Antonio Aradillas Madre abadesa con báculo y mitra
(Antonio Aradillas).- Tal y como se autobiografía a sí misma santa Teresa de Jesús, al iniciar este comentario-información, me decido a invocar su protección y ayuda con las advocaciones de "Andadera sin ceremonias", "Fémina inquieta y andariega", "Fascinada y enamorada", además de " Baratona" y "Ahorradora".
La protagonista de la presente noticia es, y se llama, Marta Ferrusola, eje y centro de uno de los episodios más característicos y presuntamente denigrantes del rosario de misterios dolorosos, que a la sociedad española se le obliga a rezar en sus lastimeras estaciones, por los caminos de la corrupción y del Calvario económico, social, político y aún religioso.
Quien hace tan solo un puñado de años -en 1995-, juraba y perjuraba en su propio lenguaje monserratino, ser pobre de verdad -"no tenemos dinero"-, y "disponer únicamente de una mano atrás y otra delante", se les han descubierto r 69 millones de euros, además de otras cantidades asentadas en "paraísos fiscales", o lugares sistemáticamente ajenos a los controles del Ministerio de Hacienda, así como al margen de los procedimientos legales seguidos para su consecución o conquista.
Precisamente en estos días llama la atención, y se torna objeto de exegesis, en coloquios y tertulias, de carácter nacional e internacional, la explicación que la señora Ferrusola, en clave criptográfica, da órdenes a la correspondiente entidad andorrana, para la trasferencia de ciertas cantidades, a favor de uno de sus hijos. Ella se presenta como la "Madre Superiora" de una supuesta comunidad religiosa, trata de "reverendo" al director del banco, le indica que le envíe "dos misales dos" -entiéndase "millones", a su capellán - su hijo mayor-, con lo que, por ahorra, el problema se resuelve a satisfacción de todos...
A la protagonista de la información hay que notificarle que, en realidad y en otros tiempos "felices", hubo "Madres Superioras" - abadesas en estos casos- , con privilegio de mitra y báculo, poseedoras de luengas y pingües propiedades en tierras, joyas, villas, siervos y siervas. La información habrá de extenderse a que el término "reverendo" -"digno de reverencia, es decir, de respeto y veneración"-, solo es aplicable en cristiano a "personas y cosas sagradas", con explícita exclusión del dinero. Si no fuera así, las palabras y el gesto convertirían, o reconvertirían, el dinero en otros tantos diosecillos, tal y como acontece con frecuencia en áreas socio- religiosas en las que tantas personas y familias viven y conviven.
Es indicativamente curioso que en el itinerario turístico- religioso recorrido por muchos, con advocaciones marianas como el Pilar, Torreciudad, Monserrat y Lourdes, también se encuentre Andorra, lugar caracterizado por sus atractivos y recursos bancarios y por la originalidad de ser un país regido, a partes iguales, por el Presidente de la República de Francia y por el obispo de Seo de Urgell, en calidad de co-príncipes del territorio.
La originalidad no es ciertamente absoluta porque, por ejemplo, también en Roma, centro y aspiración de peregrinaciones -"romeros", está el Vaticano, que también tuvo nombre de banco aunque ahora se denomine, y lo definan, las letras mayúsculas del IOR Estos datos y otros más, contribuyen a desvelar determinados secretos inherentes a las programaciones turística y peregrinaciones, en las que "no todo lo que reluce es oro", ni siquiera las mismas indulgencias. Y es que alrededor, o en las inmediaciones, del altar, jamás habrá de sonar y resonar el dinero...
Por muy numeroso que sea la familia, por aquello de "los hijos que Dios quiera", y por lo de que "cada hijo trae un pan bajo el brazo", no siempre, ni mucho menos, la verdadera religiosidad se halla en las cifras, sino en la calidad, en la formación y en el convencimiento comprometido y eficaz de que el resto de la familia-la comunidad política, social, autonómica o no, independentista, o aspirante a serlo, también es familia, con idénticas, y aún mayores dificultades económicas para subsistir, con justicia y con los honores que se corresponden con su condición de personas y de contribuyentes.
El empleo de términos sacros en la descripción criptográfica de operaciones bancarias totalmente extralegales, es blasfemia y grave pecado registrado en los Mandamientos de la Ley de Dios y en los de la Iglesia, aunque no conste su redacción explícita y literal en ninguno de ellos.