"Es el tiempo de Amoris Laetitia", subraya el director de la cátedra de Bioética de Comillas Javier de la Torre: "Dejad de insistir en lo secundario: discernir los 50 años de 'Humanae Vitae'"
(Javier de la Torre, Director Cátedra Bioética de Comillas, y autor de Humanae vitae 14: una propuesta desde Amoris laetitia).- Quiero con estas líneas que conmemoran los cincuenta años de la Humanae vitae (HV) trasladar algunas de las ideas que estos años dedicados a la investigación del tema me han dejado en el corazón. He escrito un último libro, Humanae vitae 14: una propuesta desde Amoris laetitia (Sal terrae, Santander 2018), que está dirigido especialmente a los obispos, teólogos y agentes de pastoral familiar y matrimonial y que está siendo acogido con enorme interés en su propuesta. Lo que quiero ahora ofrecer con estas notas es una perspectiva diferente a la académica: el poso personal que me queda como creyente católico, laico casado y teólogo moral, esta celebración.
I-Hay que recuperar la grandeza de Pablo VI pero reconociendo que no todo fue por igual de grande en Pablo VI. El papa que escribió la Populorum progressio (1967) y la Ecclesiam suam (1964), que viajó a la India, a Colombia y Filipinas, que abrazó con hondura al Patriarca de Constantinopla Atenágonas I en Jerusalén revocando los decretos de excomunión mutua de 1054, el arzobispo de los pobres de las fábricas de Milán, el Reformador de la Curia y el Santo Oficio, el impulsor del Concilio, el que clamó por la paz en la tribuna de Naciones Unidas es el mismo que firmó la Humanae vitae e impuso cinco enmiendas, quince días antes de acabar el Concilio, a la redacción final de la Gaudium et Spes. Sin duda ni por el estilo, ni por la argumentación, ni por lenguaje, ni por el espíritu, HV es lo mejor de Montini. Detrás de sus páginas hay otras manos y otros espíritus no tan modernos, no tan abiertos, no tan sociales que influyeron en las páginas de HV (Ottaviani, Zalba, Ford, Ruffini, Lio, Ciappi, etc).
Pablo VI, en Tierra Santa
II-Después de estos cincuenta años hemos llegado a un acuerdo más claro sobre lo central de la HV y del patrimonio de la Iglesia en estos temas: la importancia del amor en la vida matrimonial (9), la paternidad responsable (10), la legitimidad de motivos físicos, económicos, sociales, psicológicos serios para regular la natalidad (10), el rechazo de las imposiciones políticas y económicas sobre las parejas a la hora de planificar los nacimientos (17) y el rechazo con claridad el aborto (14). En ese transcurrir de la historia hay cuestiones que se han puesto en el centro de la corriente de la tradición y otras que han sido dejadas a un lado por la mayoría de los fieles, de los obispos, sacerdotes. Tan importante es afirmar lo central como saber reconocer que hay cuestiones secundarias que no están tan ligadas al núcleo de nuestra fe. Lo que se ha puesto en el centro es el nº 50 de Gaudium et Spes. Su referencia a la "responsabilidad humana y cristiana", al "común acuerdo", la invitación a "discernir las circunstancias" temporales, materiales y espirituales y la importancia de "regirse por la conciencia" constituyen un núcleo perfectamente asumido por los matrimonios. La mayoría de las parejas católicas viven y han integrado GS y ese núcleo que recibe HV de GS.
III-HV nos pone delante la cuestión importante de la tradición viva de la Iglesia y si, a veces, esa tradición es más una losa, un peso y una carga en algunas cuestiones. La tradición de la Iglesia es la historia del Espíritu en la Iglesia (Congar), un espíritu que no está quieto y que en cada época nos ayuda a discernir en la cultura lo que es más adecuado y más consonante con nuestra fe en Jesucristo. Este dinamismo de la tradición hace que no siempre la tradición viva signifique hacer lo mismo y repetir el pasado. Baste decir que hace un siglo no se consideraba lícito ni el recurrir a los períodos agenésicos ni el coitus interruptus. Los cincuenta años de la HV están poniendo de manifiesto lo que cuestan a muchos espíritus el cambio de doctrina y de praxis pastoral. Se trata de "acercarnos" para llegar a mirar y actuar como Cristo. No hay que tener miedo a tocar algún punto de la doctrina si es para intentar ser más fieles al evangelio y poder expresar más claramente la salvación que acontece en Jesucristo. El Magisterio romano ha ido a lo largo de la historia profundizando sus orientaciones sobre la guerra, la pena de muerte, la exégesis bíblica, la evolución, la democracia, los derechos humanos, la usura, la esclavitud, etc. Por eso tenemos "necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales" (AL 3). Pero no sólo hay que profundizar sino también reformar algunas cuestiones que no son del todo evangélicas. Lo que parece claro es que hoy en muchos hay miedo a los cambios, a las reformas y quizás falta de coraje y arrojo.
