"Las políticas sanitarias tecnocratizadas no comprenden que el cuidado personal y espiritual es parte inseparable del médico" Juan Masiá sj: "Administré el sacramento de la unción de enfermos a personas moribundas por el móvil desde Japón hasta Europa"
"En España me parece que algunas mentalidades del 'pseudocentro' y del centro extremo derecha añoran a veces los tiempos del 'peso social del clero en el país'. No me gustaría que aprovechen la pandemia para intentos de restaurarlo..."
"El laicado creyente que milita responsablemente en diversos partidos, sin mezclar ideológicamente la confesionalidad propia con la militancia política, es quien tiene que ser capaz de encontrar caminos de solidaridad en políticas de estado para el bien común"
"Un dios que permitiese la pandemia como castigo o que la frenase milagrosamente como salvación, sería un dios con minúscula, a nuestra medida, sería un dios pensado como si fuese un individuo como nosotros"
"Se confesaron ante Dios en silencio como recomendó Francisco. Eso que dijo el Papa era mucho más avanzado que los que discutían si era válida o no la absolución"
"Un dios que permitiese la pandemia como castigo o que la frenase milagrosamente como salvación, sería un dios con minúscula, a nuestra medida, sería un dios pensado como si fuese un individuo como nosotros"
"Se confesaron ante Dios en silencio como recomendó Francisco. Eso que dijo el Papa era mucho más avanzado que los que discutían si era válida o no la absolución"
"Ojalá la pandemia sirva como la confusión de lenguas en la torre de Babel, para que se derrumben los intentos totalitarios de la mala globalización", declara el teólogo y jesuita JuanMasiá en esta entrevista. Atendiéndonos desde Japón, reivindica el cuidado de lo local para superar esta emergencia, que puede convertirse en oportunidad de recuperar lo humano. Poner la economía -a nivel político- y los sacramentos -a nivel eclesiástico- al servicio de las personas, y no lo contrario.
Estoy preguntando cómo percibe la sociedad española la implicación de la Iglesia, el papel que está jugando en la pandemia y si está cumpliendo su función social. ¿Te cuesta responder esta pregunta desde Japón?
Si es sobre la Iglesia institucional en España, no puedo opinar. Si es sobre el eco mediático que está teniendo en Japón la actuación, dichos y hechos del Papa Francisco, esta sociedad lo percibe y lo agradece. Pero sobre la comunidad cristiana japonesa hay que decir que esta Iglesia está muy habituada a ser minoría llamada a hacer el bien en la cotidianidad sin hacer ruido. La evangelización, como nos dijo Francisco en noviembre, no es ni proselitismo, ni colonialismo, ni propaganda comercial de la propia marca. En España me parece que algunas mentalidades del “pseudocentro y del centro extremo derecha políticos” añoran a veces los tiempos del “peso social del clero en el país”. No me gustaría que aprovechen la pandemia para intentos de restaurarlo...
Pero volviendo al cuidado de las víctimas de la pandemia, me ha admirado ver y leer en los medios la figura de los agentes de pastoral y capellanes –en Italia, España, etc- que, protegidos como el personal sanitario con las debidas precauciones, aunque con mucho riesgo, están día y noche respondiendo a la necesidad de cuidado espiritual que tienen quienes están recibiendo los cuidados terapéuticos por el virus.
Aquí, en Japón, no nos lo permiten. No solo eso, desde que comenzaron a activarse los protocolos de prevención, no podemos ni siquiera entrar a los hospitales para visitar a los demás enfermos. (Llevamos más de un mes sin poder acompañar al P. Adolfo Nicolás en su confinamiento hospitalario; a causa de una patología progresiva que no es coronavirus; pero ni siquiera al jesuita responsable de la enfermería le permiten entrar a su habitación en el hospital. Y lo mismo ocurre con otros cuatro jesuitas ingresados en diversos hospitales por patologías que tampoco son de coronavirus. Pero los protocolos de prevención son estrictos y la medicina y políticas sanitarias tecnocratizadas no comprenden que el cuidado personal y espiritual es parte inseparable del cuidado médico-sanitario. Creen que el fin de la medicina es lograr que el paciente no se muera... por el momento. Confunden la protección de la vida con impedir a toda costa la muerte... No asumen que hay que morir para entrar en la vida...).
