"Verbenas, con ramos de sacrificios: Los hechos son así de tozudos" ¿Por qué no se acaba 'la Iglesia que se acaba'?
"Entre católicos y no católicos se impone el convencimiento de que la Iglesia, y más concretamente 'esta' Iglesia, se acaba"
"A la pregunta concreta se anticipa el mismo papa Francisco con la ardiente, exacta y perseverante solución de movilización de las fuerzas de la 'Sinodalidad' y de 'En salida'. Esta y no otra, habría de ser solución certera"
"La 'liturgia' política, al lado de la eclesiástica, incensada o no, es modelo de austeridad, de sentido común y, para algunos, hasta de evangelio"
"Mientras los expertos adelantan la 'traca' final de algo que fuera en tiempos pasados, señores obispos, aprovechen ese tiempo en echarles una mano a cuantos sacerdotes de sus respectivas diócesis no pueden celebrar más eucaristías dominicales por falta de tiempo, de fuerzas y, a veces, de fe"
"La 'liturgia' política, al lado de la eclesiástica, incensada o no, es modelo de austeridad, de sentido común y, para algunos, hasta de evangelio"
"Mientras los expertos adelantan la 'traca' final de algo que fuera en tiempos pasados, señores obispos, aprovechen ese tiempo en echarles una mano a cuantos sacerdotes de sus respectivas diócesis no pueden celebrar más eucaristías dominicales por falta de tiempo, de fuerzas y, a veces, de fe"
Aunque algunos piensen de otra manera, y hasta lo contrario, entre católicos y no católicos se impone el convencimiento de que la Iglesia, y más concretamente “esta” Iglesia, se acaba. De tal creencia participan de modo claro y evidente, sus miembros más representativos, aún jerárquicos. Las estadísticas, por neutras o piadosas que sean, así lo proclaman con veracidad y sin necesidad de abultar los presagios, sino aminorándolos…
No obstante, y aferrándose tal vez en demasía a la literalidad de determinadas promesas apuntadas en los Libros Sagrados y en manuales de Teología, todas y cada una de las sílabas del “non praevalebunt”, y de “las fuerzas del infierno, aseguran a perpetuidad, en esta vida y en la otra, la travesía de la nave de Pedro por tenebrosos -proceloso- que sean los mares que ha de surcar.
A la pregunta concreta y directa, en las circunstancias de lugar y de tiempo en las que nos encontramos, se anticipa el mismo papa Francisco, con la ardiente, exacta y perseverante solución de movilización de las fuerzas de la “Sinodalidad” y de “En salida”. Esta y no otra, habría de ser solución certera para el hecho de que, acabándose como está ya a punto de ello esta Iglesia, en su ordenamiento se desvelen de vez en cuando deslumbramientos espectaculares –nunca estertores-, que den la impresión de tener que seguir adelante, precisamente con los módulos litúrgicos o para-litúrgicos, y pautas de comportamiento hoy al uso.
De entre los más recientes destacan actos como las “entradas triunfales” – con mulas blancas-, “entronizaciones” y “tomas de posesión” episcopales en sus nuevas diócesis, (junto con el del entierro del último de sus cardenales en la catedral “Primada” de Toledo), difícilmente superables en número y magnificencia en los rituales y protocolos civiles en casos similares o de mayor relieve, como pudieran ser los cambios de Presidente de Gobierno y los de sus respectivos ministros. La “liturgia” política, al lado de la eclesiástica, incensada o no, es modelo de austeridad, de sentido común y, para algunos, hasta de evangelio.
Dos docenas de mitras, o más, con sus báculos, cruces pectorales, acólitos, acompañantes, incensarios, genuflexiones, panegíricos, gestos y exhibición de colores y colorines, signos y símbolos periclitados ya y sin sentido, como marco para celebraciones eucarísticas, les roban sentido religioso esencial a estos “encuentros” entre colegas –“hermanos en el episcopado”- por más señas “y para mayor gloria de Dios”, en presencia del Nuncio de SS. en España, de las cámaras de La Trece, de RTVE -y de las autonómicas, con profesionales bien pertrechados para tales menesteres y como “ejemplos y testimonios de vida cristiana”. (¡¡)
Y que conste que en tales acontecimientos se hallan presentes no solo los obispos. También están las autoridades “civiles y militares”, políticas y representativas del pueblo y, en definitiva, la Iglesia -pueblo fiel hasta no poder más, pastoreados de por vida catequísticamente en estos “principios”, con suprema advertencia de que fundamentalmente en los ritos, en las ceremonias y en la sumisión, en la riqueza, en el poder y en las concentraciones de los obispos, todos sucesores y más de los Apóstoles, y “palabra de Dios”, sin más análisis, contemplaciones y noticias que difunda “la prensa impía y blasfema”.
Que al pueblo, que se concentre en tales actos solemnes, pero que deje los templos y los criterios vacíos de evangelio, se le “encueste” como “católico, apostólico y romano, a muchos les parece una farsa y una mentira “impiadosa”.
Pero algo es algo… Sí, pero a lo que más llegan expertos en estos menesteres es a aseverar que la condición de “cristianos de toda la vida”, familiar, social, popular y religiosa, imprime carácter”, así como lo imprime el “por si acaso” que define la llamada “otra vida”.
Estos mismos expertos y otros aseveran que los referidos actos y concentraciones “religiosas” son en realidad, destellos -resplandor o rayo de luz intenso y de breve duración”- que sugieren y adelantan la “traca” final de algo que fuera en tiempos pasados, pero que en los presentes está ya a punto de dejar de se, guste a unos y no tanto, a otros. Pero los hechos son así de tozudos, aunque así de históricos e historiables. Y de esta manera terminan las “verbenas”, con ramos de sacrificios, por santas que se las considere y estime.
Mientras tanto, señores obispos, no sirvan en tales proporciones de acompañantes, de acólitos y de retablo televisivo en tan solemnes ceremonias y, por ejemplo, aprovechen ese tiempo en echarles una mano a cuantos sacerdotes de sus respectivas diócesis no pueden celebrar más eucaristías dominicales por falta de tiempo, de fuerzas y, a veces, de fe.