Antonio Aradillas Machismo abominable
(Antonio Aradillas).- Cuando redacto estas líneas, de los dos centenares de Estados-países que configuran el mapa político-administrativo del mundo, son ya 64 los que han preparado actos especiales para celebrar de alguna manera en las próximas fechas el "Día de los Supermachistas". Hasta el presente, y por lo que respecta a España, mención especial se centra en Barcelona y Granada.
Y es que , de verdad, y tal y como filosofan, conceptualizan y con tristeza radical comprueban algunos, los tiempos, y la seguridad de que han de acelerarse aún más su ritmo de aquí en adelante, el futuro de la mujer en la sociedad llevará necesariamente consigo el desplazamiento del eje de importancia, estima y consideración a costa del hombre-varón en áreas en las que aún hoy dan la impresión de ser exclusivas del sexo masculino. La aportación de razones que interesadamente consideran exigidas por la propia ley natural, no resisten análisis a la luz de la reflexión intelectualmente seria, y de la experiencia, lo que agrava el planteamiento del tema con desesperación y con "soluciones" frecuentemente dramáticas.
El hombre, en los estertores de una civilización patriarcal, fruto y consecuencia de ancestrales culturas, no se resigna a tener que discurrir nada más y nada menos que como persona humana que es, en igualdad de condiciones -derechos y deberes- que la mujer, y se inscribe, o lo inscriben, ya desde su nacimiento en la cofradía natural del machismo, "actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres ", como con resignación y respeto académico definen los diccionarios, con toda gama de homónimos gramaticales y sociales, tanto aumentativos como diminutivos, siempre en determinante detrimento de la mujer por mujer.
Con tal planteamiento, la adjudicación de "abominable" al machismo que lamentamos, resulta correcto desde todas las perspectivas y niveles en los que nos situemos. "Abominable", o "digno de ser abominado, es decir "condenar y maldecir a alguien por considerarlo malo o perjudicial ", es lo mínimo que se puede adscribir a personas, grupos, ideologías y prácticas de cualquier tipo, edad y condición.
El ideario inspirador de la diversidad de actos a celebrar en el día del "Supermachismo universal", es claro y patente. La mujer, por mujer, fue, es y tendrá que seguir siendo cosa y propiedad del hombre, siempre a su servidumbre- servicio, por lo que cualquier aspiración a ser y ejercer de autónoma en la vida significará un desorden radical, forzadas a declararse formalmente como ilegales y rechazables las declaraciones, normas, artículos y cánones, por constitucionales que sean y así hayan sido aceptados democráticamente por imperativo político o social.
Al dictado de este ideario de los inspiradores y promotores de esta "festividad", la inventiva de la organización de los actos concretos se encargará cada país o ciudad en conformidad con las disposiciones, permisos o concesiones que el orden público lo permita o tolere, con la lasitud que se les presupone a actos como estos en ámbitos sociales, laborales, profesionales o familiares.
¿También religiosos? ¿Es que acaso no es la religión, sin exclusión de la "Iglesia católica, apostólica y romana", también inspiradora de las graves discriminaciones que sufre la mujer por mujer? ¿Acaso no aspirarían a intervenir en algunos de los actos del "abominable machismo" representantes "religiosos", como capellanes, directores espirituales, teólogos y aún teólogas, con la complacencia por parte de algunas instituciones jerárquicas? ¿Es que la religión -toda religión- no es machista, con pruebas sobradas para su demostración, aunque algunos libros sagrados proclamen todo lo contrario, tal y como salvadoramente acontece con los evangelios y con el testimonio vivido por Cristo Jesús, de respeto, atención y sagrada estima hacia la mujer?
Las razones informativas que propinan los medios de comunicación respecto a las "celebraciones supermachistas" reflejarán con aproximación veraz el "fervor" de admiradores y admiradoras.