Macario Ofilada Personas antes que principios
(Macario Ofilada Mina)- Se acabó el primer consistorio público de Francisco pero seguirán las fiestas -a las que espero estén invitados los más pobres y marginados que son los verdaderos invitados de honor de Jesús- tanto en Roma como en los lugares de orígen de los neopurpurados a quienes seguimos acompañando con nuestras oraciones.
Muy bonitas las palabras del papa en esta ocasión sobre todo en tres momentos clave de la misma. Les recordó en la ceremonia de imposición del birrete que el cardenalato es una exigencia: la Iglesia tiene necesidad de su servicio de colaboración, comunión, oraciones, valor para "anunciar el Evangelio en cada ocasión oportuna y no oportuna, y para ofrecer testimonio a la verdad" y su compasión. En la misa, el papa les pidió que evitaesen intrigas, chismes y favoritismos. Estas cosas son más bien para bloques o lobbys de poder y no para los que "entran en la Iglesia de Roma y no en una corte".
En el Ángelus del 23.2.14, les recordó que tenían que ser servidores y no patrones, es decir, los cardenales (y en efecto todos los que tienen cargo en la Iglesia) deberían ejercer sus funciones en clave de servicio y no de poder. Ahora me viene a la mente, el título de "Cardenal Protector" utilizado mucho por las instituciones religiosas neonatas o en estado precario. Pero con Francisco, una nueva fiesta va a comenzar: una celebración de servidores y servidos y no de patrones y patrocinados.
Yo creo que estas palabras de Francisco son también para todos nosotros pero, debido a su destacado papel y lugar, los cardenales, que son obispos y cuyo papel es lo mismo que el de los obispos, tienen que ser los primeros en ejecutarlas. Básicamente su papel consiste en inaugurar una nueva fiesta. En este sentido, Francisco sigue la línea de Juan XXIII. Pero algunos hombres destacados de la Iglesia (por ejemplo, De Lubac, Congar y Dulles), cuando fueron elevados al Sacro Colegio ya eran mayores y por eso pidieron que no se les consagrase obispos (porque les parecía un abuso puesto que el episcopado no es un privilegio sino un servicio). Por eso, el sistema de "capelos de consolación" debe desaparecer para que el Sacro Colegio no se "reduzca" (porque me parece una verdadera degradación) a un supercolegio por encima del Colegio de Obispos debido a su proximidad al Papa por ser su senado, sino un sector con funciones especiales dentro del mismo sirviendo al mismo Señor y a su pueblo (concepto eclesiológico éste recuperado por Francisco en su homilía y discurso y un tanto desprestigiado desde el Sínodo Extraordinario de 1985).
Esto sí es motivo para una fiesta en donde todos somos jóvenes, todos tenemos voz (y los cardenales voto). Pido que a partir de ahora todos los neocardenales tengan voto.
Unos días antes de la ceremonia de la imposición de los birretes, nos llegó la noticia de que Francisco, junto a los cardenales, puso las bases para la readmisión de los divorciados vueltos a casar por lo civil a la Comunión (después de la intervención magistral del Cardenal Kasper, gran pastor y teólogo). Todavía carezco de datos para poder hacer unas reflexiones más amplias. De momento, quiero expresar mi admiración por esta apertura de parte del Papa aunque no entiendo del todo por qué se han excluido de esta medida "ad experimentum" por dos años a las parejas de hecho. En realidad, no entiendo del todo lo de las parejas de hecho. Parejas no casadas pero con ciertos derechos civilmente reconocidos. De verdad, me parece algo absurdo. Alguien está casado o no. No hay camino medio. Sólo los casados, tanto por lo civil como por la Iglesia, pueden gozar de privilegios y derechos, con sus correspondientes obligaciones de casados, porque el matrimonio es un contrato, un pacto reconocido por la sociedad.
