¿Rutilio Grande sin monseñor Romero? ¿Monseñor Romero sin Rutilio Grande?

"Era un 12 de marzo de 1977 cuando Rutilio Grande caía abatido bajo las balas de un francotirador, perteneciente a los escuadrones de la muerte en el Paisnal, junto con Manuel Solórzano, de 72 años, y el joven Nelson Rutilio de 16 años, cuando iban desde Aguilares, para celebrar la eucaristía de la novena de San José"

"Este martirio sin duda marcaría profundamente la vida del también mártir posterior, Monseñor Romero, que había sido nombrado arzobispo de San Salvador apenas veinte días antes, el 23 de febrero"

"Ojalá que, como ellos, los que creemos en el Evangelio de la vida, los que seguimos creyendo que la causa de Jesús siga viva en tantos que sufren en nuestro mundo, podamos también seguir gritando y estando a lado de ellos, y que ese gritar nos lleve a un compromiso evangélico con aquellos que siguen estando crucificados a diario"

Mural de Romero y Rutilio JS

Era un 12 de marzo de 1977 cuando Rutilio Grande caía abatido bajo las balas de un francotirador, perteneciente a los escuadrones de la muerte en el Paisnal, junto con Manuel Solórzano, de 72 años, y el joven Nelson Rutilio de 16 años, cuando iban desde Aguilares, para celebrar la eucaristía de la novena de San José. Y este martirio sin duda marcaría profundamente la vida del también mártir posterior, Monseñor Romero, que había sido nombrado arzobispo de San Salvador apenas veinte días antes, el 23 de febrero.

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Ambas vidas aparecen inseparables, tanto en su amistad como en su seguimiento de Jesús, y posteriormente en su martirio. De tal modo que no podríamos hablar de Rutilio sin Romero, y de Romero sin Rutilio. Dos vidas unidas por el seguimiento de aquel que les hizo estar vivos entre los pobres y para los pobres: el mismo Jesús de Nazaret. Un Jesús que fueron descubriendo en el encuentro personal y sincero con los que Jon Sobrino llama “los crucificados”, aquellos hombres y mujeres salvadoreños, machacados por el poder opresor de los ricos y del dinero; riqueza y dinero que también estaban presentes en muchos sectores de la Iglesia salvadoreña y en los cristianos acomodados de El Salvador.

Una Iglesia a la que ambos fueron capaces de hacer frente con la única herramienta que el Maestro de Nazaret les dejó: la palabra y la vida, la fuerza del corazón hacia los pobres más desgraciados de aquella sociedad convulsa e injusta; una herramienta que les llevó a dar la vida por aquellos que más les faltaba esa misma vida.

Rutilio Grande JS

Pero, ¿quién fue Rutilio Grande? Rutilio Grande nació en el Paisnal, el 5 de julio de 1028 y su madre murió cuando apenas él tenía cuatro años, lo que hizo que fuera su abuela la que lo cuidara desde pequeño, una mujer religiosa, que también le transmitió su experiencia de Dios y, hasta dice él, fue responsable de su vocación. Ingresó en el Seminario de San José de la Montaña, de San Salvador, en 1941 y unos años después entró en la Compañía de Jesús.

Estudio en la Facultad de Teología de Burgos, y allí fue ordenado en 1959. Después, formador en el Seminario de San José de la Montaña, donde comenzó después su amistad con Óscar Romero, el que después sería también arzobispo de San Salvador. De hecho, Rutilio actuaría después como maestro de ceremonias en la ordenación de Romero, al ser nombrado obispo auxiliar.

Creador de las CEBs

En septiembre de 1972 fue nombrado párroco de Aguilares, y allí fue responsable de crear las comunidades eclesiales de base (CEBs). Ahí comenzó su enfrentamiento evangélico con el poder que imperaba entonces en el pequeño país centroamericano. Los ricos siempre le vieron como una terrible amenaza para sus intereses y él, desde el Evangelio, lo único que defendía era la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos como hijos e hijas de Dios. El único delito cometido por Rutilio Grande fue el mismo que cometió Jesús de Nazaret: su defensa de los pobres y los desvalidos.

     En Aguilares fue construyendo su opción radical por los más pobres, al hilo de su relación con los campesinos empobrecidos salvadoreños, en defensa especialmente de los sin tierra, y fue visto desde el comienzo como una amenaza para los terratenientes. Ellos, como después sucedería con Monseñor Romero, y como sucede también  en muchos otros sitios, veían amenazado su poder. Además esos terratenientes eran los entonces cristianos católicos del momento, de misa dominical, pero de una fe totalmente al margen del evangelio de Jesús. En el fondo encarnaban el poder religioso de tiempos de Jesús, veían cómo su poder podía ir disminuyendo por las afirmaciones y las homilías del padre Grande.

