Una iglesia de Barcelona no reza por el pontífice fallecido ¿Rezar por el Papa Francisco en privado, y no en la misa?

"Era el primer domingo desde que había muerto el Papa Francisco, y el día anterior, le habíamos enterrado. Siento realmente, una situación de luto interior, a pesar de vivir la esperanza de la Resurrección"
"Ayer, ya me encontraba en mi casa, y me dirigí a la misa a la que voy todos los domingos en mi parroquia de Sant Martí del Clot de Barcelona. Durante la misma, no dejé de orar por el alma del Santo Padre, pero cual no fue mi sorpresa que ni siquiera fue mencionado"
"Cuando acabó la Eucaristía, me acerqué al párroco y le expresé esto mismo que estoy escribiendo. Su respuesta fue que había rezado por el Papa Francisco en privado. Yo le dije, que la comunidad cristiana de este barrio era la primera vez que se reunía en Domingo desde la muerte del Santo Padre y que había echado de menos, al menos, una oración por su alma. Tuve el silencio por respuesta. Lloré en la iglesia y lloré en mi casa"
"Cuando acabó la Eucaristía, me acerqué al párroco y le expresé esto mismo que estoy escribiendo. Su respuesta fue que había rezado por el Papa Francisco en privado. Yo le dije, que la comunidad cristiana de este barrio era la primera vez que se reunía en Domingo desde la muerte del Santo Padre y que había echado de menos, al menos, una oración por su alma. Tuve el silencio por respuesta. Lloré en la iglesia y lloré en mi casa"
| Pilar Barrado
Ayer, domingo, me preparé para ir a misa, como quien va al funeral de su padre. Era el primer domingo desde que había muerto el Papa Francisco, y el día anterior, le habíamos enterrado. Siento realmente, una situación de luto interior, a pesar de vivir la esperanza de la Resurrección. El domingo anterior había visto al Papa Francisco desde la habitación de un hospital, y había escuchado su mensaje lleno de esperanza y oración para los más desfavorecidos del planeta cuando repasó todos los conflictos armados y desigualdades que existen en el mundo, rezando por sus víctimas y pidiendo su fin a los responsables. Su presencia aún invadía mi cabeza, y mi oración, cuando conocí la noticia de su muerte.
Ayer, ya me encontraba en mi casa, y me dirigí a la misa a la que voy todos los domingos en mi parroquia de Sant Martí del Clot de Barcelona. Durante la misma, no dejé de orar por el alma del Santo Padre, pero cual no fue mi sorpresa que ni siquiera fue mencionado. El domingo de la Misericordia, era un buen momento para recordar a un Papa, a un hombre misericordioso. Entre otras razones, porque una de las características de Francisco ha sido esa disposición, esos actos continuos, esa forma de vivir en misericordia, en cercanía a los más vulnerables, esa llamada y ejercicio a vivir la compasión, que hemos visto cada día, y hasta sus últimos días.
Le hemos visto arrodillándose ante líderes políticos para suplicar la paz, le hemos visto en todas las periferias. Hasta la semana pasada, y a pesar de su enfermedad, el Jueves Santo estuvo en la cárcel, y hasta el Sábado Santo llamó, como cada día, a los y las hermanas cristianas de Gaza, acompañándoles en el sufrimiento extremo que están viviendo. Su bendición Pascual, su presencia entre la gente que fue a celebrar la Pascua con él en la Plaza de San Pedro, son símbolos de esa acción misericordiosa hacia toda la humanidad, a pesar de su grave enfermedad que le llevó a la muerte a las pocas horas.
Y sin embargo, el día después que es enterrado, no es mencionado en mi parroquia, en un Domingo de Pascua, lleno de esperanza. ¡Qué mejor momento! No hubieran hecho falta muchos esfuerzos. Incluso se celebró la victoria del Barcelona sobre el Real Madrid del día anterior, y no se mencionó al recién fallecido Papa Francisco, cuando realmente podíamos haber celebrado la victoria real de la Resurrección, si es que creemos en ella.
Incluso se celebró la victoria del Barcelona sobre el Real Madrid del día anterior, y no se mencionó al recién fallecido Papa Francisco, cuando realmente podíamos haber celebrado la victoria real de la Resurrección, si es que creemos en ella
Cuando acabó la Eucaristía, me acerqué al párroco y le expresé esto mismo que estoy escribiendo. Su respuesta fue que había rezado por el Papa Francisco en privado. Yo le dije, que la comunidad cristiana de este barrio era la primera vez que se reunía en Domingo desde la muerte del Santo Padre y que había echado de menos, al menos, una oración por su alma. Tuve el silencio por respuesta. Lloré en la iglesia y lloré en mi casa.
Le pido a la Iglesia, a la cual pertenezco, que no acalle la misericordia, la compasión hecha vida que nos transmitió el Papa Francisco, su opción por los excluidos, por los más vulnerables. No quiero pertenecer a un club exclusivo de privilegiados. ¡Crean en la Resurrección, exalten de alegría y llenen de amor por el diferente las iglesias! Hemos sido testigos de la acción misericordiosa del Papa Francisco, y hemos visto como ha sido un Papa querido por católicos y no católicos que ha atraído hacia la Iglesia a muchas personas que antes ni se lo habían planteado, y ello, por su misericordia, por su coherencia. Por favor, que la llama de Francisco, no se apague, que continúe el trabajo de llenar de vida, igualdad y esperanza cada rincón de la Tierra. Esa es la misión de la Iglesia, llevar a Jesús a todos y a todas, incluso a los que no son como nosotros, a los pobres y a los ricos, pero no nos olvidemos de los primeros. Francisco ha devuelto la esperanza de una Iglesia posicionada con el amor, la paz, la verdad, la igualdad, la justicia que son los frutos a los que nos lleva el Espíritu Santo.
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