"El alma no tiene años" José María García: "Antonio, 'mi' cura"

No sé cómo Antonio Aradillas, a quien llamé siempre “mi cura”, tuvo y sigue teniendo, tiempo para escribir los libros, que están a punto de llenar una biblioteca. Noventa y seis libros, uno más que los años de su DNI, son muchos libros y más, y vaya por delante cona honradez, que jamás le echó una mano ningún “negro”. Libros de actualidad no solo eclesiástica, pero siempre al borde de los anatemas clericales competentes de la jerarquía con las que yo, en mis tiempos de COPE, traté un puñado de años y sin , por eso, perder una pizca de fe.

Conocí a Antonio en el recordado periódico PUEBLO de tantos amigos y más añoranzas, siendo él uno más de la grey, sin ningún privilegio canónico ni social, de los que tanta generosidad obsequiaba el Nacional Catolicismo a sus agregados. Era y fue siempre, y para todos los efectos, un “currante” más, y no solo dispuesto a prestarle atención a la información “religiosa” -que para eso estaba el amigo Alejo-, sino de cualquier otro signo, normalmente inspirado por el Cardenal Tarancón o por el Nuncio de turno.

Antonio me casó con mi Monse y él bautizó a nuestros dos hijos, que nos han hecho el inenarrable regalo de las tres nietas con que ya contamos. Recuerdo que el bautizo de nuestros hijos, Don Jesús Gil, se empeñó en que, junto al capillo del agua bendita campeara el escudo de su Atlético de Madrid.

Los recuerdos amistosos y pastorales, como ahora dicen los curas después del Vaticano II, que compartí con “mi cura”, son muchos y reconfortantes. Siempre de “tú a tú” y de acuerdo. Temas como los de la defensa de la coeducación, del divorcio, de las denuncias de los Tribunales Eclesiásticos, de los sacerdotes que “colgaban los hábitos”, del exacerbado clericalismo entonces reinante, del respeto a los no católicos… eran palabreados con naturalidad y seriedad más que deportiva.

La amistad con Antonio se acrecentó aún más al coincidir los dos en la “Hora 25” de la SER, patroneada por Manolo Martín Ferrán y en una de cuyas noches convenció a un obispo católico y a otro anglicano, presentándose este con su señora esposa, a quienes les hizo una entrevista sin límites clericales. Menos mal que los” grises” nos defendieron al terminar el programa, habiéndose dato cita nada amistosa en la Gran Vía, un aguerrido grupo de “Guerrilleros de Cristo Rey”, dispuesto a castigar nuestro atrevimiento en contra de la Iglesia oficial.

Recuerdo también otras escenas con el amigo Antonio, quien se desplazaba algunos veranos al chalet de mis suegros en El Escorial y en su parroquia bautizaba a los nietos familiares habidos durante el resto del año. En una ocasión coincidió allí con Pedro Carrasco, boxeador campeón mundial, a quien yo había “secuestrado” en Barajas y lo retenía hasta “Hora 25” para una entrevista “en exclusiva”.

Junto con Raúl del Pozo presentamos el libro de Antonio titulado “Francisco, el papa reformador”, en cuya intervención nuestro común amigo definió el texto como “una enmienda a la totalidad” (de la Iglesia) en el lenguaje del Congreso de los Diputados.

¡Ánimo, amigo Antonio, y a cumplir más años, escribiendo más libros¡. El alma no tiene años.

Tu amigo, JOSÉ MARÍA GARCÍA