"Con la que está cayendo, la revisión es inaplazable" Símbolos episcopales, vacuos o paganos
"Sobre conceptos tales como 'Iglesia en salida' e 'Iglesia sinodal' , la revisión de los símbolos que la representan, es realmente urgente e inaplazable"
"El símbolo actualizado, al día y previo el consentimiento lo más generalizado posible, es elemento constructor, o reconstructor también y de forma convincente, de fe y por tanto, de Iglesia"
"¡Por favor, no identifiquen el báculo con lo del pastoreo y lo del 'olor a oveja'!"
"Sobre el incienso, la cruz personal ostentosa y sobre todo las mitras, es preferible correr un tupido velo"
"A las mitras no es posible aplicarle otra simbología distinta a la estrictamente pagana del derroche, de la suntuosidad, de la nesciencia, de la beligerancia y de la obscenidad autoritaria"
"¡Por favor, no identifiquen el báculo con lo del pastoreo y lo del 'olor a oveja'!"
"Sobre el incienso, la cruz personal ostentosa y sobre todo las mitras, es preferible correr un tupido velo"
"A las mitras no es posible aplicarle otra simbología distinta a la estrictamente pagana del derroche, de la suntuosidad, de la nesciencia, de la beligerancia y de la obscenidad autoritaria"
"A las mitras no es posible aplicarle otra simbología distinta a la estrictamente pagana del derroche, de la suntuosidad, de la nesciencia, de la beligerancia y de la obscenidad autoritaria"
A estas alturas de la eclesiología y “con la que está cayendo”, sobre conceptos tales como “Iglesia en salida” e “Iglesia sinodal”, la revisión de los símbolos que la representan, la “dicen”, la manifiestan y la testifican ante propios y extraños, es realmente urgente e inaplazable. No es posible esperar ya más ni una sola gota de tiempo. La espera no se hizo para ayer, sino para hoy y más para pasado mañana.
El símbolo –“objeto material que representa una realidad inmaterial mediante una serie de rasgos que se asocian por una convención socialmente aceptada”- actualizado, al día y previo el consentimiento lo más generalizado posible, es elemento constructor, o reconstructor también y de forma convincente, de fe y por tanto, de Iglesia. Gracias a los símbolos impartidos e interpretados por Jesús, a los apóstoles ya los discípulos les fue posible participar en el misterio del Reino, aunque en tan frecuentes ocasiones, ellos mismos -los símbolos- fueran entendidos exactamente al revés, sin que por eso Jesús los abandonara , limitándose a lamentar el fracaso en el proceso de su catequesis.
En los días pasados y a consecuencia de varias “Ordenaciones Episcopales”, al pueblo fiel, “presencial” o televidente, se les brindó la posibilidad de adentrarse en el sentido, contenido y razón de ser de importantes símbolos “religiosos”, de cuya doctrina catequizaba el informador encargado de tal menester, de quien hay que apostar estar debidamente informado...
De entre las impresiones que primaron entre quienes asistían de alguna manera a la ceremonia, por mi cuenta y riesgo, acentúo las siguientes:
Para ser y “consagrarse” obispo y además en cuyo nombramiento no tuvo participación activa alguna el pueblo ni los mismos sacerdotes presentes en la ceremonia, están de más tantos ritos, solemnidades y símbolos. En pleno siglo XXI y en la era post-conciliar - aunque en parte frustrada- , no ha lugar para acompañar a un sacerdote, ya obispo, a posesionarse de la cátedra –“¿elevarse”? - desde la que habrá de educar en la fe a su grey. Ni entiende, ni ya quiere entender esta grey, de tantos ritos, o ”conjunto e reglar establecidas para el culto”. El Dios -el nuestro, el de Jesús- no precisa de ellas. Las rechazó positivamente, aunque ello le supuso su suplantación por las que prevalecieron en el sacrificio-ejecución-misa del altar en el Monte Calvario…
Con la falta de sacerdotes que padece hoy la Iglesia, el hecho de que en tan extensa y copiosa dimensión y despliegue se hagan presentes, al igual que el número de obispos-“consagrante y consagrado” y acompañantes, da la impresión de ser excesivo y de permitirse un lujo poco o nada agradable a Dios y a tantos los fieles necesitados de celebraciones eucarísticas.
La mayoría de ceremonias y símbolos episcopales carecen hoy de sentido, por lo que más que de “imposición”, lo auténticamente litúrgico podría -debería- identificarse con “privación“ o abandono. Por mucha y buena intención e imaginación que tengan algunos liturgos y catequistas, el ANILLO episcopal no comportará jamás fidelidad perpetua e indisoluble a la Iglesia, cuya cabeza de diócesis es la catedral en la que “toma posesión”. Si el “carrerismo” lo permite o exige, y se le brinda otra misión-ministerio de mayor categoría, o renta-pastoral, con anillo o sin él, la diócesis primera significará solo el introito jerárquico…
¡Por favor, no identifiquen el BÁCULO con lo del pastoreo y lo del “olor a oveja”!. Báculos que desprendan tal olor y que conozcan las ovejas en los tiempos recientes, al estilo de Mons. Casaldáliga, Arnulfo Romero y otros pocos más, no sobreabundan en los ceremoniales solemnes, con o sin Nuncio. Justificar los báculos como piezas de museos, al igual que los “baculazos”, como episodios de historia y de la pastoral diocesana, no pertenece a la Eclesiologia. Por cierto, ¿Cuánto cuesta un báculo, si no es una indiscreción?
Sobre el INCIENSO, la CRUZ personal ostentosa y sobre todo las MITRAS, es preferible correr un tupido velo. A las mitras no es posible aplicarle otra simbología distinta a la estrictamente pagana del derroche, de la suntuosidad, de la nesciencia, de la beligerancia y de la obscenidad autoritaria, propias de los Sumos Sacerdotes de Mitreo, dios de los persas, y de los Generalísimos de los ejércitos de los emperadores Darío. Es imposible hallar en los evangelios la más lejana alusión que justifique de alguna manera la existencia y uso de estos y tantos otros símbolos episcopales…
A ver si Mons. Don José Leonardo Lemos, obispo de Ourense y presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia, -o alguien de su equipo-, que deben saber mucho de estas cosas, nos las explica con seriedad, catequesis e inteligiblemente. Gracias
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