"De salud o trabajo a salud y trabajo" Monseñor Chomali: "Es un error pauperizar al Estado al punto de no poder hacerse cargo con sus recursos de las situaciones adversas"
"Es un error promover una sociedad que gira únicamente en torno al consumo, que se rija exclusivamente por la ley de la oferta y de la demanda y que el test para mirar su éxito sea la utilidad"
"Millones de chilenos están a la deriva y dependen de la buena voluntad de algunas personas y de la promulgación de leyes apresuradas para solucionar en parte – a través de bonos- lo que debiese ser permanente"
En medio de la pandemia que azota a Chile, ha aparecido el dilema de qué es lo que debe privilegiar las políticas públicas, la salud o el trabajo de la población. En mi opinión, la dicotomía salud o trabajo es falaz y puede llevar a engaños. Debemos aspirar a que haya salud y trabajo. En efecto, sin salud no hay trabajo, y sin trabajo no hay salud. Si falta uno los dos componentes en la vida de las personas, no hay vida humana ni familia ni sociedad que resista por mucho tiempo.
Creo que el tema de fondo a resolver hoy es el siguiente: ¿A quién le corresponde hacerse cargo para que todos tengan lo suficiente para vivir mientras no se puede trabajar porque la defensa de la salud lo impide? Para responder esa pregunta hay que analizar la mirada que pesa sobre el trabajo en cuanto si es considerado un bien útil o un bien moral.
Para quienes piensan que el trabajo es un bien útil y por lo tanto un insumo más de la cadena de producción, la respuesta a la pregunta inicial es nadie en particular. Su lógica es: se acaba el trabajo, se acaba el sueldo, se acaba el sustento. Tendrán que buscar otras formas de subsistir. Y eso es lo que está pasando en la actualidad en Chile. El aumento del comercio ambulante y el esfuerzo solidario de la Iglesia, por palear tal mal, es la señal más clara.
Para quienes piensan que el trabajo es un bien moral, -es decir un derecho y un deber que permite asegurar el sustento propio y familiar, así como su futuro-, afirman que las personas al quedar sin trabajo no pueden quedar al arbitrio de las vicisitudes de la contingencia, o de la bondad de algunas personas o instituciones, la respuesta es la comunidad organizada, es decir el Estado.
Se complejiza la situación cuando hay personas o instituciones que reconocen el trabajo como un bien útil en la bonanza –lo que implica utilidades-, y lo reconocen como un bien moral en la carencia –lo que implica pérdidas-, y acuden al Estado.
En este escenario, algunas personas se preguntan legítimamente lo siguiente: ¿por qué tendría que hacerse cargo el Estado –cuyo dinero es de todos los chilenos- en salvar empresas que no los beneficiaron en sus tiempos de bonanza?
De estas complejas preguntas y mirando la realidad creo que podemos aprender dos lecciones y sacar una conclusión:
- Es un error pauperizar al Estado al punto de no poder hacerse cargo con sus recursos –que son de todos los chilenos- de las situaciones adversas que nos depara la vida.
- Es un error promover una sociedad que gira únicamente en torno al consumo, que se rija exclusivamente por la ley de la oferta y de la demanda y que el test para mirar su éxito sea la utilidad. Chile en esa lógica tiene la siguiente paradoja: es macroeconómicamente exitoso, pero microeconómicamente fracasado. Esta situación hoy adquiere carácter dramático en un alto porcentaje de la población que no tiene sustento asegurado.
"Si se sigue considerando el trabajo un bien instrumental el futuro no es promisorio"
Como conclusión, la dupla Estado pequeño y mercado grande no es la mejor a la hora de la adversidad. Eso ha quedado demostrado hoy donde millones de chilenos están a la deriva y dependen de la buena voluntad de algunas personas y de la promulgación de leyes apresuradas para solucionar en parte – a través de bonos- lo que debiese ser permanente: que a nadie le falte el pan en la mesa y un techo donde cobijarse.
Para tener un estado fuerte se requiere gran sentido de comunidad, el reconocimiento que el bien común es superior al bien individual, que el todo es más que las partes, una ética de la responsabilidad a toda prueba y considerar el trabajo como bien moral.
La razón para sostener aquello es una: los seres humanos, -independiente de nuestra condición social, económica, cultural, étnica o situación familiar - tenemos derechos que provienen de nuestra condición de tales, y que, por tanto, no pueden quedar al arbitrio del gobierno del momento o de la buena voluntad de quienes ostentan la riqueza. Si se sigue considerando el trabajo un bien instrumental el futuro no es promisorio.