En cambio, por lo que se refiere a acompañar el duelo, las noticias que recibo de España contrastan con mi experiencia reciente de celebrar funerales religiosos en tanatorios y crematorios laicos, al menos durante los meses de febrero y marzo. Pero ahora, en abril, con el reforzamiento del confinamiento, ya tampoco aquí va a ser posible mantener esas celebraciones.
¿Crees que la Iglesia institucional va a formar parte del nuevo contrato social que parece estarse tejiendo?
No mezclemos las cosas y no volvamos a neo-nacional-catolicismos, ya sean de derechas o de izquierdas. El laicado creyente que milita responsablemente en diversos partidos, sin mezclar ideológicamente la confesionalidad propia con la militancia política, es quien tiene que ser capaz de encontrar caminos de solidaridad en políticas de estado para el bien común. Ese debería ser el mínimo común denominador de los centro-izquierdas y centro-derechas, sobre todo a la hora de confrontar las amenazas a la sanidad, a la paz y a la convivencia sin discriminaciones.
¿Qué piensas de los que ven la pandemia como un castigo divino? ¿Qué piensas de los que se indignan contra un Dios que permite la pandemia?
Si quien se indigna contra Dios no es creyente, no tiene contra quién indignarse. Si es creyente, hay algo extraño en su modo de creer. Porque un dios que permitiese la pandemia como castigo o que la frenase milagrosamente como salvación, sería un dios con minúscula, a nuestra medida, sería un dios pensado como si fuese un individuo como nosotros.
Dicho esto hay que reconocer que para el creyente el problema del mal suscita crisis en la fe y surge como en Job y en Pablo la pregunta que se queja ante Dios: “Por qué, Señor, por qué?” No se le debe decir a esa persona creyente que no se queje. Más bien ayudarle a que convierta la queja en oración y ore en forma de queja, que es a veces la única oración que puede hacerse en situaciones límite como cuando te han arrebatado violentamente de la vida a un ser querido...
"Un dios que permitiese la pandemia como castigo o que la frenase milagrosamente como salvación, sería un dios con minúscula, a nuestra medida"
¿Y que me dices de quienes, en el otro extremo, ven la oportunidad de la crisis para que aflore el lado humanitario o incluso el lado religioso que estaba adormilado?
Admito que, sin necesidad de hablar de castigo, sí es cierto que la pandemia, como el maremoto y el tsunami, nos da qué pensar y nos hace despertar. Ambos son doblemente desgracias. No solamente desgracias naturales, sino también causadas o empeoradas por fallos en el factor humano de su gestión y en los sistemas político-económicos irresponsables.
En la respuesta a los primeros mails que se preocupaban por mí en tiempo de pandemia, respondí a menudo con estas reflexiones espontáneas:
-Ojalá con la pandemia nos venga un colapso del sistema global comercial-financiero mundial, que nos obligue a repensar y transformar las políticas y economías deshumanizadas y deshumanizadoras.
-Ojalá el inevitable colapso de los recursos sanitarios nos obligue a repensar y rehacer la planificación de los presupuestos al servicio del bien común.
-Ojalá la pandemia sirva como la confusión de lenguas en la torre de Babel, para que se derrumben los intentos totalitarios de la mala globalización. Así como la confusión de lenguas, en vez de castigo fue una bendición y salvó la diversidad y la particularidad regional frente a los centralismos autoritarios, y sirvió para que deshiciera el sueño de unidad impuesta desde arriba, ojalá la crisis presente sirva para redescubrir nuevas formas de conjugar lo global y lo local, más humanizadoras, más solidarias y también más evangélicas.
Acostumbrados a oírte hablar en tono profético esperanzador, esta vez me parece, Juan, que suenas un tanto apocalíptico.
