Antonio Aradillas ¿Qué hay del Infierno?
(Antonio Aradillas).- En el Infierno y en sus aledaños se amontonan multitud de apasionantes preguntas, de cuyas respuestas dependen en gran proporción nada menos que la fiabilidad de la Iglesia y de quienes la administran y la representan. Así, y solo así planteado el tema, resulta de una actualidad imperecedera, con urgencia de que cuanto haya sido, y sea, adoctrinado acerca del mismo, llegue a ser intelectual y religiosamente decente.
Aquí, y en esta ocasión, me limito a esbozarlo, emplazando y pordioseándoles a tan cualificados teólogos colaboradores con los que cuenta RD, se presten a impartir la doctrina que crean leal y sinceramente religiosa, es decir, evangélica. Si ella no coincidiera, en todo, o en parte, con la oficialmente considerada ortodoxa e "infalible" hasta el presente, contenida en los catecismos, prédicas pastorales y síntesis y manuales de sagrada teología, aliento la firme esperanza de que, por encima de todo, no escatimarán hacer uso de cuantos términos, explicaciones y aclaraciones sean precisas, para que, de verdad tan elemental y "esencial", sean partícipes el pueblo cristiano, con radical vocación de felicidad en esta vida, y también en la otra.
¿Podemos conformarnos con la definición vulgar, y aún catequística, que del Infierno incluye el diccionario de la RAE, y de la que se hace uso común en la formación-información de la fe cristiana, concretada en que "es un lugar donde los condenados sufren, después de la muerte, castigo eterno"? ¿Pueden seguir amparadas estas palabras con los "Nihil Obstat" establecidos canónicamente? ¿Se trata, por ejemplo, de un "lugar", donde los "condenados sufren después de la muerte, "castigos que serán eternos", aplicándoseles en algunos textos el añadido "impiadoso" de que el "fuego" habrá de ser precisamente el tormento aplicado?
Aun cuando lo del "fuego eterno" no se tomara literalmente, ¿acaso no existe una contradicción obvia entre las creencias de que "Dios es Amor" y, a la vez, "Dios castiga por toda la eternidad"? Por escasa, indigente y poco lógica que ampare la proclamación de la fe, en conformidad con el evangelio, ¿sería comprensible que los hijos de Dios sufrieran un castigo eterno, además tan atroz, como educadores, confesores, educadores, padres espirituales, intérpretes bíblicos y aún teólogos "oficiales" adoctrinan cánones y artículos de fe, con tantos detalles , sin ninguna compasión y aún con cierto deleite porque los "malos" sean así tratados, mientras que los "buenos" -los bienaventurados- gozan, también eternamente, en el cielo, "mansión de la presencia de Dios"?
¿Es posible haber educado, y seguir educando, de esta manera, y hacerlo "en el nombre de Dios", con aportaciones bíblicas, sin discernir las leyendas relativas a este "novísimo o postrimería", de la historia, inclinándose sistemáticamente más a favor de los castigos que del perdón y de la misericordia? ¿Educar con el miedo al Infierno podrá ser tarea o ministerio cristiano en alguna ocasión o circunstancia concreta, sin ofender gravemente a Dios, a los seres humanos y al mismo sistema educativo?
En el caso de que una enseñanza provocara daños psicológicos de tal gravedad como el del temor al Infierno, ¿podría ser esta -la enseñanza- considerada y tenida como de verdad "teológica" o cristiana? ¿Pasó ya el tiempo de que, por la ilustración-formación recibida también en la asignatura y vivencia de la fe, todo, o parte, de cuanto nos enseñaron relacionado con el Infierno, pertenece a los textos adormecedores de la "leyenda áurea" o de las "vidas de los santos sublimes".
¿Carecieron de razón quienes aventuraron la hipótesis de que con el recurso al Infierno se pretendiera aherrojar la libertad de los "fieles", cristianos o no, con espectaculares dosis de añadiduras de amedrentamientos, temblores e intimidaciones, razonadas de alguna manera, pero irracionales de por sí, a la luz de la idea de Dios -Padre y Madre a la vez-, y hasta en contra del sentido común?
Quienes son y se intitulan por ministerio y por vocación representantes y "ministros de Dios", ¿cuántas veces profanaron tan sagrado nombre e imagen, enviando "canónicamente" al Infierno, mucho antes de que tales "pecadores" fueran "juzgados" por el mismo Dios?
¡Por favor, amigos teólogos! Explíquennos qué es eso del Infierno, qué se sabe de su existencia, o de la presencia en el mismo de algún "pecador" en concreto, achicharrándose sempiternamente en las también llamadas "Calderas de Pedro Botero" quien, por lo visto, responde a un tal Pedro-Perico ("el de los palotes", es decir, una persona cualquiera), y que, por apellidarse "Botero", sería su oficio fabricar botas de vino, en las que se usa la "pez" para impermeabilizarlas, con referencias populares a la que usaría el demonio para encender el fuego de sus ollas...