los pocos que pueden hacerlo. Los políticos y los agentes económicos tienen otras preocupaciones mucho más inmediatas: atender a las necesidades sanitarias que origina el Covid-19, abordar la situación económica, con sus secuelas críticas para los más vulnerables en la presente crisis socio-económica, hacer que el sistema económico funcione, pero sin poner en duda el modelo económico y de desarrollo que tenemos. No podemos esperar que los políticos y los dueños del dinero tracen los rasgos de un modo nuevo de vivir, un estilo nuevo de realizar nuestra existencia. No se va a poder hacer sin la transformación del poder y desde el poder, pero el camino lo trazarán los profetas.
El papa Francisco, en el prólogo de su Encíclica “Fratelli Tutti”, hace alusión a unas palabras del santo de Asís en el que propone a sus hermanos y hermanas “una forma de vida inspirada en el Evangelio” (1). Una forma de vida inspirada en el Evangelio es la mejor y mayor aportación que como cristianos podemos ofrecer a ente momento. La actitud profética tiene que ver, en nuestro tiempo, con un nuevo modo de vivir: vivir y enseñar a vivir una vida “buena”, que no nos haga daño a nosotros mismos, los pueblos más pobres y la tierra que habitamos. La fraternidad universal que propone el papa Francisco es la única salida, un estilo de vida “nuevo” y “bueno”.
La vida nueva y buena
Quisiera proponer, siquiera someramente, algunos elementos o actitudes que nos pueden ayudar a avanzar por caminos nuevos hacia una manera nueva y buena de vivir. Naturalmente este camino ha de ser andado por muchos y por ello se necesita el concurso de muchos
Necesidad de pensamiento crítico. La toma de conciencia ante la realidad que estamos viviendo es el primer paso ineludible de un camino nuevo. La situación que estamos atravesando es inédita. De repente se nos han abierto los ojos de una manera virulenta y estamos siendo espectadores de algo que hasta ahora no hemos vivido. ¿ No nos ha de hacer pensar? ¿Es suficiente quedarnos con datos y estadísticas? Repetiremos la pregunta del salmista: Centinela, ¿qué ves en la noche? Que no resulten verdaderas entre nosotros las palabras de Emilio Lledó:” Creo que no estamos tanto ante una crisis económica, sino en una crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo. La crisis más real, con independencia de los problemas económicos, que son muy reales, es la crisis de la inteligencia”. Y eso resulta verdad si tan solo aceptamos como verdad los discursos de los políticos, las estadísticas de los telediarios o las opiniones de los tertulianos. Necesitamos más luz, más pensamiento crítico que nos ayude a descubrir, con toda honestidad y verdad, cuál es el origen de lo que nos está ocurriendo. Nos hace falta más sabiduría.
Reforzar el hombre interior. Muchos han tenido la percepción de que el tiempo de confinamiento ha sido un tiempo propicio y apto para crecer hacia dentro, en la vida interior y en las capacidades espirituales que dan fortaleza al ser humano. Sencillamente un tiempo para situarnos en la raíz de aquellas dimensiones que nos fundamentan yendo al encuentro de nosotros mismos, escuchando al propio corazón en el silencio y la oración. La interioridad es un valor en alza. No habrá realidades nuevas si el propio ser humano no se renueva desde su raíz.
La vida interior forma parte del lado oculto de la persona pero, en realidad, tiene una gran influencia en nuestra vida. El mundo de nuestra interioridad, sentimientos, deseos, pensamientos, dudas y tentaciones, contradicciones, miedos y expectativas, requiere de un tiempo personal de atención y silencio. Nuestra interioridad es el mundo del sentido, de nuestras preocupaciones inconformistas y de nuestra identidad.
Por todo ello la vida interior es nuestra raíz y fundamento, la fuente de la que nos alimentamos cada día. Por ello cada día hemos de volver al corazón, “redire ad cor” como decían los antiguos monjes medievales. La fe no es ajena a todo esto. Creer en Dios es estar dispuesto a descubrir el maestro interior que nos habita (San Agustín). Y esta escucha es solo posible si uno se ejercita en el silencio. Creer en Dios es tener la audacia de ejercitarse en el silencio. Este silencio no será nunca un silencio vacío. Es un silencio pleno de Presencia, elocuente. El Silencio es Dios. Silencio y Palabra en Jesucristo.
Es hora de respirar hondo, pues es hora de hombres y mujeres que se plantean la vida desde la profundidad de sí mismos y desde su vivencia del encuentro personal con el Misterio de Dios. Nos resultan adecuadas las palabras de San Anselmo: “Entra en lo íntimo de tu mente, saca todo, menos a Dios, cierra la puerta y búscalo. Señor, enseña a mi corazón cuándo y cómo puedo buscarte, dónde y cómo puedo encontrarte”
Todo empieza por cada uno
Desgraciadamente no tenemos alternativas globales para la consecución de ese nuevo modo de vivir que represente una vida nueva y buena. Prima la economía y la tendencia a considerar que el bien está en el bienestar económico y en el consumo. Y la inmensa mayoría de la población no tiene otro pensamiento aunque, interiormente, reconozcan que “ eso” no puede ser el todo de la vida y que, por otro lado, nos está condicionando negativamente. La mediocridad y la incoherencia, el engaño de nosotros mismos, nos arrebatan nuestros mejores deseos de transformación.
Por todo ello la vida nueva y buena empieza por cada uno, desde las vidas concretas que resultan alternativas, desde las personas que no son tragadas en sus opciones más humanizadoras y cristianas por el torbellino social de la mayoría. La pelea de la coherencia es muy dura. No hemos de ser ingenuos. Cada uno hemos de hacer nuestras opciones personales desde una conversión de vida y costumbres. Como bien decía Santa teresa de Jesús cada uno hemos de tomar una “Determinada determinación” de lo posible y con realismo.
El camino nuevo empieza, pues, por cada uno pero, si es posible, mucho mejor con otros. Como se ha repetido hasta la saciedad “de esta no salimos solos”. Cada uno hemos de convertirnos en alternativa de un modo nuevo de vivir y ser, al mismo tiempo, actores y provocadores de esa manera nueva y buena de vivir que, para nosotros, se inspira en el Evangelio de Jesús. Con nuestras vidas hemos de visibilizar y proclamar que es posible vivir de una manera que nos hace bien a todos. Que es posible hacer desaparecer el hambre y la guerra de la faz de la tierra ayudando a los pueblos en su desarrollo armónico. Para ello hemos de ser una Iglesia samaritana y profética, hemos de aprender y enseñar a vivir una vida más humana y feliz.