Mira por donde estoy releyendo en estos días del confinamiento unos comentarios exegéticos sobre el Apocalipsis para tiempos de crisis, que redescubren que hay en este último libro bíblico mucho más evangelio de lo que sospechábamos.
En todo caso, ¿crees que con ocasión del confinamiento nos hemos visto obligados a inventar nuevos modos de vivir la fe, por ejemplo, a través de las redes sociales? ¿Afecta todo eso a la reforma de Francisco? ¿Qué piensas de los sacramentos por la red, la comunión espiritual, el sacerdocio de los fieles etc?
Si te contesto del todo nos pasamos aquí toda la noche. Me alegré enormemente cuando apareció el post de Isabel Gómez Acebo contando cómo había participado en la misa por internet “partiendo y compartiendo el pan en casa”, como en los Hechos de los Apóstoles. Lo dije también a propósito del Sínodo de Amazonía. El problema no es si ordenan o no a varones y mujeres “probados y maduros”, sino redescubrir el sacerdocio de los fieles. Por eso el material litúrgico (en español, portugués, inglés y japonés) que hemos distribuido desde el Centro Internacional de pastoral de migraciones en Tokyo, (en su sección de pastoral latinoamericana y en la filipina) iba orientado a ayudar a los fieles a celebrar la eucaristía en familia.
Cuando lo puso en práctica algún grupo de la cárcel o del centro de detención de migrantes, llegaron hasta el punto de plantear la situación de emergencia en que alguien celebró a solas confinado una eucaristía con pan y agua acompañados por el Evangelio, que parecía la “Misa sobre el mundo” del P. Teilhard de Chardin.
Cuando hablábamos con el P. Adolfo Nicolás sobre los problemas de los divorciados en el pasado Sínodo de la familia, nos decía: “la clave está en que hay que sacar los sacramentos fuera del derecho canónico y des-juridificar la teología moral”.
Sin necesidad de acudir a la pandemia, hace unos años que he administrado el sacramento de los enfermos a personas moribundas por el móvil desde Japón hasta Europa.
¿Y qué hiciste con los santos óleos?
Se encargó el Espíritu Santo de ungirlos directamente. Su internet es más potente y directo que todos los Google and company juntos.
¿Y también se confesaron contigo por teléfono?
No, se confesaron ante Dios en silencio como recomendó Francisco. Eso que dijo el Papa era mucho más avanzado que los que discutían si era válida o no la absolución. Cuando me han llamado al Centro internacional para confesarse, les he dado la paz y les he leído una palabra evangélica para invitarles después a rezar juntos reconociendo las culpas y creyendo en el perdón, después les he dicho que se queden en silencio un rato confesando ante Dios y luego les he dado la absolución.
Lo importante en este sacramento no es el decir una lista de infracciones ante un juez, sino reconocer ante un médico que me acompaña que necesito pedir perdón y necesito creer en el perdón. Esto lo hacemos también al comienzo de cada misa y esa confesión y reconciliación es tan auténtico sacramento como la que se hace acompañado por el ministerio de la Iglesia, (mal que les pese a los liturgistas y a los canonistas...). Como dice una gran canonista, el P. Díaz Moreno, que por ser pastoral es buen teólogo aun siendo canonista, “el criterio supremo es: sacramenta propter homines, es decir, los sacramentos para el bien de las personas”.
Pero esto se está alargando mucho y no habrá lector ni lectora que lo soporte. Dejamos para otro día lo de la comunión y lo de la absolución colectiva en los funerales para que no se pierdan la comunión los familiares y aprenden el sentido profundo que tiene la “misa de cuerpo presente”. Eso sí que es más importante porque el tema del miedo a la muerte y del ocultamiento de la muerte en la civilización del paradigma tecnocrático, unido a la falta de fe en la resurrección nos hacen estar obsesionados, como si la meta de la lucha contra la pandemia fuera solo evitar o retrasar la muerte que nos tiene que llegar más pronto o más tarde para que entremos por fin en la Vida... Me gustaría contarte despacio cómo celebramos estas eucaristías para acompañar el duelo y celebrar la ascensión a la Vida de la persona difunta.