IV-La mayoría de los católicos han hecho su discernimiento más allá de las orientaciones prácticas del Magisterio hace tiempo y la influencia del Magisterio en estas cuestiones es mínima. Cincuenta años después podemos decir que hay algunos aspectos de la HV en los que no ha habido recepción y, creo aventurar, que no creo que la vaya a haber en el futuro. Esta realidad se desprende de algunas respuestas al cuestionario que el papa Francisco mandó para preparar el Sínodo y del documento de trabajo del Sínodo: sólo quizás una minoría, que podría estar en torno al 3%, en la que se insertan sólo los que pertenecen a ciertos grupos eclesiales, podría ser la que vive gozosamente el mensaje completo de la HV y los métodos naturales. "En la gran mayoría de las respuestas, se pone de relieve que hoy la mentalidad común percibe como una injerencia en la vida íntima de la pareja y una limitación a la autonomía de la conciencia la valoración moral de los diferentes métodos de regulación de matrimonios" (123). A la mayoría les "cuesta entender la distinción entre los métodos naturales de regulación de la fertilidad y la contracepción y los métodos naturales se consideran simplemente ineficaces e impracticables" (124). Muchos no consideran la anticoncepción un problema moral o un pecado a confesar. Además no se comprende la argumentación, ni se entiende el lenguaje de la ley natural. Esto no es todo, pero es lo más frecuente en los católicos del continente europeo y americano.
V-Los cincuenta años de la HV son un buen signo para descubrir la capacidad de integrar el diálogo y el debate en la Iglesia. El final del siglo XX y principios del siglo XXI ha supuesto reconocer que nuestra vivencia de la sexualidad, de la pareja y del matrimonio es más plural de lo que parece también entre los católicos. Esta pluralidad ha entrado también en el corazón de la Iglesia. Las discusiones en la Comisión para el Estudio del tema de la población, en el concilio, en los sínodos de la familia, en las distintas reacciones de las conferencias episcopales muestran un mundo difícilmente gobernable con una norma universal para tan diversas situaciones y contextos. A pesar de ello, en este ámbito, durante muchos años no se toleró el diálogo ni el debate con procesos doctrinales sin las mínimas garantías jurídicas, prohibiciones de publicar, marginación académica, denuncias anónimas, etc. Muchos teólogos, empezando por B. Häring, K. Rahner y H. Küng, sufrieron por ello. HV, en ciertos aspectos, empobreció el diálogo moral y la enseñanza teológica. Muchas facultades de teología en los temas de moral sexual se distanciaron aún más del mundo circundante fortaleciendo los muros con más altura y más contrafuertes. Por eso una de las primeras tareas hoy es recuperar diálogos serenos con la cultura, con la vivencia positiva y plena de la afectividad y sexualidad actuales, con la sexología actual, con las ciencias humanas y experimentales en estos campos.
VI-Pablo VI quedó atrapado en una concepción de papado y de magisterio que todavía no había integrado ampliamente la eclesiología de comunión. Al papa le influyó decisivamente el documento entregado secretamente por el cardenal Ottaviani ni conocido ni discutido ni aprobado por la Comisión, sobre las consecuencias que sufriría la autoridad papal si se abandonaba la Casti connubii. Lo que preocupaba era el cuestionamiento de la autoridad papal. Por este motivo, en la primavera de 1967, el papa nombraría una Comisión de ocho teólogos, la mayoría afines y del gusto del papa, para elaborar la encíclica. En esta Comisión ya no hubo debate. Pablo VI se reservó, como bien expresó la nota 14 de Gaudium et Spes, la decisión sobre el discernimiento de los métodos anticonceptivos. No consultó ampliamente a los obispos (sólo respondieron 26 de los 200 obispos del Sínodo de 1967) y se separó de la mayoría de los obispos, de los especialistas y teólogos de la Comisión para los problemas de la familia, de la natalidad y de la población. Con los años la eclesiología de comunión y la sinodalidad se han profundizado. El papa Francisco ha afirmado que él es un bautizado y un obispo "entre" otros bautizados y Obispos. En cuestiones debatidas ha escuchado ampliamente a los fieles y a los dos sínodos. Hoy sería impensable un decidir tan solitario como el que realizó y se reservó Pablo VI. Desde el primer día de elección como pontífice se sintió en una relación de "extraña soledad" ante Dios y la Iglesia.