Aquí en Filipinas, el concepto de parejas de hecho no existe. Menos mal que los filipinos no somos tan sofisticados. Nunca hemos sido maestros de sutilezas. Ni el divorcio. Pero hay muchos filipinos divorciados. El divorcio lo entendemos muy bien los filipinos. Los que tienen dinero normalmente van a los EE.UU. para divorciarse y vivir como divorciados en Filipinas o en cualquier otra parte del mundo. Los filipinos siempre hemos sido muy pragmáticos incluso desde los tiempos precoloniales. En este sentido, siempre han prevalecido las personas (o lo personal y la conveniencia de las cosas) antes de los principios. Esto explica, en gran parte, nuestros problemas sociopolíticos actuales.
Por otra parte, esto también ha consternado a muchos. Y los comprendo. Me han llegado muchos comentarios, he leído muchas reacciones en línea. Para mí, el divorcio es el divorcio; va en contra del Evangelio. Pero hay algo que tiene prioridad en el Evangelio: las personas. Las personas antes que los principios. He aquí el gran riesgo del Evangelio porque es la utopía de Jesús. En este mundo, siempre supone una dificultad ejecutar o vivir los ideales del Evangelio porque el desmadre está siempre a la vuelta de la esquina. Esto lo ha demostrado el Concilio Vaticano II. Pero Pablo VI apostó por la utopía evangélica del Concilio y sufrió por ello. Sólo pido a nuestros hermanos, consternados por esta nueva directiva del Papa, que no sean como el hermano mayor en la Parábola del Hijo Pródigo y que adopten la postura del Padre Misericordioso, como el Papa. Que no tengamos miedo de las utopías evangélicas que tienen la finaldad de hacer que la carga sea más llevadera para los que viven situaciones complicadas.
Soy consciente de que se pueden derramar ríos de tinta sobre este tema pero dejémoslo por ahora hasta que tengamos más datos. Ya veremos lo que pasará dentro de estos dos años de este experimento pastoral en el que la Iglesia segura de sí misma sale de sí misma para abrazar al mundo de inseguridades no para ser contaminada por él sino para hacerlo un lugar más acogedor, la avenida de la misericordia de Dios. Ésta es la mejor solución para todas nuestras inseguridades.
Asimismo espero que se aclare lo de las parejas del hecho dentro del mismo experimento. A nuestros hermanos divorciados y vueltos a casarse: ¡Bienvenidos a la fiesta eucarística donde Jesús Sacramentado os espera!
Me acuerdo de haber leído en 1985, con motivo del consistorio en que recibió Mons. Ricardo Vidal Jamín (ahora Arzobispo Emérito de Cebú) la púrpura, la respuesta de un católico filipino a una encuesta. El encuestado dijo que no era importante para él que hubiera un nuevo purpurado filipino, pues éste no le conocía (y a los que comparten su condición de ser cristianos ordinarios) ni se interesaba por él y que el cardenalato no solucionaría los problemas cotidianos de la pobreza, corrupción, etc. porque tales ceremonias eran sólo para la primera dama de entonces, quien fue la "madrina" del Cardenal Vidal y que le acompañó a éste y a un séquito de prelados, clérigos, religiosos y laicos distinguidos en el viaje a Roma. En otras palabras, el cardenalato no era para la gente común. Ésta se sentía excluida de la fiesta.
Son palabras dolidas y dolorosas que siguen teniendo actualidad y vigencia. Todavía quedaba algo de la pompa de antaño en las ceremonias pero en este pontificado se notan los esfuerzos de simplificar las cosas. Pido que los nuevos purpurados (y todos los dirigentes) tengan en cuenta estas palabras de un cristiano ordinario porque son los verdaderos invitados de honor de la fiesta cristiana. En Filipinas, algunos prelados prefieren visitar a pacientes que son detenidos políticos cerca de la capital, que siguen siendo influyentes y prestigiosos, en vez de ir a buscar a los marginados desconocidos también achacosos y con muchos problemas de sus propias diócesis. Respeto su derecho a visitar a sus amigos personales, influyentes o no, pero me entristece que muchos necesitados de sus propias diócesis nunca hayan tenido un encuentro personal con sus obispos.