Plaza en memoria de Rutilio Grande JS

Rutilio, como Romero, se fue ganando poco a poco la enemistad de todos ellos, y enseguida fue también tachado de “comunista” y de ir casi en contra del evangelio, que ellos mismos habían adulterado y creado a su propia imagen, para justificar sus propias injusticias y aberraciones.

La Teología de la liberación del padre Grande era la teología de los pobres, que brota de la misma lectura del evangelio en clave de Encarnación. Era leer en esa clave el texto del libro del Exodo, donde Moisés recibe la llamada de Dios para liberar a su pueblo, al pueblo judío, de la opresión de Egipto, (Ex 3, 10). El pueblo salvadoreño también estaba oprimido, en este caso por la opresión de los ricos (siempre se ha dicho que lo terrible de este pequeño país es la injusticia y la mala distribución de la riqueza, donde un puñado de familias ostentaban la riqueza del país), una opresión que les impedía sencillamente poder vivir con la dignidad de cualquier ser humano.

Un nuevo rostro de Dios

A partir de la experiencia de este Dios encarnado, Rutilio animó a los campesinos a organizarse y a reclamar sus derechos, no para hacer caer ningún régimen político, no para fundar un partido político, sino para defender los derechos de todo ser humano. En medio de los pobres fue descubriendo un nuevo rostro de Dios y lo fue dando a conocer. “Dios no está en las nubes acostado en una hamaca. A él le importa que las cosas les vayan mal a los pobres por aquí abajo”, decía en sus homilías. “He escuchado el clamor de mi pueblo”, que dice el libro del Exodo (Ex 3, 7). De ahí que, como Moisés, Rutilio Grande se convierta en el portavoz de los pobres, en la “voz de los sin voz”,  que luego dirán también del obispo Romero.

“Vamos todos al banquete a la mesa de la creación, cada cual con su taburete, tiene un puesto y una misión”, es el estribillo del canto de entrada, de la misa salvadoreña. Y fue sin duda la convicción más profunda de Rutilio desde siempre: crear una mesa fraterna donde todos podamos sentarnos, donde todos tenemos sitio, porque todos somos hermanos, Una mesa en la que nadie puede ni debe ser excluido por ningún tipo de condición social, ni de manera de ser o de vivir.

El Dios de Rutilio era el Dios del evangelio, un Dios inclusivo y no un Dios inclusivo, como ahora desde algunos sectores se pretende dar a conocer

El Dios de Rutilio era el Dios del evangelio, un Dios inclusivo y no un Dios inclusivo, como ahora desde algunos sectores se pretende dar a conocer. En el Evangelio todos cabemos, y en palabras del papa Francisco, “en la Iglesia cabemos todos, todos, todos”. Nadie puede “echar” de ese banquete a nadie, ni nadie puede echar de la Iglesia a nadie, porque Jesús de Nazaret jamás echó a nadie de su lado. Al contrario, los últimos eran siempre los preferidos del Maestro.

Si la vida de Jesús de Nazaret fue una vida entregada hasta la final, si su vida fue testimonio y testigo del Dios amor que nos quiere a todos por ser sus hijos, la vida de Rutilio fue reflejo de esa misma vida. Lo que hizo Rutilio fue ni más ni menos que encarnar en la sociedad injusta salvadoreña al Dios del Evangelio. En esa sociedad no cabía el Dios de Jesús, y por eso al predicarlo Rutilio, intentaron acabar con él; la causa de su asesinato fue una vez más que el poder de los ricos no podía soportar otro tipo de poder. Es volver a la primera página del génesis: “Si comes, va a ser como Dios”, y los ricos salvadoreños era lo que querían “ser como dioses”, y por eso los pobres les estorbaban. Igual que Caín mató a Abel, el poder militar de los Escuadrones de la Muerte, pagados por los Estados Unidos, y representantes de los ricos y terratenientes salvadoreños, mató a Rutilio Grande, al anciano Manuel y al joven Nelson. Fueron sin duda de los primeros mártires de esta “Tierra Santa" de mártires, porque después de ellos vendrían muchos asesinatos de catequistas, campesinos y pobres y humildes de El Salvador.