VII-Un nuevo modelo pastoral. Hoy no es adecuado, en muchas partes, un modelo moral basado en unas verdades claras innegociables para tener una mayor relevancia y visibilidad pública. La opción de Juan Pablo II de asegurar cuidadosamente la unidad de juicio (FC 34) reforzando el papel del magisterio pontificio (VS) para así tener un claro mensaje público quizás no sea el mejor modelo, al menos hoy en Europa. Una cierta uniformidad "doctrinal" ha empobrecido la riqueza católica en estos temas en unos temas donde la experiencia de los fieles era muy rica y diversa. Durante años la doctrina de la HV se volvió prácticamente indiscutible por la apelación a esas verdades innegociables. El tema de la verdad es importante pensarlo pero ni somos la verdad, ni tenemos la verdad, ni mucho menos vivimos plenamente en la verdad. Para cierta concepción de catolicismo, hay un miedo a que el Magisterio pueda estar equivocado y necesite ser revisado. La cuestión de fondo es si la Iglesia tiene la verdad o si, como afirma el Concilio Vaticano II, camina hacia la verdad: "la iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios" (Dei Verbum, 8). Estar en camino hacia la verdad es una actitud muy distinta de sentirse poseedor de la verdad y más en los temas de la afectividad y sexualidad. Por eso, el tema de la verdad suele estar vinculado a la mirada al mundo. El que posee la verdad quiere introducirla en el mundo decadente. El que busca la verdad suele encontrar semillas del verbo en los otros, luces, búsquedas y colaboraciones en los otros y tener una mirada más amable hacia la realidad de la sexualidad y el amor. Necesitamos integrar un lenguaje positivo y luminoso como el que desarrolla AL. "Dios mismo creó la sexualidad que es un regalo maravilloso para sus criaturas" (AL 150). Hay que dejar las miradas negativas y decadentes del mundo y la sexualidad y caminar al lado en los temas del amor, de los afectos y la sexualidad junto con las búsquedas y anhelos de nuestros contemporáneos.
VIII-Hay que proseguir la hermenéutica integradora que realizaron algunas Conferencias Episcopales en el año 1968 preocupadas por la situación difícil de los fieles integrando la conciencia, el error posible del magisterio, los conflictos de deberes (canadiense, francesa) y las situaciones individuales o sociales (Italia, Inglaterra y Suiza). Pablo VI llamó también a una mirada más amplia. Esta mirada amplia e integradora es la que se necesita hoy y realiza admirablemente AL. AL está poco preocupada por lo que ocurre en el lecho. Su mirada es más amplia y se centra sobre las diversas situaciones sociales y económicas (capitulo 2), sobre las dificultades, limitaciones y crisis en el amor cotidiano y real (capítulo 4 y 6), sobre la fecundidad amplia y la solidaridad entre familias (capítulo 5), sobre la necesidad de una acogida de la vida que nace en mitad de situaciones difíciles (capítulo 5) y sobre la educación en general y de los afectos y la sexualidad en particular (capítulo 7). Esta hermenéutica más social está atenta a las dificultades y condicionamientos sociales y económicos, a los valores concretos, más que a las normas, ideales abstractos y exigencias desproporcionadas que sólo cumplen minorías bien motivadas o privilegiadas. Por eso hay que aprender a valorar lo limitado, lo imperfecto, lo que crece, la fragilidad.
IX-Es el tiempo de Amoris laetitia. AL profundiza lo mejor de la HV: el sentido del amor y la fecundidad son mirados con una visión más amplia, la paternidad responsable con nuevas perspectivas sociales, la conciencia es vinculada mejor al discernimiento, etc. AL, cincuenta años después, usa en lo central mejores argumentos y mejores palabras para defender lo central. Para el papa actual lo importante es no insistir demasiado e ir a lo esencial pues no todas las enseñanzas son iguales. Amoris laetitia realiza en todos estos temas una propuesta sintética de criterios y no de normas. La presencia de la HV en AL se encuentra en seis números (68, 80, 82, 154, 167, 222), donde hay referencias a los criterios de respeto, dignidad, conciencia, decisión mutua, apertura, generosidad, paternidad responsable, rechazo de una mentalidad hostil a la vida y estímulo para promover los métodos naturales. Estos criterios son el punto de consenso actual en la Iglesia entre la vivencia de los fieles, las orientaciones del sínodo de los obispos y las palabras del papa. Estos criterios son el resultado de un proceso de sinodalidad en la Iglesia. El Espíritu está soplando en la Iglesia cuando se habla de recalcar lo central, criterios esenciales.
X-El Sínodo y AL guardan silencio sobre la anticoncepción artificial. Este silencio es un silencio discernido. El silencio sobre los métodos y su aliento de procesos de discernimiento es su propuesta desde una conciencia responsable y respetuosa con el otro. Es la hora de respetar la conciencia que discierne, en el camino y en mitad de la fragilidad puesto que como afirma el papa "muchas veces" responde evangélicamente.
"También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas" (AL 37).
Hoy no hay una recepción clara de la norma de HV 14. HV 14 hoy no representa la totalidad de la doctrina católica. Hoy caben otros caminos que hacen más amplia la catolicidad. El papa y los dos sínodos lo han hecho con sus silencios y sus palabras de comunión. Las palabras de consenso del sínodo y ciertos silencios han respetado los discernimientos de tantos fieles. Gracias por ese respetuoso silencio que no entra en prescripciones detalladas y casuísticas y que confía en el discernimiento desde los criterios centrales de los fieles.
Humanae Vitae 14: una propuesta desde Amoris Laetitia
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