Un obispo ante todo ha de presidir la fiesta con sus fieles, ir a su encuentro para invitarlos a las gran fiesta junto con los demás o incluso celebrar la fiesta con ellos si no pueden salir de sus lugares, y tiene que oler a sus ovejas. Ahora lo que no me parece correcto es que algunos de estos prelados altos celebren la misa en el lugar donde están ingresados o confinados estos personajes mientras que muchos pobres, de sus propias diócesis, viven sin sacramentos, porque no disponen de medios para desplazarse a los centros o poblaciones.
Yo he conocido a varios sacerdotes que se han negado a celebrar las exequias de algunos pobres en las malolientes chabolas donde se instalaron las capillas ardientes (porque no tienen otro lugar) y en donde viven los criminales de la ciudad o que han exigido que estos mismos pobres transporten los cadávares de sus queridos difuntos a la población o a la parroquia (lo cual les supone un tremendo gasto) para unas exequias rápidas y celebradas sin ganas. Adónde los curas no quieran ir, ahí deberían acudir los obispos, sobre todo dentro de sus propias diócesis. Éstos no deberían aprovechar la reunión de la Conferencia Episcopal en la capital (o viajar expresamente a ella) para celebrar un fiesta exclusiva para un detenido prominente junto con sus familiares y secuaces.
Quisiera terminar para agradecer la presencia del Papa emérito en la fiesta. Ahí estaba, hecho un señor, todo un venerable anciano el Papa Ratzinger. Ha bajado de su montaña de soledad y oración para indicar que sigue viviendo en ella pero en comunión con los que él ha dejado. Muchos pensarán que asistió por su amigo el Cardinal Müller. Pero su presencia nos recuerda que él también sigue formando parte de nuestra fiesta. "Es como tener al abuelo en casa", dijo el Papa Francisco refiriéndose a la presencia de Benedicto en el Vaticano. Yo entiendo perfectamente su decisión de ocultarse por un tiempo. No sólo respondía a necesidades personales. Quería evitar cualquier cisma o división por la situación novedosa de tener dos Papas vivos dentro de los muros vaticanos. Menos mal que se consolidó, desde el principio, el pontificado de Bergoglio. Con su ascesis campechana, tiene garra. Benedicto también lo tenía por su estética elegante. Juan Pablo II, quien era actor, supo hipnotizar como nadie a las masas.
Con su presencia, Benedicto nos recordó la continuidad -si bien no en términos de política o estilo- de la búsqueda de encontrar la forma más adecuada para vivir la utopía de Jesús que es el Evangelio. Con su sencillez ascética de gabardina blanca sobre su sotana blanca, sentado entre cardenales cuya indumentaria era más elegante que la del expapa, Benedicto nos recordó la estética del "sic transit gloria mundi" de las antiguas coronaciones papales; él vive este axioma que proclama la gloria de la cruz. Por su renuncia, nos hizo a todos un gran servicio y ese servicio continúa: oración por la Iglesia, apoyo al nuevo Sumo Pontífice y a los cardenales, testimonio de que el papado es un servicio y no un puesto de poder al que hay que aferrarse pase lo que pase en la iglesia con la excusa de no querer bajar de la cruz.
Tras renunciar al ministerio petrino, Benedicto (el Papa de la estética), ahora con su presencia en un acto público con Francisco (el Papa de la ascesis), nos dice que la fiesta cristiana debe continuar, ahora con una nueva estética que es ascética. El papa Bergoglio con su ascesis o estética sobria ahora es el principio de unidad para todas nuestras celebraciones y que nos está brindando un nuevo paradigma estético, con sus palabras y gestos, para que podamos traducirlo en la acción (léase ascesis) cotidiana.
Era bonita aquella imagen en que todos, incluyendo el Papa emérito que conservaba su dignidad y elegancia señoril, estaban alrededor de la misma mesa y del Papa actual, aunque la fiesta podía haber sido más sobria y acogedora pese a los recortes ya vigentes. Dios mediante, lo será en un futuro próximo para que se sientan invitados los más pequeños.