Estatuas de monseñor Romero y Rutilio Grande JS

Desde muy pronto el padre Grande entabló amistad con el joven obispo Romero, pero siempre con diferencias de planteamiento pastoral. Romero siempre era mucho más fiel a las tradiciones, y sobre todo más partidario quizás de un “asistencialismo”, pero es cierto que desde siempre, a ambos, les preocuparon los pobres, aunque ciertamente con diferentes modos de actuar. Es cierto también que Romero estaba más unido “al poder establecido” y eso le impedía ejercer una labor de denuncia, como la que llevaba a cabo Rutilio, pero no menos cierto es que a ambos les unía el evangelio leído desde los pobres y desde los necesitados.

A Romero solo, en un principio, para ayudarles, para “darles de comer”, sin más planteamiento, y sin buscar quizá la raíz de la injusticia y de lo que les provocaba el hambre; A Rutilio, no solo para darles de comer, “sino para sacar al pobre de su postración”, para decirles a voz en grito que todos somos hermanos y que Dios nos quiere a todos, y que, por tanto, todos tenemos la misma dignidad de hijos e hijas del mismo Dios Padre y Madre.

Sin duda que ambos se ayudaban y se complementaban de alguna manera, aunque es verdad que al final de la vida de Rutilio, antes de ser asesinado, hubo quizás un distanciamiento

Pero sin duda que ambos se ayudaban y se complementaban de alguna manera, aunque es verdad que al final de la vida de Rutilio, antes de ser asesinado, hubo quizás un distanciamiento, precisamente por ese “mal actuar” de Romero, a ojos de Rutilio. De hecho, monseñor Romero fue aplaudido por las clases poderosas del país al ser elegido arzobispo de San Salvador, apenas tres semanas antes del martirio de Rutilio.

Sin embargo, el asesinato de Rutilio Grande, en aquella tarde fatídica del 12 de marzo de 1977, cambió todo. Hizo posible algo especial en la mente y el corazón de arzobispo. Igual que Pedro en el Evangelio, y tras su negación, tras negar al Jesús sufriente, Monseñor Romero entiende lo que está pasando en El Salvador, en el encuentro con el asesinado amigo, Rutilio Grande. Algo cambió el corazón y la vida de este hombre que le hizo descubrir algo especial.

Romero comprendió a Rutilio

Monseñor Romero, con el amigo asesinado, comprendió que si a él le habían asesinado es porque lo que él predicaba, porque lo que él vivía, era cierto, comprendió que su amigo Rutilio Grande había entregado su vida por la causa de los pobres. Comprendió que Rutilio no decía palabras, sino que testificaba con su sangre la experiencia del Dios de Jesús. La causa de Rutilio conmovió a Romero, porque le hizo ver que en ella estaba la misma causa del mártir Jesús de Nazaret.

Tumba del P. Rutilio Grande JS

El Romero que acude a visitar los cadáveres de los tres asesinados, no es el mismo Romero que sale después. Los pobres y la causa de Jesús convierten a Romero, y para ello la mediación martirial de Rutilio Grande resulta imprescindible. De ahí que el arzobispo dé el paso de la amistad hacia Rutilio, hacia su admiración y hacia proseguir él su misma obra. En el velatorio de Rutilio Grande comenzó sin duda la nueva vida de Romero, y comenzó también el camino hacia su propio martirio.

De ahí que no podamos separar la vida de Rutilio y la de Romero en dos; si con Monseñor Romero Dios pasó definitivamente por El Salvador, en palabras del también asesinado Ignacio Ellacuría, con el asesinato de Rutilio Grande Dios se hizo presente de modo especial en la vida y el martirio de Romero, pero se hizo presente ahí porque “Monseñor Romero estaba también abierto al Dios de la vida y de la fraternidad”.

Hasta la historia quiso que fueran asesinados en el mismo mes, en el mes de marzo, en el mes de la primavera, el primer mes del año que dice el libro del Éxodo

Un Dios que pasaba por los campesinos doloridos, abandonados e injustamente tratados y que ahora pasaba también por el cuerpo sin vida de Rutilio, Manuel y Nelson. Hasta la historia quiso que fueran asesinados en el mismo mes, en el mes de marzo, en el mes de la primavera, el primer mes del año que dice el libro del Éxodo; en esa primavera, cuando todo nace fueron asesinados los dos, pero sus martirios sin duda fueron la apertura a algo nuevo y especialmente la certeza de que Dios estaba con ellos, con su lucha y la de los pobres campesinos y campesinas, que, como ellos, fueron también asesinados después y continúan siendo ahora maltratados por la violencia institucional, que ha convertido a la pobreza en algo de segundo orden, cuando es la causa de todas las violencias ejercidas en El Salvador durante años.

