"El país procesa de mala manera el duelo por el casi medio centenar de muertos en menos de un mes" José María Rojo: "Por un mundo nuevo, un Perú mucho mejor, mas igual, más respetuoso y más solidario"
A los 3.825 m, en Juliaca, capital comercial del altiplano, donde el 9 de enero se produjeron nada menos que 17 asesinatos (algunos ni siquiera participando en las movilizaciones). A ellos se sumaron el del policía calcinado junto o en su vehículo (¿a quien se le ocurrió enviar una patrulla con tres policías solos en la noche a una zona tan convulsionada y peligrosa tras los 17 muertos?) y el del joven herido, fallecido días después
| José María Rojo García
Es España es muy común hablar de “la cuesta de enero”. Y casi siempre se refiere -además del frío- a lo difícil que se hace llegar económicamente a fin de mes, después de los excesivos gastos de las fiestas navideñas cerradas con los juguetes y regalos que “traen los reyes” el 6 de enero. La plata se estira como chicle para que llegue al fin de mes y cuesta, cuesta la subida. En Perú no suele hablarse de ello, pero este año, podemos decir, la subida se está notando mucho más ¡y no precisamente por lo económico!
Es lo socio-político lo que está marcando esa subida acá donde, fácilmente, uno aterriza a los 4.000 metros de altura. Y fue precisamente a los 3.825 m, en Juliaca, capital comercial del altiplano, donde el 9 de enero se produjeron nada menos que 17 asesinatos (algunos ni siquiera participando en las movilizaciones). A ellos se sumaron el del policía calcinado junto o en su vehículo (¿a quien se le ocurrió enviar una patrulla con tres policías solos en la noche a una zona tan convulsionada y peligrosa tras los 17 muertos?) y el del joven herido, fallecido días después.
Sí, enero está significando una gran subida, con levantamientos y tensiones soterradas. Cierto que no faltan las propuestas de salida de personalidades, algunas de las cuales -como la del expresidente Sagasti- con reconocida experiencia en la materia. También de personalidades desde la sociedad civil, como la del exalcalde de Villa el Salvador, Michel Azcueta, llamando a gobernadores, alcaldes y otras personalidades del Sur a “un grupo de trabajo” para analizar y hacer propuestas para todo el país… Desgraciadamente, del Ejecutivo y el Congreso -espacios, a priori, los mas llamados a dar respuestas o acogerlas- recibimos la misma sentencia: “no se escucha, padre”.Pareciera que se les congeló el cerebro y la lengua para solo repetir el estribillo represivo de siglos y siglos.
Mientras, el país procesa de mala manera el duelo por el casi medio centenar de muertos en menos de un mes. Y prácticamente todos del mismo lado y con las mismas características: asesinados a sangre fría como respuesta a sus -a veces sí, airados reclamos-. No han faltado quienes han comparado con las asonadas de los Trumps y los Bolsonaros en el Capitolio y en Brasilia (lugares y hechos mucho más emblemáticos) donde no se registró ni un solo muerto.
Están llegando a Lima contingentes de distintas partes del país y han anunciado que seguirán con sus reclamos en la capital ¿Tendremos peor desenlace, con más muertos, heridos y detenidos?
Imposible no recordar lo escrito por mi hace pocos días temiendo una pésima salida: “que el pueblo tenga que agachar su cabeza, rumiar otra vez la rabia y esperar a otra oportunidad para reventar de nuevo”. Pero aún queda cuesta de enero. Están llegando a Lima contingentes de distintas partes del país y han anunciado que seguirán con sus reclamos en la capital ¿Tendremos peor desenlace, con más muertos, heridos y detenidos? ¿Seguiremos percibiendo el reiterado “no se escucha, padre”? ¿Se hará caso, por fin, a alguna de las propuestas de salida que implican el ya famoso que se vayan todos?
Sí, creo que todo el mundo es consciente de que podemos repetir plato, que los siguientes elegidos sean iguales o peores, cierto. Pero las personas no somos solo cerebro y razón. Hay muchos sentimientos heridos y rasgados, hay actitudes insoportables para la mayoría, hay posturas que difícilmente aceptan una marcha atrás. Y eso también debe entenderse y comprenderse. Y, por supuesto, debe tenerse en cuenta en cualquiera sea la salida. Ojala lo entendamos y, con la madurez posible, nos encaminemos a construir un Perú mejor entre todos.
Nadie como los puneños para entenderlo: después de la costosa subida, a casi 4.000 m de altura hay una enorme planicie, un gran altiplano que debiera significar un largo período, no solo de descanso, sino de construcción de algo distinto, un mundo nuevo, un Perú mucho mejor, mas igual, más respetuoso y más solidario.
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