Sobre el sentido que dar al espacio histórico conocido como Cuelgamuros Un acuerdo de largo alcance entre el Gobierno y el Vaticano

"Habría que recordar que se ha conseguido en el 2025 lo que no fue posible en el año 2011 cuando se constituyó, de acuerdo con esa Ley, la “Comisión de Expertos para el Valle de los Caídos”. Entonces la Iglesia española rechazó estar presente en los trabajos de la Comisión, mientras que ahora acepta un planteamiento que coincide con lo que esa Comisión propuso"
Para valorar debidamente este acuerdo hay que tener en cuenta lo que supone para la Iglesia y para el Estado. Para la Iglesia significa reconocer que aquello ni fue glorioso ni fue Cruzada, sino un episodio lamentable que hoy recordamos pero no para exaltarle sino para decirnos que “nunca más”
| Reyes Mate
El Gobierno español y el Vaticano han llegado a un acuerdo sobre el sentido que dar al espacio histórico conocido como Cuelgamuros. El centro lo ocupa un templo católico que es al tiempo un cementerio público y no religioso, el más grande de la guerra civil, en el que se han recogido unos 34.000 muertos en la citada contienda, un tercio de los cuales son republicanos.
El acuerdo consiste en cambiar de significado el lugar. Fundado por el régimen dictatorial para, según el Decreto firmado por Franco, “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada”, va a pasar a ser, como dice la Ley de Memoria Histórica del 2007, “un lugar de memoria en clave de reparación, verdad y reconciliación”.
Es una gran noticia que trasciende las siempre complejas relaciones de una democracia aconfesional con la Iglesia católica. Habría que recordar que se ha conseguido en el 2025 lo que no fue posible en el año 2011 cuando se constituyó, de acuerdo con esa Ley, la “Comisión de Expertos para el Valle de los Caídos”. Entonces la Iglesia española rechazó estar presente en los trabajos de la Comisión, mientras que ahora acepta un planteamiento que coincide con lo que esa Comisión propuso.

Para valorar debidamente este acuerdo hay que tener en cuenta lo que supone para la Iglesia y para el Estado. Para la Iglesia significa reconocer que aquello ni fue glorioso ni fue Cruzada, sino un episodio lamentable que hoy recordamos pero no para exaltarle sino para decirnos que “nunca más”. Resignificación significa cambiar de sentido. No recordamos para repetir, sino para que no vuelva a ocurrir porque la guerra es siempre un desastre y porque la parte que tuvo en ella no fue honorable. Es cierto que la Iglesia española de hoy no es la de entonces. Son muchas las señales que ha emitido de complicidad con la democracia: desde el discurso del Cardenal Tarancón hasta la aceptación de leyes democráticas que regulan, por ejemplo, sus grandes intereses en educación, como la Ley Orgánica de Educación. Pero quizá ningún gesto como éste pues lleva consigo reconocer que entonces defendió unos intereses que llevaron a la negación de sus valores, por eso hoy acepta contribuir a crear un espacio de reflexión sobre ese pasado con el deseo de superarlo. Concurso pues no de intereses sino de valores. Los que cayeron en la guerra no son memorables porque formaran parte de una Cruzada, sino porque son víctimas, es decir, porque equivocadas decisiones políticas les privaron de lo más suyo: la vida.
Quien ha entendido bien lo que la resignificación significa para la Iglesia ha sido el anterior Abad del Monasterio, el exfalangista Santiago Cantera. Si la Iglesia dejaba de ser un templo de cruzados, porque no hubo Cruzada, entonces ¿qué queda de todo aquel relato épico donde los nuestros eran héroes y los otros, villanos?
Quien ha entendido bien lo que la resignificación significa para la Iglesia ha sido el anterior Abad del Monasterio, el exfalangista Santiago Cantera. Si la Iglesia dejaba de ser un templo de cruzados, porque no hubo Cruzada, entonces ¿qué queda de todo aquel relato épico donde los nuestros eran héroes y los otros, villanos?. Ahora nos piden que revisemos críticamente nuestros relatos, que asumamos responsabilidades históricas que siempre hemos negado y que nos esforcemos en entender a unos compatriotas que hemos considerado enemigos. Mejor irse, como ha hecho el exAbad.

Pero también para un Estado aconfesional es un acuerdo notable. Pese a algunas declaraciones erráticas, el Gobierno se ha avenido a participar en la tarea de dar a ese lugar un sentido nuevo (“de reparación y reconciliación”). Se compromete a integrar en ese proyecto la explanada exterior mediante una intervención artística que “exprese la memoria y el respeta a todas las víctimas por todos los españoles y el compromiso de convivencia bajo el Estado de derecho”. Si se acierta, nietos de republicanos podrán encontrar en el exterior del templo el consuelo que otros nietos encontrarán al interior. Lo nuevo y llamativo del proyecto es que la tradición laica que representan unos, los del Gobierno, acepten que un proyecto de convivencia pacífica entre españoles necesita el concurso de la otra parte y no a título de invitados. Es un acierto que no se haya planteado la desacralización de la Basílica. Al formar el templo religioso parte del plan de la resignificación convivencial, se está reconociendo su capacidad de contribuir a ello desde sus propios supuestos. No olvidemos, en efecto, que muchos de los elementos necesarios para la convivencia, como el perdón y la reconciliación, tienen pedigrí religioso aunque hayan devenido virtudes cívicas.
En la propuesta de la Comisión de Expertos se insistía en la necesidad de convertir Cuelgamuros en un espacio cívico destinado a la meditación sobre lo que ha sido la difícil convivencia entre españoles. Sería una pena rebajar, como algunos pretenden, ese objetivo a un “centro de interpretación” o a un “museo”. El conjunto puede tener algo de eso, pero la resignificación exige algo parecido a lo que uno experimenta caminando entre las moles silenciosas del Monumento en Memoria de los Judíos Asesinados en Europa, de Berlín. Un tiempo de meditación para unos y otros en medio de tanto ruido. No se va allí a curiosear ni siquiera a admirar nada, sino a dejarse interpelar por preguntas que, como decía Pérez Galdós en El Equipaje del Rey José, sólo los muertos pueden plantear.
Publicado en El Norte de Castilla el día 6 de abril del 2025.
Etiquetas