48 años de su martirio

A los 48 años de su martirio, Rutilio Grande sigue siendo vela encendida en Aguilares, en el Paisnal, en Apopa… sigue siendo alguien que ha sido capaz de devolver al pueblo lo que era suyo, sigue siendo no solo el párroco de Aguilares, sino el creador de un nuevo estilo de Iglesia en el Salvador. Su aportación con las CEBs sigue estando presente en muchos cantones de su zona y de la zona de Chalatenango, pero también por todo el país.

Las comunidades que leen, viven y hacen suya la Palabra de Dios en medio de su pobreza siguen siendo muchas; se siguen reuniendo semana tras semana, con los responsables de las comunidades, para meditar y hacer suya esa Palabra que es vida y esperanza para cada uno de ellos. Lo hacen de manera sencilla pero de manera a la vez comprometida. Y en cada casa de cada campesino salvadoreño siempre está el recuerdo cariñoso de Rutilio y Monseñor Romero, un recuerdo que es mucho más que un puro afecto, un recuerdo que les hace vivir cada día y descubrir al Dios del Evangelio, que ellos les predicaron y que les costó la vida.

Monumento en memoria de Monseñor Romero y Rutilio Grande JS

Hoy Rutilio estaría también al lado de los que son encarcelados injustamente y violentamente tratados, en las cárceles del presidente. Hoy Rutilio y Monseñor Romero estarían a las puertas de la macro-cárcel salvadoreña para gritar con fuerza que la única violencia en El Salvador sigue siendo la pobreza, que los pobres no matan, que los pobres solo quieren vivir dignamente, y que son los ricos, representados por todo el aparato del poder presidencial, los que les siguen negando esa posibilidad. Y que mientras que esa violencia de la pobreza siga existiendo como hasta ahora, en el Salvador no puede haber paz, porque no hay justicia.

El aparato presidencial ha cambiado la violencia de las calles, de las pandillas, por la violencia institucional, desde el Estado, pero ha sido incapaz de atajar la auténtica violencia: la del hambre, la de la pobreza y la de la injusticia. Una pobreza y una injusticia que hacen que el país tenga que quedarse vacío, porque los salvadoreños tienen que seguir emigrando buscando poder vivir de manera digna y feliz; una pobreza y una injusticia que hacen que la riqueza esté en manos de los mismos, una minoría minoritaria en el país; una pobreza y una injusticia que hacen que el aparato gobernante esté con los ricos, porque ellos mismos son los ricos que controlan el país, comenzando por su propio presidente.

Después de 48 años, la causa de Jesús de Nazaret sigue unida a la causa de Rutilio Grande, a la de Monseñor Romero y a la de miles de salvadoreños que siguen pidiendo poder vivir

Después de 48 años, la causa de Jesús de Nazaret sigue unida a la causa de Rutilio Grande, a la de Monseñor Romero y a la de miles de salvadoreños que siguen pidiendo poder vivir, sin la violencia que genera la pobreza y que les quita los derechos. Ambos siguen velando por su pueblo, intercediendo por él y con él, y ambos siguen haciendo realidad el Evangelio de San Lucas: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios… Pero ¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo” (Lc 6,20. 24) .

Un año más, este 12 de marzo de 2025 celebramos el martirio del ya beato Rutilio Grande, y lo celebramos desde la alegría de saber que un hermano nuestro nos ha hecho creíble con su vida el Evangelio de Jesús. Aplaudimos su testimonio y nos unimos a los que siguen siendo víctimas de la violencia de la pobreza en El Salvador. Y dentro de apenas otros doce días, celebraremos el martirio de Monseñor Romero, y lo haremos con la misma alegría y la misma esperanza.

Placa en memoria de Rutilio Grande JS

Ojalá que, como ellos, los que creemos en el Evangelio de la vida, los que seguimos creyendo que la causa de Jesús siga viva en tantos que sufren en nuestro mundo, podamos también seguir gritando y estando a lado de ellos, y que ese gritar nos lleve a un compromiso evangélico con aquellos que siguen estando crucificados a diario, con los presos, con los inmigrantes, con los que son de condición distinta y con los que en definitiva no cuentan y están al margen.

La lucha y el quehacer de Jesús de Nazaret, de Rutilio Grande y de Monseñor Romero siga viva, como sigue vive la Teología de la liberación, porque como también dice Jon Sobrino y en contra de los que muchos creen, “la teología de la liberación seguirá viva y actual en nuestro mundo mientras haya pobres y crucificados en él”.

Etiquetas: rutilio grande, monseñor Romero