"Esperábamos tanto y nos quedamos sorprendidos y también en parte defraudados" Final de la primera parte del Sínodo: ¿El parto de los montes?
"Vuelve así la teología de la Iglesia como pueblo, el de Dios. Se recupera la precedencia de la Iglesia como comunidad antes que como institución y jerarquía"
"Todo se remite al año próximo (ad calendas graecas?) y sorpresivamente los grupos tradicionales y los medios que los representan respiran aliviados"
"Hay que señalar el impedimento global de falta de parresía en la Iglesia. La que inspiró Jesús con sus palabras y acciones"
"Un año de divulgación de lo tratado y decidido en la asamblea del Sínodo, en buena parte no recogido en el documento de síntesis final, es lo que puede salvar lo que inició el Papa Francisco y lo que va a decidir el sentido de su pontificado y el futuro próximo de la Iglesia católica"
"Hay que señalar el impedimento global de falta de parresía en la Iglesia. La que inspiró Jesús con sus palabras y acciones"
"Un año de divulgación de lo tratado y decidido en la asamblea del Sínodo, en buena parte no recogido en el documento de síntesis final, es lo que puede salvar lo que inició el Papa Francisco y lo que va a decidir el sentido de su pontificado y el futuro próximo de la Iglesia católica"
| Juan Antonio Estrada, teólogo
Había tantas esperanzas...Se enumeraban los muchos problemas que había pendientes, temáticas diversas con las que se expresaban los retos que hay que afrontar para superar la actual crisis de la Iglesia. Una larga preparación, en la que se animó a la participación de todos, y la universalidad de la consulta a distintos niveles, suscitan confianza. Y había hechos nuevos que son acontecimientos para el futuro de la Iglesia: Volver a sínodos con participación de todos, clérigos y laicos, pueblo y jerarquía, como en el primer milenio.
Y junto a esto la presencia masiva de mujeres como nunca se había dado en un sínodo de la Iglesia universal, con los mismos derechos de expresión y voto que los miembros jerárquicos. Vuelve así la teología de la Iglesia como pueblo, el de Dios. Se recupera la precedencia de la Iglesia como comunidad antes que como institución y jerarquía (capítulos 2 y 3 de la Lumen Gentium). Y se deja también espacio a la inspiración del Espíritu, que puede hablar desde el último del sínodo a toda la asamblea, en contra del olvido del Dios Espíritu (Pablo VI) a causa del cristomonismo de la teología occidental.
Esperábamos tanto y nos quedamos sorprendidos y también en parte defraudados. Todo se remite al año próximo (ad calendas graecas?) y sorpresivamente los grupos tradicionales y los medios que los representan respiran aliviados. ¡Había tanto miedo a que continuara el “aggiornamento” del Vaticano II!
A que la Iglesia se desprendiera de toda la rémora que ha acumulado a lo largo de la historia, especialmente con la jerarquización y clericalización del segundo milenio, y a que se propusieran medidas necesarias y urgentes que no se pueden retrasar: comunidades sin sacramentos porque no hay curas célibes que puedan asistirlas; mujeres que se sienten desplazadas y no reconocidas, especialmente en parroquias y diócesis que rechazan la igualdad de la mujer y el varón en la Iglesia de Cristo; comportamientos jerárquicos pastorales, financieros y sexuales que escandalizan y que se perpetúan indefinidamente; miedo y cobardía para defender a los inmigrantes y a los pobres contra las políticas cuando menos ambiguas de tantos gobiernos, etc.
Podríamos seguir con más frentes abiertos y señalar el impedimento global de falta de parresía en la Iglesia. La que inspiró Jesús con sus palabras y acciones; las que luego tuvo Pablo; la que conservaron los cristianos, cuando eran una religión ilícita, contra cultural y minoritaria, porque rechazaban vivir con los criterios de la sociedad en que vivían.
Ahora nos toca a los cristianos de hoy la necesidad de la vigilancia, de seguir presionando al Papa y a los obispos, de crear conciencia colectiva para que todo no quede en agua de borrajas, como pasó con muchos planes del Concilio Vaticano II. Un año de maduración; de preparación de las reformas que exigen los proyectos; de divulgación de lo tratado y decidido en la asamblea del Sínodo, en buena parte no recogido en el documento de síntesis final, es lo que puede salvar lo que inició el Papa Francisco y lo que va a decidir el sentido de su pontificado y el futuro próximo de la Iglesia católica.
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